EL-SUR

Viernes 26 de Julio de 2024

Guerrero, México

Opinión

Riesgos y desafíos del proceso electoral

Tlachinollan

Octubre 01, 2005

Los ciudadanos que estamos al margen de la lucha política partidista observamos cómo se han venido pervirtiendo y denigrando los procesos electorales.

En primer lugar por los vacíos jurídicos que existen en materia electoral para regular las precampañas y por la falta de sanciones ejemplares a los partidos que violentan la ley.

En segundo lugar, porque se ha erigido una autoridad electoral acotada, débil, desdibujada, alejada de la sociedad, burocratizada, sin mucha influencia en la opinión pública, ensimismada en los procedimientos electorales y en las sesiones del consejo electoral, carente de un pulso fino sobre esta problemática en las diferentes regiones del estado, sin una estrategia educativa apropiada para los diferentes sectores de la sociedad, reaccionando siempre después de los hechos consumados, actuando como un árbitro que no puede controlar a los actores dentro del campo electoral.

En línea paralela vemos pasar a los grupos políticos de los diferentes partidos, desbordados, trabajando para su proyecto personal, actuando por encima de la ley, afinando prácticas fraudulentas, buscando padrinos políticos o alineándose a alguna corriente, haciendo amarres con grupos de poder económico para que inviertan su dinero en la feria de las elecciones, que resulta ser un buen negocio en el corto plazo, por la impunidad y corrupción que prevalece.

Es duro decirlo pero esto es lo que experimentan y registran los ciudadanos y ciudadanas de los barrios, las colonias, de la ciudad y del campo. Todos ellos aguardan un anecdotario impresionante de la multiplicidad de casos relacionados con la compra y coacción del voto. Son muchos los que se han visto obligados a enrolarse y enlodarse con este tipo de cochupos. Su conciencia real sobre la democracia electoral desemboca en el pensamiento concreto de lo electoral que cobra cuerpo en el cemento para la iglesia o la comisaría, en el rastreo del camino, en la gestión para una telesecundaria o bachillerato, en la entrega de dinero o donación de una res para la fiesta, en la compra de instrumentos musicales, en la entrega de premios deportivos, donación de balones, computadoras, gestión para ampliar concesiones de transporte público, despensas, láminas, refrescos, cervezas, 200 pesos o más por el voto en la víspera de la elección, eso y otras “perlas” de la cultura electoral en nuestro estado, son las que siguen socavando nuestra endeble democracia.

Estas actuaciones impunes de muchos candidatos contradicen los discursos                                         que manejan sus partidos y las élites políticas y académicas sobre la nueva cultura política, la consolidación del sistema de partidos, la transición democrática, la pluralidad política, la limpieza de los comicios, la trascendencia de los procesos electorales como momentos de gran densidad política, los nuevos desafíos de nuestra democracia.

Ahora que supuestamente nos encontramos en la etapa de la normalidad democrática, donde cualquier partido político puede ser gobierno, los ciudadanos nos caímos de la nube del cambio y nos dimos de topes con la realidad de la antidemocracia, que por encima de cualquier partido y gobierno sigue gozando de cabal salud, porque se sigue gobernando sin la participación de los ciudadanos, se sigue también ignorando sus demandas y planteamientos. Pesan más los intereses macroeconómicos de las trasnacionales que las aspiraciones de justicia, educación, salud, alimentación, empleo,                                         caminos, democracia y derechos humanos de la población pobre de nuestro estado y de nuestro país.

El aderezo en esta contienda electoral son los enconos, las inconformidades y el coraje de muchos de los electores que participaron en las precampañas para elegir a sus candidatos y que quedaron desilusionados de las decisiones que tomaron los dirigentes de sus partidos, por considerar que no actuaron con transparencia, imparcialidad, legalidad, certeza y objetividad.

En la región de La Montaña esto se ve reflejado en Malinaltepec, Metlatónoc, Alcozauca, Copanatoyac, Tlacoapa, Xalpatláhuac, Tlapa, Atlixtac y Olinalá, donde hubo inconformidades de la población involucrada en el nombramiento de sus candidatos tanto del PRI como del PRD, que trajo como consecuencia rupturas y escisiones que encontraron cobijo en otros partidos, siendo el de Convergencia la nueva opción política para los perredistas inconformes, como sucedió en Malinaltepec, Metlatónoc, Alcozauca, Tlacoapa y en Tlapa, con el Partido del Trabajo. En el caso del PRI esto mismo sucedió en Huamuxtitlán, donde los inconformes emigraron hacia el Partido del Trabajo y en Atlixtac hacia Convergencia.

Es importante resaltar los conflictos étnicos que resurgen en el proceso electoral como sucede en Alcozauca donde la población mayoritariamente mixteca opta por registrar su candidato con Convergencia ante el control del PRD por una élite de la cabecera municipal. En Copanatoyac hay malestar de los mixtecos porque fueron relegados para elegir al candidato para presidente municipal. En Xalpatláhuac existe oposición de los nahuas de la cabecera municipal a que un mixteco llegue a gobernar su municipio. Esto se expresa también en Metlatónoc donde se mantiene la posición de que sólo los de la cabecera pueden ser autoridades.

No podemos echar por la borda este tipo de situaciones que están muy arraigadas en el ánimo de la gente y que son al final de cuentas las razones que le darán la nueva configuración política a La Montaña y las que nos ofrecerán la pauta de cómo puede ser el desenlace electoral en los municipios de La Montaña, sin dejar de mencionar los problemas más hondos como el clima de violencia que se ha desatado en el estado, la militarización que aumenta, el abstencionismo que sigue creciendo y el alto índice migratorio.

A pesar de estas vicisitudes, todos los hombres y mujeres de Guerrero estamos obligados a participar con gran responsabilidad en estas elecciones, para seguir construyendo los cimientos de una democracia participativa que termine con la partidocracia y se oriente a la ciudadanización de la política, con el firme propósito de que no existan los monopolios y cotos de poder.