EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Riesgos y desafíos

Florencio Salazar

Enero 07, 2020

 

El desafío exige superar la necia demonización de la política y el desprecio de la res pública.
Felipe González.

1. No puede haber un legado satisfactorio si no se ponen límites a los excesos que conlleva la concentración del poder.
¿Quiénes ganan y quiénes pierden con la redistribución del poder? Ganan las oposiciones y pierde poder el partido en el poder, que al perder gana legitimidad para el régimen.
Siendo la política el gran adhesivo social, ¿en qué falla? ¿por qué tanto repudio hacia ella y lo que representa? La respuesta la encontramos en el abuso del poder.
La democracia necesita creyentes y defensores. Fuera de ella no hay, no puede haber, más que autoritarismo o dictadura.
2. A veces el Estado se comporta como un jugador más, lo cual es grave pues corre el riesgo de perder relevancia a costa de la política civilizatoria.
Si viviéramos en un mundo feliz el Estado sería innecesario y la política, inútil. La felicidad es como el horizonte: entre más nos acercamos a él su distancia es mayor. No obstante, es nuestro deber perseguir esa utopía porque conlleva el perfeccionamiento humano.
El Estado es un ente que se reconstruye. Reformarlo es indispensable para que el ciudadano recupere su protección, que es el adhesivo del pacto social. Sin Estado se acaba la política, es decir, el acuerdo.
Para que México sea igualitario se necesitan reformadores, no revolucionarios. La diferencia es obvia: las reformas cambian lo obsoleto y mejoran lo existente; las revoluciones destruyen para construir en la incertidumbre.
La claridad en el uso del poder es indispensable para que el ciudadano no termine por exiliarse de la vida democrática.
El príncipe debe estar consciente de que cualquiera de sus actos, incluso sus gestos, tienen consecuencias.
Crear expectativas de difícil concreción es la ruta más corta al fracaso.
El mundo de los partidos es el de las ofertas, el de la esperanza; el del gobierno, el de la fatalidad de la escasez.
La sociedad civil avisa sobre las grietas de la presa: se sellan oportunamente o revientan arrasando todo a su paso.
Las lecciones de la realidad son implacables. En la lucha política por el poder se propone lo deseable, pero en el ejercicio de la administración se actúa con lo posible. Y esta diferencia es la que pone a prueba la capacidad política cuando se está atrás del mostrador.
El desafío para mantener a la democracia es perfeccionarla y hacerlo ya es imperativo categórico. La democracia integral debe ser la de una sociedad justa e igualitaria.
3. La confrontación de ideas y propuestas son útiles para que el ciudadano sepa en dónde está parado, cuáles son los caminos que se ofrecen y hacia qué destino posible pueden conducir.
Al margen de la política queda la barbarie.
El desacuerdo suele ser explosivo; el acuerdo, discreto.
En nuestros días el mundo se muestra mayoritariamente indignado.
La globalización es inmisericorde con quienes no han podido acceder al desarrollo, provocando la ira de las clases medias que ya no se sienten representadas en el actual estado de cosas.
Nuevo mundo, nuevas crisis. Las de nuestro tiempo son causadas por la migración, la delincuencia organizada, el terrorismo y la enorme desigualdad social.
Siempre será mejor la discusión que alerta, que el silencio que complace.
La pluralidad no es lucha de enconos. Es la exposición de programas, el debate y la capacidad de convencer lo que debe significar –ni más ni menos– el triunfo de la razón.
Sin tolerancia el conflicto se aviva, la política se encona y la democracia se desvirtúa.
Para quienes poco o nada tienen las instituciones, las leyes, el análisis de la historia, la prospectiva del poder sin límites, poco importa.
4. La formación política es una profesión. Acortar distancias conduce a la improvisación y frecuentemente al fracaso. Las tareas se cumplen: importan los buenos resultados.
Los políticos hechos de la noche a la mañana no perduran. Los que perviven son aquellos a los que se les conoce por su eficacia y compromiso.
Un político debe estar siempre al día. Solo puede influir en los demás quien conoce la materia prima del conocimiento, que es la realidad.
La política no es de lobos esteparios ni club de merolicos.
Las relaciones entre los políticos suelen ser conflictivas, pues no hay pugnacidad más agresiva que la del poder; no obstante, sin política no hay civilización posible.
Lograr metas con esfuerzo significa conocimiento, aprendizaje constante, compromisos sin tregua.
Se necesitan nuevas formas de hacer política, discursos que alcancen la inteligencia y la emoción del ciudadano.