Jorge G. Castañeda
Febrero 04, 2016
Poco se sabe del demócrata que disputa la candidatura a Hillary Clinton y quien se define como socialista democrático y es portavoz del movimiento contra el 1 por ciento más rico que controla EU.
Las primarias en Estados Unidos siempre son importantes para el resto del mundo, para México y para las tendencias profundas –políticas, ideológicas, económicas, culturales– que posteriormente aparecen en muchos países. Esta no es la excepción, tanto en lo que ya se ha dicho –el rechazo al establishment de la ortodoxia partidista, la xenofobia anti migrantes, la renuencia a aceptar dinastías en el poder– como en aspectos menos mencionados.
Uno de ellos es la causa de Bernie Sanders, el precandidato demócrata de Vermont, que se autocalifica como un socialista democrático, y que alcanzó un empate inesperado –salvo en los últimos días– con Hillary Clinton en el estado de Iowa. Sanders se ha convertido en el portavoz de las denuncias de Occupy Wall Street, contra el 1 por ciento, contra la desigualdad y a favor de la actualización del vapuleado Estado asistencial estadunidense. La expresión erudita, pulida, técnica y sensata de esta causa se cristaliza, de alguna manera, en Paul Krugman y Thomas Piketty. Su abanderado es el viejo judío gruñón, originalmente de Brooklyn y luego compañero de los creadores de Ben and Jerry, que me recuerda a mi finado amigo Bernardo Minkow, y, con pocos años menos, a mí mismo.
Dentro de su excentricidad, de sus excesos y del carácter con frecuencia irreal de sus propuestas, el problema es que Sanders tiene razón en su diagnóstico y en algunas de sus propuestas, aunque no en cómo financiarlas. De 1980 para acá, el ingreso medio en Estados Unidos se ha estancado; la desigualdad se ha ensanchado; la movilidad social se ha detenido; incluso la innegable salida de la crisis de 2007-2009 ha beneficiado mucho más a los muy ricos que a la clase media o a los muy pobres. Bill Clinton hizo poco para corregir el giro conservador de Reagan; Barack Obama hizo un poco más, pero no mucho, para rectificar el de Bush hijo.
Una seguridad social universal; volver a la educación superior gratuita; aumentar el apoyo a los sectores más humildes: todo esto es necesario en Estados Unidos, y posible. El problema es que el 1 por ciento acepte, o se le obligue a aceptar. Lo bueno es que en Estados Unidos se sabe quiénes son: se conocen los nombres, el ingreso y los impuestos pagados por el 1 por ciento más rico de las personas físicas.
En México también, pero no se divulgan, para que no comparemos con otros países. Se dice que cuando Piketty visitó México el año pasado, Luis Videgaray aceptó entregarle, para su próxima investigación, los datos correspondientes del SAT. Ojalá: así, en el futuro no navegaremos de noche.