EL-SUR

Lunes 16 de Junio de 2025

Guerrero, México

Opinión

Semana Santa

Silvestre Pacheco León

Abril 21, 2025

Viajamos del altiplano a la costa durante los días santos envueltos en la humareda de los incendios forestales que inundan el valle de Cuernavaca y mantienen cerrada la subida al cerro del Tepozteco, uno de los mayores atractivos del pueblo de Tepoztlán, pero aunque estamos en Semana Santa, para el día martes ya es poco el tráfico de los capitalinos que viajan por la Autopista del Sol a la playa más próxima que sigue siendo Acapulco.
El único desconsuelo para los vacacionistas es que las casetas han suspendido la gratuidad del peaje que se mantuvo por meses y ahora, muy en las vacaciones han vuelto a cobrar con un precio elevado como para recuperar pronto lo que dejaron de ingresar durante la reconstrucción del puerto.
Los contratiempos del camino que vemos en la Autopista del Sol son los de siempre: algunos vehículos averiados, parados en la zona de acotamiento, esperando el auxilio que no llega.
El colorido en estos desperfectos vehiculares que a veces terminan pronto con el entusiasmo de los vacacionistas, queda a cargo de los avisos improvisados pero llamativos que ponen los afectados para evitar colisiones. A falta de una franela roja que es la señal universalmente conocida, una familia usó su equipaje poniendo en fila sus nuevas, relucientes y llamativas petacas multicolores en espera de Los Ángeles Verdes.
El patrullaje del Ejército y la Guardia Nacional se mira constante y eso ayuda a la tranquilidad de quienes viajan, permitiendo disfrutar del paisaje que, aunque seco, cenizo y ahumado, resulta siempre atractivo, gracias a la bondadosa naturaleza que siempre sorprende, porque aun con todas las calamidades y peores condiciones de sequía, puede hacer brotar entre los montes la floreada fronda de los robles, con sus acampanadas y menudas flores de tenue color púrpura o rosado, y los primaveros con su intenso amarillo chillante.
Las parotas o juanacastles y las ceibas son, entre tantos árboles, el mayor atractivo, porque apenas terminando de madurar sus frutos que al caerse tapizan el suelo, renuevan con rapidez sus hojas caídas que se convierten en un oasis de sombra, que contrasta con el estrés que sufren la mayoría de las plantas que por el calor y la sequía se encierran en su corteza esperando impacientes las gotas de la lluvia que ya las cigarras piden a coro todas las mañanas y tardes de estos días.
De tramo en tramo el paisaje cambia, de lo reseco y requemado por el fuego y el sol, al doméstico verde de los cañaverales del valle de Morelos.
Más adelante se encuentra un paisaje de palmas silvestres que parecen sembradas a propósito para vestir de verde las faldas de los cerros sobrevivientes de los incendios en la vecindad con el territorio de Huitzuco, muy cerca de Paso Morelos donde se encuentra la siguiente caseta de peaje.
Por fortuna ya son pocos los tramos carreteros donde se trabaja para evitar los derrumbes y eso facilita y hace más descansado el viaje. Solo conté un lugar donde se reducen los carriles por esas obras y porque veo trabajando bajo el candente sol a los peones, lo que me lleva a pensar en que alguien debe dar la orden a los contratistas y capataces para que los provean de suficiente agua, fraccionando la jornada laboral para evitar los golpes de calor que son una realidad, aunque muchos lo tomen a chanza.
Después vienen los cuatro puentes colgantes en territorio guerrerense, tensos e intactos que me siguen asombrando por su belleza, sobre todo el que cruza el río Mezcala, que permite admirar el pequeño pueblo de ese nombre, fundado en uno de los recodos del río.
