Jesús Mendoza Zaragoza
Septiembre 06, 2007
Ayer, 2 de septiembre se cumplieron 10 años de la muerte de Viktor Frankl, siquiatra judío que pasó por la prueba de fuego de
los campos de concentración nazis durante la segunda guerra mundial, cuya voz y pensamiento se difundieron por los cinco
continentes a través de libros y conferencias en las que proponía su teoría sicoterapéutica, la logoterapia.
El pensamiento de Frankl ha trascendido y se ha agregado al patrimonio científico de la humanidad, aportando elementos muy
valiosos que podemos ir recogiendo para tratar los problemas cotidianos y para asumir en toda su profundidad la vida de las
personas y de la sociedad. Estando en el campo de concentración, Frankl observó que aquéllos prisioneros que tenían esperanza
de reunirse con sus seres queridos conservaban la idea de realizar o culminar proyectos inconclusos o poseían una fe inamovible,
por lo que tuvieron más oportunidad de subsistir que quienes carecían de motivos para vivir.
De esta manera fue consolidando su teoría del sentido (logos), según la cual la vida tiene sentido ante cualquier circunstancia,
aún en situaciones límite como el dolor, la enfermedad, la pérdida de un ser querido. Al vivir la experiencia terrible del campo de
concentración que sólo le abría el horizonte de la muerte, Frankl reconoce que todas las experiencias humanas, aún aquéllas que
parecen más absurdas e inhumanas como el sufrimiento, el dolor y la humillación tienen un sentido.
Cada hombre y cada mujer, en esta tierra, puede vivir para algo, puede vivir para alguien. Querer vivir “para nada”, en la
desesperación y en el vacío de quien busca atrapar el placer del momento sin ningún proyecto serio, sin ningún amor sincero, es
caminar hacia la propia destrucción emocional y existencial. Es un suicidio moral, quizá tan grave como el suicidio físico, al que
no pocas veces, por desgracia, conduce. El vacío existencial en que vive nuestra sociedad moderna fue vaticinado por Frankl hace
muchas décadas. Hoy nos enfrentamos con una frustración existencial cargada de una falta de sentido y de un gran sentimiento
de vacío. La sociedad postmoderna y de opulencia satisface necesidades pero no la voluntad de sentido. La logoterapia ofrece
respuestas y caminos para tener una existencia más significativa. La cultura posmoderna es la negación del logos, del sentido; el
padecimiento de una vida sin propósito es la enfermedad emblemática de quien renuncia a buscar el sentido inscrito en los
acontecimientos y en las experiencias, y que el hombre necesita encontrar para convertirse en el dueño de su destino.
El caso es que el aporte de Frankl es fundamental para recuperar a la persona, que es la clave fundamental de la sociedad. Si la
persona es dueña de sí misma y asume su responsabilidad aún en las circunstancias más adversas, está en condiciones de ser
constructora de condiciones sociales, económicas y políticas adecuadas para sí misma y para la sociedad. En un contexto en el
cual se renuncia con facilidad a asumir la responsabilidad histórica y el compromiso social para refugiarse en el individualismo,
Frankl postula la afirmación de la libertad, la responsabilidad, la capacidad de auto-trascendencia y el valor único del ser
persona.
Lo que quiere es fomentar la responsabilidad de la persona mediante un método terapéutico que parte del espíritu, centrándose
en la búsqueda de sentido. La propuesta de Frankl ayuda a descubrir a muchas personas, su potencial espiritual, para lograr así
tener un proyecto significativo de vida. Su objetivo es conducir a la persona a la autodeterminación, sobre la base de la propia
responsabilidad y solidificar el sentido de servicio y amor a los demás, tan necesario para construir una sociedad más justa y
fraterna.
El sin sentido distorsiona la vida personal y se proyecta en las relaciones sociales de manera destructiva y enfermiza.
Necesitamos personas con una gran fuerza espiritual que sean capaces de sobreponerse ante las situaciones más oscuras, que
dispongan siempre de su libertad para decidir vivir y vivir bien, que asuman con responsabilidad su destino y que superen
siempre la tentación de traicionarse a sí mismas. Estas, son personas que pueden aportar mucho al prójimo y con grandes
potencialidades de servicio a la sociedad.