Abelardo Martín M.
Diciembre 01, 2020
Muchos taurófilos afirman que la fiesta brava es un reflejo fiel de la vida y de la política y no dejan de tener cierta razón. Se cumplen hoy precisamente dos años de que asumió la Presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador y le restan dos tercios (de 2 años cada uno) para cumplir su mandato sexenal. Digamos que concluyó ya el primer tercio en el que toro y torero “se miden, se tantean y se conocen”. También cuando aparecen los picadores y permiten que el toro se “desahogue” mediante las heridas que le producen.
Para el actual gobierno también ha sido un periodo de decisión, tanteo, pruebas acerca de la forma cómo se introducen los cambios de fondo que se ofrecieron a lo largo de muchos años en los que el candidato López Obrador insistió en modificaciones radicales. Los espectadores esperaban que hubiera mayor decisión, pero seguramente el toro (el gobierno) no lo permitía. Para muchos también ha sido un periodo largo, en tanto que para quienes tienen puestos en la llamada Cuarta Transformación parece un suspiro, un lapso breve en el que los cambios no terminan por asimilarse, aunque tampoco hay la percepción de que el pasado con todos sus defectos y decepciones se logró superar.
En el primer tercio de una faena, apenas el matador conoce y mide los alcances del burel, su fuerza, bravío, casta, carácter, sus reacciones, su instinto. Dos años se cumplen del inicio del actual gobierno, que no ha llegado para ser simplemente uno más en la lista, sino para encabezar la más profunda transformación social en nuestro país.
De ese tamaño fue el mandato popular, obtenido por una amplia mayoría, pues no se trató, como con frecuencia argumentan los opositores al régimen, de un momento de exaltación, ya que ese apoyo se ha sostenido vigorosamente todo este tiempo, y será el factor determinante en el resultado electoral de 2021.
A lo largo de estos 24 meses, las leyes e instituciones se han modificado de manera sustantiva, han dejado de ser el instrumento para proteger y servir a los intereses de unos cuantos, y han adquirido un sentido social y de servicio a la gente. Así ha ocurrido señaladamente con los apoyos sociales y los servicios esenciales de educación y salud, corroídos antes por la corrupción y los desvíos de recursos, que ahora se enfocan primordialmente a los sectores y regiones más vulnerables.
En las 104 semanas transcurridas desde el 1 de diciembre de 2018, eso también ha sucedido con los proyectos y obras, antes encaminados a las regiones más prósperas del país, pero que en la actualidad buscan llevar servicios y empleo a las zonas más depauperadas por el neoliberalismo que la nación padeció por décadas. En ésas estamos y el camino por andar es todavía muy largo, aunque como gusta de repetir el Presidente, las bases se han sentado en lo fundamental. O sea, las picaduras al toro lo han asentado.
De acuerdo al presidente y su gobierno se han afectado innumerables intereses y negocios ligados al poder, cuyos personeros por eso critican e incluso insultan al mandatario y pintan un panorama de fracasos y retrocesos como la tónica del sexenio. Han sido tiempos de una enorme dificultad, no sólo para México sino para el mundo entero.
La pandemia del coronavirus introdujo un elemento de parálisis y muerte que se expandió a nivel planetario. Nuestro país sufrió enormes afectaciones, pero sólo de manera ruin pueden atribuírsele daños que vienen de la emergencia sanitaria al gobierno de la transformación.
El pueblo sabe ponderar las circunstancias, y no será fácil que renuncie a las expectativas de un gran cambio para el futuro de las nuevas generaciones.
Ahí estriba la fortaleza del Presidente, que es la del movimiento de cambio profundo, a cuyo despliegue aún le queda una larga historia.
La siguiente escala será desde luego la elección intermedia, en 2021, en la cual esta vez se elegirán quince gubernaturas, todas las diputaciones federales, e innumerables cargos en congresos y ayuntamientos en la mayoría de los estados. Por la dinámica a la que nos hemos referido, el movimiento de transformación lleva las de ganar en la mayor parte de estos comicios. Tal es el caso de Guerrero, en donde los candidatos de Morena se perfilan como los que obtendrán el voto mayoritario, de acuerdo a algunas encuestas y sondeos de opinión, aunque ya se sabe que quienes las realizan no tienen palabra de honor y como dicen una cosa, pueden después justificar otra.
Por lo pronto se ha abierto la convocatoria para que los aspirantes al gobierno del estado por ese partido se registren. Hace unas semanas los prospectos se acercaban ya a la decena, pero no han dejado de surgir nombres, aunque quienes tienen posibilidades reales no son tantos y si acaso llegan a tres.
Con menos éxito y de manera más discreta, también en el resto de los partidos políticos se advierten movimientos y estrategias para intentar el posicionamiento de sus corrientes y sus abanderados. Desde luego la intensa lucha que se espera en el periodo de campañas y la personalidad específica de los candidatos que finalmente compitan, jugarán para modificar los escenarios que ahora se advierten.
Pero todo indica que tanto a nivel nacional como en Guerrero, el movimiento de transformación obtendrá el refrendo popular para continuar y profundizar el gran cambio emprendido. Sería un absurdo que no ocurriese así, aunque hay muchos quienes aseguran que todos los partidos, no divididos aunque sean alianzas contra natura, irán contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El reto se anticipa intenso, interesante y muy apasionante.
Como la fiesta brava. Faltan todavía el tercio de las banderillas y el de la muleta, con un experto matador en el centro de la plaza.