EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Sábado, domingo de Ray Loriga: el instante que cambia nuestras vidas

Adán Ramírez Serret

Mayo 17, 2019

 

Hay instantes que cambian nuestras vidas, segundos que se instalan en nuestra mente y siempre están regresando con cada pensamiento o fragmento de vida. Es justamente lo que sucede en la más reciente novela de Ray Loriga (Madrid, 1967), la trepidante Sábado, domingo.
Se trata de una novela instalada con fuerza en el género que caracteriza a Loriga, el realismo sucio español. Comienza como una potente caja de resonancia, una corriente de lenguaje plagada de expresiones que nos lleva a Madrid desde los primeros instantes.
Estamos en la mente de un joven de unos 16 años, que es normal, es decir, completamente confundido y que se odia a sí mismo.
La historia que relata sucede precisamente un sábado y luego, 20 años después, un domingo. El personaje de quien conocemos el nombre hasta las últimas páginas, se levanta crudo ese sábado y es llevado a regañadientes a una fiesta que dará su prima (que es la única quien lo quiere en el mundo), por su mejor amigo, el Chino, al que odia pero de alguna manera extraña, adolescente, necesita.
Quedan de verse en la casa del Chino quien tiene bastante dinero y desde allí comienzan a beber vodka, luego, antes de irse a la fiesta, deciden pasar por un Vips a tomar una cerveza. Ahí, nos dice el personaje, es donde todo cambia. Estamos en la mente vertiginosa de un joven y presenciamos el trepidante ir y venir de los pensamientos que son un potente flujo de lenguaje: se arrepiente no bien hace las cosas, y en lugar de hacer algo diferente, sigue sumergiéndose cada vez más en la confusión auto flagelándose.
Decía que en ese Vips es donde cambian las cosas, pues conocen a una chica que trabaja allí. Es particularmente bonita y ambos se quedan prendados de ella. Sin embargo, Chino es el exitoso con las mujeres y decide que debe ser él quien se la ligue. Así que poco antes de irse a la fiesta, le preguntan a la chica a qué hora termina su turno y se van.
En la fiesta de la prima, Chino es odiado por arrogante, por quererse ligar a todas y el narrador es despreciado por raro y por decir siempre cosas confusas que son entre agresivas y enigmáticas. Siguen bebiendo en la fiesta, cada uno por su lado cayendo cada vez más profundo en sus puntos débiles. Chino cada vez más arrogante y el narrador cada vez más vulnerable y destruido por su prima que le rompe el corazón cuando le confiesa que ha encontrado al amor de su vida.
Van de vuelta al Vips, recogen a la chica, la llevan a un bar decadente, luego a casa del Chino donde este comienza a acercarse más a la chica hasta que se van a su cuarto y el narrador se queda afuera y escucha algunos pequeños gritos, risas, y decide subirle a la música. Justo cuando se está quedando dormido, escucha un balazo y luego ve a su amigo salir cojeando sin el dedo pulgar del pie. Antes de darse cuenta de nada, le da un ataque epiléptico y pum, cuando despierta no hay nadie y todo está limpio.
Loriga introduce entre el sábado y el domingo una brillante coma que es un salto de 25 años en donde nos encontramos al narrador contándonos su vida anodina, no logró nada, simplemente porque nunca le interesó ni escribir, ni enamorarse, ni nada…
Tiene una hija a la que apenas le alcanza para mantenerla. Casi no la ve así que decide acompañarla a la escuela un domingo a una fiesta de disfraces. Todo va más o menos hasta que se le acerca una mujer disfrazada de Gatúbela, intercambian unas palabras hasta que ella, de manera sorpresiva, le recuerda aquel incidente de hace 25 años.
Estamos en la mente del mismo hombre pero 20 después, el pulso trepidante de confusión y culpa sigue latente sólo que ahora es algo más doloroso porque la juventud se fue y queda tan sólo él, con su vida vacía y la culpa lo lleva de nuevo a esa noche de hace 25 años en la que nunca supo lo que sucedió.
Es una novela sobre la culpa en donde la analogía es perfecta, después del sábado, siempre llegará el domingo para destruirnos, o eso es lo que pensamos. Los instantes que cambian nuestras vidas se instalan entre un sábado y un domingo. Nos persiguen aunque no sepamos lo que son.
(Ray Loriga, Sábado, domingo, Madrid, Alfaguara, 2019. 200 páginas).