EL-SUR

Martes 16 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

San Marcos tiene la fama

Silvestre Pacheco León

Febrero 28, 2016

La distancia de Acapulco a la cabecera municipal de Ayutla de los Libres donde tiene una de sus sedes la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, es de poco menos de 130 kilómetros, que a velocidad moderada se recorren en dos horas y media.
En el trayecto desde Acapulco se pasa por San Marcos y Cruz Grande, municipios que dan acceso a la región de la Costa Chica.
La otra vía de acceso, también transitado, es por Tierra Colorada, municipio de Juan R. Escudero, cruzando por Tecoanapa en el territorio costachinquense.
Suria y yo salimos de Acapulco por la mañana desde Punta Diamante, después de un frugal desayuno, como un par de recién casados que disfrutan su luna de miel.
Era tan intensa su compañía que poco espacio encontraban mis pensamientos en Adela.
Mi mujer no me había llamado desde el día anterior. Ni un mensaje de ella había en mi celular, y su silencio me reconfortaba un poco, atenuando el leve sentimiento de culpa que todavía me embargaba.
En esta nueva situación de mi vida descubrí que nunca pude superar esa sensación de vacío o insatisfacción que me asaltaba luego de alguna infidelidad.
Esa mañana Suria se veía más linda después de la primera noche de nuestro reencuentro.
Metida en sus pantalones bombachos, una blusa que mostraba lo generosa que la naturaleza había sido con ella, apenas encubierta por una camisola de manga larga, y la gorra a la moda en la que ocultaba su rubia cabellera, era para mí un regalo inesperado, y largamente deseado.
El viaje solos, corriendo los riesgos de los caminos inseguros y violentos del estado, era una preocupación que a veces me asaltaba, pero me sobreponía siguiendo la filosofía de Suria: “lo que importa es vivir el presente, que a decir de los sabios es lo verdaderamente eterno”.
De todos modos, mientras manejaba recibiendo el viento fresco de la costa, platicábamos de los protocolos de seguridad que debíamos seguir en caso de emergencia, y terminábamos besándonos, como si eso fuera la parte esencial para enfrentar cualquier contingencia.
La siguiente parada después de haber hecho alto en el puente del río Papagayo, fue en San Marcos.
Cuando estamos a punto de cruzar el arco de bienvenida le comento a Suria que parte de este municipio también sería de los afectados con el proyecto de la Parota, aunque en ese momento no parece interesarle el comentario, más atenta en tomar nota del convoy militar que nos rebasa.
Luego la entretengo contándole que la primera vez que oí el nombre de este lugar fue en la voz de Agustín Ramírez, el compositor y poeta Acapulqueño de mediados del siglo pasado, que le cantó al amor y a las mujeres costeñas.
–Dice que el pueblo es afamado por sus mujeres bonitas.
Muy a propósito del comentario y mientras detengo la velocidad del vehículo para pasar un tope de los que ahora abundan en todas las carreteras, una mujer morena que carga un canastón sobre la cabeza cruza frente a nosotros con la cadencia de las costeñas, mientras nos mira de soslayo con candor, aunque Suria asegura que es coquetería.
–Además de bonitas, coquetas, me dice sonriendo.
Para reafirmar su comentario le cuento que hubo un cura que trascendió su amor por una de ellas con la canción de la Sanmarqueña.
–¿Sabes cómo se llama?
–El cura no, pero la canción en ritmo de chilena se llama precisamente Sanmarqueña, y dice: Dame lo que yo te pido,/que no te pido la vida/dame lo que yo te pido,/que no te pido la vida/un beso de tu boquita/de tu boquita encendida/sanmarqueña de mi vida,/ sanmarqueña de mi amor.
–Claro, hay una versión más profana y ampliamente conocida, de composición libre, con el ingrediente picante de los costeños.
–Pasaron muchos años para que alguien me ilustrara sobre la versión original de esta canción que también se escucha en la universidad.
–Pues así de universales somos los de Guerrero.
Unas fotos de rigor y algunos comentarios con lugareños nos entretienen en el centro del poblado, y luego continuamos nuestra marcha rumbo a Cruz Grande volviendo al tema de la hidroeléctrica.
–¿Tu crees que el proyecto de la Parota se haya difundido entre estos pobladores?
–Es probable que no.
–También puede ser que la gente no quiera hablar de ese asunto.
–Y menos con extraños.
–¿Te parece que los opositores al proyecto actúan de modo inteligente?
–Si te refieres a la difusión del tema, a lo mejor no, pero lo importante de su lucha es la resistencia a la que convocan.
–¿No se te hace que mantienen una confrontación a veces innecesaria con el gobierno?
–¿Me estás hablando de Suástegui?
–Los guerrerenses somos así, princesa, temperamentales como él. Creo que si hubiera más Suásteguis en el estado, otro gallo cantara.
–¿Aunque su irreverencia ponga a veces en riesgo a su organización, sabiendo que trata con gobernantes vengativos y atrabiliarios?
–Acuérdate del corrido de Simón Blanco. Es la filosofía de mis paisanos. Por cierto que hace rato pasamos por el pueblo donde nació el hombre del corrido, se llama Tres Palos.
–No te rías, ¡es verdad!, le digo también sonriendo. Ése es el nombre del pueblo de Simón Blanco.
–Aunque hay quienes se lo cambian y le dicen la “ilusión”, y la verdad no sé por qué, le digo con candidez haciendo pausa en la plática.
–Suria, en Guerrero la lucha civilizada tiene poca cancha, la gente no está educada para debatir, ni los partidos ni las autoridades son ejemplo para aprender.
–Todos quieren ser influyentes para pasar encima de la ley haciéndola a su conveniencia.
–Yo sé que al gobierno no le gusta la rebeldía del vocero del Cecop, pero también hay muchos que se sienten representados por él.
–También se vale ser irreverente y cabrón contra el gobierno, sobre todo contra esos pinches caciques que se creen dueños del estado, ¿no crees?
–Está bien, no te alteres.
–Y tu postura contra la Parota.
–Apoyo la propuesta alternativa de que se construyan varias presas para el desarrollo incluyente de la región, y que los lugareños se integren y participen del proyecto.
–Pues sí, esa es la experiencia mundial frente a las grandes presas que se azolvan enseguida.
La plática enseguida cambia de tema cuando una larga fila de autos nos detiene de improviso.
–Ahora a enfrentarnos con la otra realidad, le dije a Suria cuando en territorio de Cruz Grande apareció el primer retén de civiles armados.