EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Sangre, sudor y lágrimas, las amenazas del 2017

Abelardo Martín M.

Enero 03, 2017

Si por buenos propósitos y deseos fuera, la realidad sería color de rosa. Las redes sociales son portadoras de corazoncitos, besitos, buenos deseos, todo tipo de caritas sonrientes y muecas que chocan con la realidad. Se vive en los medios de “la red” una esquizofrenia o una bipolaridad muy difícil de comprender y hasta de sobrellevar. La mayoría de la población está sumida en la incertidumbre y el miedo de qué va a pasar, qué tan grave puede tornarse la ya muy problemática situación.
Para el 2017 los augurios de nubarrones y tormentas amenazan los incontables deseos de armonía, felicidad, alegría y prosperidad. El más optimista tiene que moderar sus expectativas ante las amenazas reales, especialmente de ingobernabilidad y chascos económicos. Sería irresponsable suponer lo que es muy difícil llevar a la realidad.
Hoy adquiere vigencia el realismo y la valentía de Winston Churchill, cuando transmitió al pueblo británico lo que le esperaba: sangre, sudor y lágrimas. En México no esperamos que los líderes asuman esa responsabilidad, más bien son proclives y dependientes del elogio, aunque sea pagado y comprado y  mejor si es repetitivo en spots de 30 segundos.
La realidad es terca. Mientras en el planeta el panorama del año se ensombrece y amenaza con la llegada al poder de Donald Trump y su gabinete de archimillonarios, racistas y militaristas, con la expulsión de millones de mexicanos que viven ilegalmente en territorio estadunidense; el mundo está a la expectativa de si el empresario cumplirá todas sus promesas de campaña, que repercutirían de diversas formas, todas negativas; en México todo pinta color de hormiga, entre las consecuencias que tendrá la llegada de los magnates antiinmigrantes, la lenta pero incesante caída del peso, el vaivén de los precios del petróleo y el impacto del incremento sustantivo del precio de las gasolinas con una larga, pesada y penosa cascada de aumentos de precios, abusos y la cada vez mas notoria incapacidad para lograr mínimos de gobernabilidad. Muchos de los factores que acechan el futuro inmediato del país no estaban presentes al empezar 2016, algunos eran impensables, y otros más tenían una importancia muy relativa.
Hoy estamos peor que hace un año, pero seguro estaremos mejor que dentro de 12 meses.
En Guerrero, en cambio, de un ciclo a otro casi no hay novedades que contar. Como cada noche vieja Acapulco se satura de turistas que han hecho una tradición festejar aquí la llegada del Año Nuevo. Los visitantes se sorprenden de la fiesta de luces que ilumina año tras año la bahía de Santa Lucía. Los fuegos artificiales duraron desde el primer minuto de este año hasta las 0:15 y fue realmente espectacular, aunque la oscuridad prevalezca para la gran mayoría de los guerrerenses todos los minutos restantes del 2017. Ni modo.
Pero pasada la fiesta, la vuelta a la realidad es obligada y desalentadora. Todo estaba mal desde antes y no hay muchas mejoras en el inventario, aunque tampoco es justo decir que todo ha empeorado. Falta todavía tiempo y espacio para tocar fondo. Eso incluso da pauta para el optimismo de nuestros gobernantes. Hace un año ya había asumido el mando el gobernador Héctor Astudillo, quien ha cumplido su segunda Navidad en el poder, y desde el invierno pasado intentaba contagiarnos de su entusiasmo y optimismo.
La semana pasada en fecha emblemática, el 28 de diciembre, visitó Chilapa el secretario de la Defensa Nacional, el general Salvador Cienfuegos, quien junto con el gobernador, el alcalde y el comandante a cargo de la región militar, analizó la evolución del operativo de seguridad en esa zona, puesto en marcha hace once meses, y complementado luego con uno que intenta abarcar los municipios de mayor incidencia delictiva en el estado. En Chilapa el gobierno estatal presume la reducción en más de un cincuenta por ciento en los homicidios registrados en el territorio municipal, como resultado de ese operativo, logro que no es menor, basado en la presencia de fuerzas federales. Tanto el gobernador Astudillo como el alcalde, Jesús Parra, reconocieron que sin el respaldo del Ejército la situación en esa ciudad y en el estado sería más complicada.
De ahí que el titular de la Sedena anunció:  “En todo el territorio guerrerense, por el tiempo que así se determine, aquí vamos a estar; por ahí hubo unas notas en medios en las que se decía que nos íbamos, nunca se dijo que nos íbamos y esta reunión me da la oportunidad de reiterar, de ratificar que aquí vamos a estar todo el tiempo y ojalá podamos avanzar con hacer algo aquí permanente, eso cambiaría la realidad no de Chilapa, de toda la región de la Montaña”.
Los rumores locales de la retirada de las fuerzas militares fueron detonados y alimentados por las propias palabras del general Cienfuegos, quien a principios de diciembre generó preocupación y polémica no sólo en Guerrero, sino en todo el país, cuando expresó que los soldados no se sentían a gusto en las calles, pues la formación militar no es para perseguir delincuentes, ni la presencia castrense resuelve realmente el auge de la criminalidad.
O sea que los soldados se quieren ir, pero se quedan. Pero así como dijo una cosa dijo la otra, y el más reciente es ese pronunciamiento tajante de que el Ejército se quedará en Chilapa, en la Montaña y en Guerrero, el tiempo que sea necesario. Que será mucho. no importa que sus palabras fuesen dichas el Día de los Inocentes.
En Acapulco y seguro en las principales ciudades del país, este 2017 esta ya justificada la presencia militar en las calles, lo que de ninguna forma resulta un buen augurio ni abona a la gobernabilidad, tan necesitada por todos. Es reflejo de la incompetencia de las policías locales y del Mando Único, también del creciente problema de inseguridad y el clima de violencia que se asentó en varios estados de la república y de la incompetencia de las autoridades encargadas de impulsar la gobernabilidad, la única base sobre la que podrían construirse tantos deseos de bienestar y prosperidad.
Ojalá ocurriera el milagro y la inteligencia ilumine a quienes tienen la responsabilidad de ejercer funciones de gobierno. Esa parece ser la única herramienta para el 2017. Hacerse ilusiones es necesario y válido, pero sólo si se tienen bien puestos los pies en la tierra, es decir, aceptar la realidad y reconocer que seguirá produciendo sangre, sudor y lágrimas.