EL-SUR

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Guerrero, México

Opinión

Rhys, un salvaje proyecto femenino

Federico Vite

Marzo 03, 2020

 

 

 

W ide sargasso sea (Andre Deutsch, London, 1966, 200 páginas), de la amada Jean Rhys, fue escrito como un responso a Antoinette Cosway, uno de los personajes que siniestramente aparece en la novela Jane Eyre (1847), de Charlotte Brontë, y es el que obstaculiza el amor entre un lord y una institutriz.
Rhys crea una voz, otorga una cultura, una vida y una posición social a Antoinette (esposa loca de Edward Rochester en la novela de Brontë). Narra pues la historia de esa mujer enigmática tratando de responder una pregunta, ¿cómo llegó Antoinette al desván de la mansión en la novela Jane Eyre?
A grosso modo, Rhys arma un rompecabezas, recupera a ese personaje para comprenderlo, para saber cómo funciona la sique femenina, atrofiada por una mentalidad europea. El resultado de esta apuesta es asombroso, embona a la perfección con las pistas sueltas que dejó Brontë.
Rhys consuma una precuela de Jane Eyre, logra también una seductora novela, pues el acercamiento a Antoinette es sumamente atractivo y la resolución literaria de alta calidad. Estos dos elementos dieron un fuerte empujón a la obra de esta autora anglo-caribeña, nacido en Roseau, Dominica. Rhys, igual que Antoinette, es mestiza. Ambas tuvieron una cuna en las islas Dominicas. Ambas viajaron a Inglaterra para asumir su “locura”.
El ancho mar de los Sargazos (Traducción de Andrés Bosch. Anagrama, España, 1990, 188 páginas) narra la historia de Antoinette. Cuando niña, esta mujer se apellidaba Cosway y el lector notará que no solo cambia el apellido en la medida que se hace adulta sino que realmente se transforma (de Mason a Rochester), termina siendo Bertha, nombre que le da Edward, su esposo, su carcelario.
Antoinette tuvo una familia disfuncional y creció en un entorno que facilitaba el abuso. Su padre murió, su madre fue distante con ella.
Antoinette no ahogó sus penas en alcohol, ella misma deseaba, así lo expresó en la novela, ahogarse en un mar etílico. Su deseo sexual también era desaforado, a ella no la consideraban una mujer decente. Esta indecencia fue la gota que derramó el vaso y su esposo, Edward, una vez agotada la emoción inicial, acabó por aburrirse de una “loca”. De hecho, Rochester cree que la mezcla de sangres de su esposa es lo que le propicia la locura.
Rhys pliega su novela a Jane Eyre. El lector de la obra de Brontë conoce a Antoinette por tres aspectos: voz narrativa, referencias de Rochester y menciones oblicuas que hacen otros personajes. Esa “loca” queda encerrada en Thornfield Hall. Rochester guarda en secreto a una mujer, un oscuro “objeto” de su pasado, y consuma su amor con la protagonista de ese documento.
Brontë nunca cuenta qué pasa con Antoinette, pero gracias a Jean Rhys la dimensión de una existencia que sufre vejaciones, racismo y misoginia adquiere resonancias míticas, unas que muy de vez en cuando son revisitadas por los canónicos reseñistas literarios, sobre todo ahora que la carga semántica de la “locura” femenina tiene otro matiz.
Rhys, tras haber publicado Voyage in the dark, Good morning, midnight, Sleep it off Lady y Tigers are better-looking, perdió brillo y el interés de los lectores. Abandonó la vida literaria y en 1966 reapareció. Era una anciana que vivía en Cornualles, Inglaterra, y tenía lista una novela, justamente Wide sargasso sea. Gracias a este documento ya no puede leerse igual a Charlotte Brontë.
El principal aporte de Rhys no es la locura ni la opresión de un personaje femenino sino que usó todo, prácticamente la historia de su vida, para arropar a un espectro.
Rhys contextualizó Wide sargasso sea con la aprobación de la Ley de Emancipación. Ese hecho agrandó el misterio y la sensualidad de la historia novelada. Insisto, Rhys aprovechó al máximo su vida en la isla para crear un escenario irrepetible. De refilo, nos dice que el paraíso se le fue de las manos.
Antoinette padece las dificultades que le crean una madre histérica, una nana criolla que no soporta los cambios sociales en la isla y un matrimonio concertado. Con ese caldo de cultivo, obviamente una historia afilada escrita con una prosa elegante, la autora recurre a dos aspectos esenciales: el punto de vista de Antoinette y el de Rochester. Sale avante de esa empresa.
Wide sargasso sea finaliza con la voz de Antoinette, quien da cuenta de su encierro en Thornfield Hall, enloquecida y melancólica. Ese monólogo es un ejemplo fundamental de la sabiduría literaria. Ni duda cabe.