EL-SUR

Lunes 06 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Restricción grado 3

Efren Garcia Villalvazo

Abril 08, 2007

Los campos de recreo se dejan de regar. El futbol no se practica porque el pasto hace
meses que ha muerto y el suelo esta tan recalentado por el sol, que es casi un suicidio
practicar deporte en estas condiciones.
Las fuentes han dejado de correr también. Cuando la situación empeoró fue una de las
primeras cosas que se tuvo cuidado de corregir. Hay una severa restricción para regar
brevemente los jardines sólo los martes y los jueves. Cualquier vecino que tenga un jardín
demasiado verde es sospechoso de estar gastando agua de más y la Policía del Agua
vigila sus pasos, revisando detalladamente sus actividades para agarrar in fraganti a este
supuesto gasta-agua. Por supuesto que esto es motivo para que vecinos envidiosos –de
esos que siempre hay– aprovechen y apunten con su dedo anónimo para que multen al del
jardín bonito con mil 200 dólares australianos o más.
El carro no puede ser lavado en cualquier lado. Debe ser llevado a un autolavado en donde
el agua se recicla para ser usada varias veces y el mismo volumen limpia muchos carros.
Lavar un carro con manguera en la calle al estilo mexicano podría ser motivo de una fuerte
multa.
Los medidores de agua para servicio de las casas son revisados celosamente. Cualquier
incremento sospechoso es duramente castigado y sin la más mínima posibilidad de
embarrarle la manita a algún inspector poco honesto.
Quizá lleguemos a pensar –es muy fácil pensar así– que en Melbourne la gente y las
autoridades se comportan de esa manera debido a la cultura que heredaron directamente
de las urbes europeas. Incialmente colonizada por ingleses, luego por griegos e italianos
a final de la Segunda Guerra Mundial y últimamente por asiáticos en constante expansión,
Australia padece de severas sequías en una buena parte de su territorio. Y la razón para
ese comportamiento austero es realmente otra.
Las presas han llegado al nivel del 20 por ciento de su capacidad de trabajo. Y en esas
condiciones, sea primero, tercero o cuarto mundo, es señal de que se deben echar a sonar
todas las alarmas, llevando al gobierno australiano a tomar control de la situación y
establecer muy rudas medidas de ahorro de agua y decidir lo que es mejor para la
supervivencia de todos los ciudadanos. Una autoridad pues, como esas que poco se ven
por acá, y las que se atreven por esta línea se ven dura e inmaduramente criticadas.
Mi amiga Jackeline usa el agua que desecha de su lavadora para regar sus plantas y de
esta manera contribuye al espíritu de ahorro que anima esta gente. En ningún momento
piensa en sentirse agredida por “el gobierno” y protestar junto con otros afectados por el
recorte de agua frente a algún ayuntamiento por la “injusticia” cometida en contra de ellos.
Es plenamente consciente de la situación y como ciudadana consciente contribuye con su
granito de arena para tratar de llegar a la siguiente temporada de lluvias, con la esperanza
de que esta sí llene las presas de la región. El año pasado no fue nada bueno y los ojos
de los aussies solo veían pasar las nubes cargadas de agua sin que cayera en su territorio
nada más que unas pocas gotas.
De más está en retratar el asombro que sentía ella al llegar a Acapulco y ver tanta agua.
Regando camellones a medio día, desechada en los autolavados, en las fugas en las
calles, en los campos de golf del hotel Princess, en las lagunetas de la entrada al Mayan
Palace. Agua, agua, agua. Disfrutó tanto de esta vista, aunque por supuesto no pudo
disminuir a cero el reflejo de bajarse del carro y cerrarle a algún lugar tantito para que no se
desperdiciara tanta agua. Veía yo la mortificación en sus ojos al ver tanta y tan mal
utilizada. Quizá recordaba su lejana Melbourne y pensaba lo que pudiera hacerse allá con
tanta agua que por todos lados veía.
Como buen acapulqueño desperdiciador de agua, me costaba trabajo entender por lo que
pasaba mi amiga. Como aquí hay tanta agua. A veces la cortan en la colonia, pero en dos
o tres días ya está de vuelta, lista para ser desperdiciada. La oigo goteando de excusado
de mi baño que no sella bien, de mi tinaco viejo que tiene descompuesto el flotador, de la
fuga de meses que está en la calle, cayendo a chorros del Nissan convertido en BMW con
una plaquita comprada en una refaccionaria y que el vecino está lavando con manguera y
con taaanta agua. En todos lados, somos todos, y todos también, en su momento,
pagaremos consecuencias.
Este sábado El Sur anuncia lo caluroso que va a estar… ¡la primavera! Ya no es sólo el
verano. El último reporte solo confirma lo del anterior y el anterior no era nada bueno.
Máximas temperaturas, pocas precipitaciones quizá, despliegue a placer de todas las
enfermedades asociadas con calor, incremento en el nivel del mar, desaparición de
regiones costeras enteras emulando la leyenda de La Atlántida. Mil 500 páginas de reporte
elaborado por un panel especializado de la ONU que en resumidas cuentas detalla lo bien
que la estamos regando y que tendrá efectos inmediatos sobre las poblaciones humanas y
sobre todo lo que exista en el planeta.
Quitemos la vista del periódico y dejemos de pensar que eso esta pasando en Australia,
África, Bangladesh o en Iztapalapa. Esto está pasando en Acapulco y debemos empezar a
lidiar con ello ahora. Con riesgo de sonar trillado le digo al querido lector… ¡Ciérrele! ¡No
desperdicie tanta agua!
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