Ya en territorio guerrerense que no hemos dejado atrás es el humo que nos envuelve y que en vez de aminorar se torna más denso, confirmando lo que dicen las notas periodísticas de que el estado ocupa ya el segundo lugar en incendios, y por eso pienso en mi amigo Carlos Toledo recién nombrado delegado de la Conafor que tiene el reto de acometer tantos frentes de fuego con tan pocos recursos.
Así llegamos a la capital del estado donde seguimos respirando el humo de los incendios cuyo olor a madera quemada nos despierta en la noche y mientras conciliamos el sueño pensamos en el riesgo que corren las brigadas de apaga fuegos, recordando con pesar el deceso del brigadista muerto en el territorio de Ahuacuotzingo.
Jueves y Viernes Santo estamos en Chilpancingo y cuando por necesidad tenemos que salir a la calle, antes de que el viento de la montaña traiga un poco de frescura, nos entretenemos haciendo recuento de los escasos y descuidados parques de la ciudad que podrían ser un lugar para la distracción de los habitantes que pasan estos días de vacaciones escolares encerrados en sus casas por el calor. Empezamos con el parque de la Alameda que con todo y lo caro que resultó es un refugio decente para los vecinos, así como la unidad deportiva de la UAGro que bien podría integrarse con el Zoochilpo para convertir esa área céntrica de la ciudad en una zona arbolada y sombrosa, cancelando el anacrónico y peor atendido lugar donde los animales sufren cautivos.
Un parque así podría ser mejor aprovechado y con menos gasto para su mantenimiento.
Después está la plaza Primer Congreso de Anáhuac con sus jacarandas en flor, sus higueras y laureles gigantes que dan calidad al descanso y esparcimiento de los paseantes, porque ni siquiera el deportivo del CREA, recientemente desocupado, está en condiciones óptimas para los que gustan del deporte al aire libre.
Dejamos Chilpancingo en ese ambiente para seguir nuestro rumbo a la Costa Grande cuando es viernes y suponemos que aumentará el flujo de visitantes en carretera, pero no hay lugar para el estrés, todo está tranquilo salvo porque siguen sin avance visible las reparaciones del tramo colapsado en la continuidad del puente de Coyuca, y el libramiento de Tecpan cuya afectación obliga al viajero a visitar la cabecera y perder hasta una hora en esa desviación.
Y es precisamente en territorio tecpaneca donde sin anuncio que avise de la reparación de la carretera hay largos tramos prácticamente sin asfalto porque supuestamente trabajan para reencarpetarlos. Cabe comentar que en esas partes no hay vigilancia alguna a pesar de que es un riesgo el uso de un solo carril para los que van y vienen.
Desde Bajos del Ejido, en la entrada a la costa contamos las vistas que se tienen del mar y las lagunas como espectáculo que se disfruta en el extenso litoral sembrado de cocoteros.
Los surtidos puestos de venta a bordo de carretera en casi todos los pueblos, son dignos de visitarse mientras se toma un descanso para estirar las piernas y comprar alguna fruta de temporada, pues en ellos no faltan nunca los plátanos frescos y deshidratados ni los mangos que aquí tienen su cuna en toda su variedad, las papayas y cocos, las gigantescas yakas de múltiples olores, los chicos dulces como cajeta, los guanábanos en fruta y en agua, el café molido y en grano, la miel de abeja, en tarro, con y sin panal, dulces de coco en todas sus formas, plantas y empanadas, y sal de mar para regalar.
Desde El Calvario, ya en territorio petatleco pudimos ver la gran afluencia de turistas que nos esperan porque esa playa, siempre desierta frente al elevado y angosto paso de la carretera, ahora luce llena de bañistas y no hay lugar para estacionarse frente a los restaurantes cuyo principal espectáculo es la puesta del sol y el azul del mar vistos desde una hamaca.
Por la tarde hemos llegado ya a nuestro destino, el puerto de las maravillas donde compartiremos con miles de visitantes el sol, la playa y el mar.

Sígame en E mail. [email protected]
Tiktok y youtube bahíalapolitica