EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Se enturbia el escenario

Eduardo Pérez Haro

Marzo 06, 2018

Para Guillermo del Toro.

El mundo se sacude entre ventarrones de mercado y cismas provocados por desplantes y medidas temerarias del presidente de Estados Unidos. Mientras tanto, México se cobija en el discurso presidencial de que todo ba vien y se inquieta por las elecciones. El gobierno pega para aflojar a uno de los adversarios del candidato oficial por la Presidencia de la República (R. Anaya), con lo que es de presumir que luego vendrá el otro (AMLO). Y en medio de ese turbio escenario nacional los mexicanos de celular apechugan y acumulan corajes para su revancha o desagravio electoral, sin más, hasta ahora.
El banco central de Estados Unidos (la Reserva Federal, la FED por sus siglas en inglés) esgrime condiciones de realce de la economía de ese país y con base en ello reitera su determinación de encadenar incrementos en el costo del dinero durante el transcurso del año. Empero, las bolsas de valores de las principales economías del mundo oscilan con nerviosismo sin poderse recuperar del descalabro de hace un mes (2 y 5 de febrero) en clara evidencia de la fragilidad de la bonhomía económica supuesta por la FED.
Más bien intenta contener las presiones inflacionarias provenientes de la reforma fiscal de Donald Trump en la que se disminuyen los impuestos a la inversión en un15% y el aumento salarial del 2.0% en el país vecino del norte. Mas ello es un arma de doble filo pues si bien contrae el circulante evitando un incremento incontrolado en los precios de las mercancías también frena la inversión. En otras palabras, la economía de Estados Unidos se encuentra en una encrucijada.
Pesa sobre su circunstancia un fuerte endeudamiento público y privado del orden del 100% de su PIB, y su crecimiento responde a la valorización del mercado bursátil mas no de su producción de bienes y servicios no financieros, con lo que se sabe en desventaja frente a la fuerza y dinámica de la economía asiática, particularmente de China. Estados Unidos sabe que su economía, a pesar de estar creciendo con empleo (precario) no le sirve en el mediano plazo para mantener su supremacía en el orbe, amén de que el fenómeno general de centralización económica le abre cuarteaduras internas, cifradas por la desigualdad y la pobreza. Estados Unidos es ya el país con mayor desigualdad y pobreza de los países desarrollados.
Trump quiere reindustrializar a Estados Unidos y todo pareciera que le gustaría hacerlo evocando la integración vertical de las grandes empresas de tiempos pasados, donde los americanos lo hacían todo dentro de la fábrica, pero se enfrenta a dificultades que parecen infranqueables como lo es el formato de integración global de las cadenas de valor donde un automóvil ya no se hace en un solo país, y quien lo intente se sale de costos de competencia, esto es, que termina por producir más caro y por tanto sin poder salir a buen precio al mercado, amén de que la economía ya no puede descansar mucho más sobre la emisión de dinero de deuda que en buena medida se fuga a las bolsas de valores en lugar de dirigirse a la producción y, por ello, el cruce de fuerzas entre el sistema financiero y el propósito de reindustrialización. Ahí están en este forcejeo, y ante ello y mientras tanto, Trump pretende apalancarse disminuyendo su déficit comercial, del orden de los 800 mil millones de dólares y, de ser posible, revertirlo a manera de superávit en favor de Estados Unidos.
El presidente norteamericano arremete con una carga impositiva del 25% para las importaciones norteamericanas del acero y del 10% para las del aluminio bloqueando a los proveedores asiáticos y europeos principalmente, y de paso, complicando exportaciones mexicanas y amedrenta con abrir una guerra comercial si los países europeos y China reaccionan con aranceles a los productos norteamericanos, tuitiando, muy a su estilo, que eso es cosa fácil de ganar y a la vez que el jefe de las negociaciones sobre reglas de origen para la industria automotriz se levanta de la mesa y deja sin sustancia la séptima ronda de negociaciones sobre el TLC.
En sentido contrario a esta soberbia postura, México debe reconocer que el momento no es fácil, pues nuestra economía no es tan sólida al contabilizar desaceleración de la inversión y de la formación del capital fijo, lo que significa que la fábrica no crece en el nivel deseable, aunque se presuman ventas de las tiendas departamentales y formalización de empleo, además de que tiene una gran dependencia del comercio exterior que está siendo amenazado con la ofensiva comercial de Trump a partir de la discusión de la industria automotriz que, en grado alguno, viene vinculada al arancel del acero y el aluminio, mas este es sólo el planteamiento inicial de su ofensiva comercial que se liga al diferendo sobre las reglas de origen que pretende elevar sustancialmente la participación regional en la integración de un automóvil al pasar de 62% que actualmente opera a 85% y de ese porcentaje incorporar el 50% de origen estadunidense.
Y más aún, pues estas medidas y estos temas no son lo único que está sobre la mesa para corregir el déficit comercial norteamericano, que por lo demás, le abre serias dificultades en su balanza de pagos y sin mucho margen en las finanzas públicas, como se puede desprender al haber promovido una disminución de los impuestos, y enfrentar una política monetaria restrictiva por parte de la Reserva Federal, de manera que estamos viendo y viviendo los primeros escarceos de un gigante acorralado que se la quiere cobrar con esquemas proteccionistas y amenazas belicistas en ausencia de una verdadera economía de ventajas competitivas de la producción que se ha venido debilitando en el camino glob@lizador, tras consentir el crecimiento incontrolado del capital financiero. El monstruo se muerde la cola.
No estamos diciendo que se ha instalado la guerra comercial entre las principales fuerzas económicas donde México, sin ser potencia, está en el primer plano de la discusión, por su cercanía, por su relevancia como tercero en importancia comercial con Estados Unidos, después de China y Canadá, y por estar emplazado en la mesa de negociaciones del TLC, pero tampoco podemos negar que se vaya gestando, pues tenemos como telón de fondo la guerra comercial del petróleo con la que nuestro país se embarcó a ciegas al conceder los cambios para facilitar una alianza y no obstante, Estados Unidos se lanzó a una sobreproducción hasta tirar los precios y reestablecer su prevalencia en el mundo energético que está detrás de los autos y demás, y por supuesto dejando a nuestro país colgado de la brocha.
No es preciso hacer vaticinios catastróficos para tomar debida cuenta de que se asiste a un momento complicado en la relación con Estados Unidos, no sólo por parte de México, sin duda China o Canadá, por no decir Alemania o Inglaterra, enfrentan una circunstancia semejante, con la diferencia de que nosotros tenemos menos peso económico y mayores debilidades de fondo, pues fuera de nuestro sector externo, ligado a exportaciones e importaciones, el resto de nuestra economía que hace la mayor parte de nuestra estructura productiva, territorial y poblacional, está fragmentada y con una franca insuficiencia tecno productiva y, por tanto de competitividad, que lo aludo en el ánimo de tomar cartas sobre el asunto desde la perspectiva de los olvidados por la política económica y la política-política que sólo se voltea a verles en época de elecciones, cuando ya podemos contabilizar medio siglo de abandono y menosprecio, a pesar de que no hay proyecto que pueda prosperar en su ausencia como lo demuestra el saldo negativo de la falta de funcionalidad y fuerza competitiva nacional frente a las desviaciones financieristas de la acumulación mundial, las tendencias centralizadoras de la glob@lización y el nerviosismo de los titanes en el forcejeo por la hegemonía internacional.

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