EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Señor Davis, ¿qué pasó?

Federico Vite

Diciembre 01, 2015

Una vida plena (traducción de Carlos Gardini. Bestia Equilátera, Argentina, 2012, 254 páginas), de Lawrence James Davis, se publicó originalmente en Estados Unidos el primer año de la década de los 70, y a pesar de que tuvo unas elogiosas reseñas en los principales suplementos culturales de ese país, no pasó realmente nada en cuanto a la venta de la novela. Poco a poco, el mapa literario de Estados Unidos borró a un tipo que sondeaba los recovecos de la mediocridad en la clase media gringa. Retrató a un matrimonio que confundió el sentido vital de la existencia con la apropiación de bienes.
El señor Davis escribió Whence all but he had fled (1968), Cowboys don’t cry (1969, Viking Press. Reimpresa en 1970 por Ace Books), A Meaningful Life (1971, 2009) y Walking small (1974).
Cuatro novelas que sedujeron a los críticos literarios estadunidenses; desde 1968 hasta 1974, el señor Davis vio su nombre en las marquesinas del mundillo literario gringo. Pero a pesar de que estaba en boca de todos, sus libros se vendían poco, a cuenta gotas.
En el departamento de J.L. Davis, como refiere Erik Konigsberg, reportero de The New York Times, aún hay ejemplares de sus novelas. Cajas de volúmenes que no pudieron venderse, ni siquiera tenían la posibilidad de mostrarse en los escaparates de las librerías. El panorama es deprimente, señala Konigsberg. Agrega: “La obra de uno de los escritores más alabados por los críticos y reseñistas se ha olvidado”.
En 2009, el escritor Jonathan Lethem indicó en un ensayo, en el que habla de los escritores de Brooklyn, que Una vida plena es un libro profundamente atractivo y sombrío. “Es la novela más divertida que he leído en toda mi vida”, afirmó. Gracias a ese texto, New York Review Books Classics reimprimió Una vida plena en 2009. Años después, realmente han pasado muy pocas cosas con este libro; pero la más importante es la traducción al español de la obra capital del señor Davis.
Una vida plena narra la vida de Lowell Lake. Este tipo miedoso, pusilánime, huevos tibios, está cada vez más cerca de la orilla del fracaso personal. Tiene un matrimonio horrible, un trabajo sin proyección alguna ni futuro, fracasó como novelista; se mudó a Nueva York sólo para arrepentirse de inmediato. Ni siquiera intuye que su vida es una suma de catastróficas desdichas. La hazaña portentosa de la vida de Lowell es la compra de una mansión en ruinas, en la zona más pobre de Brooklyn, pretende reconstruirla y recobrar el antiguo esplendor de una casa adorable. El camino hacia el desastre empieza tras la adquisición de la casona. Lowell quiere tener una vida plena y se dispone, pese a todo, a lograrlo. Se adueña de un inmueble grandioso, devastado y en ruinas. La imagen de esa casa corresponde con la del propio Lowell: necesita sentirse vivo, habitado, reconstruido.
El punto de vista del señor Davis es grandioso, todo parece una reproducción a escala de una caricatura mal hecha, diseñada por verdaderos títeres, como si el absurdo, más allá de los hechos, fuera dictado por el alma temerosa de un narrador en tercera persona que toma de la mano al lector y le muestra la diacronía de Lowell, una acumulación de errores que terminará por explotar en la cara del protagonista, como una bomba de tiempo.
Lowell se convierte en un alcohólico que olvida sus responsabilidades, deja las puertas abiertas de su nueva casa, su matrimonio se diluye. Y, como era de esperarse, su esposa lo abandona. Tiempo después, ella decide volver con él, pero con una condición: no tendrán relaciones sexuales. “No estaban casados uno con otro, estaban casados con su matrimonio”, dice el autor para mostrar el deterioro de un hombre que no logró entender cuáles son los ejes de acción en su vida. Simplemente dejó de tomar decisiones y eso lo fue llevando a distanciarse del paradójico título de la novela, a consumar los errores como epifanías tétricas.
La obra del señor Davis tiene un halo sombrío; pero es matizado por el humor. El lector no siente la ponzoña del mundo envenenando la trama, da continuidad al relato con algunas preguntas relacionadas con el desenlace de Una vida plena, en especial, con la escena final de Lowell, con la ruina que da carpetazo a la novela. ¿Hasta dónde puede llegar la humillación de un hombre? Porque lo atractivo en este libro es que el autor nos muestra con absoluta perfección un hecho terrible: lo peor que puede pasarle a un hombre es confundir la acumulación de errores con el destino.
El señor Davis obtuvo la beca Guggenheim en 1975. Deseaba escribir ficción, pero de alguna manera, tal vez imitando al protagonista de Una vida plena, abandonó la literatura y se dedicó exclusivamente al periodismo. Puede leerse en este hecho, la renuncia al futuro promisorio de un narrador, como el principio de una comedia negra. Davis muere en el 2011. Tuvo cada vez menos lectores, tanto de su obra de ficción como la de no ficción. Sus libros son de un corte extravagante, muestra con entusiasmo los pozos sin fondo del sueño americano. Y sus personajes, a pesar de que creen en la bonanza, hacen todo lo posible por erradicarla del futuro inmediato. Derrumban las promesas que hicieron, caminan errando el paso y dejando en claro que la fabricación del hundimiento también requiere de un gran esfuerzo. Que tengan buen martes.