EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Septiembre: la tragedia, la patria y la paz lejana

Abelardo Martín M.

Septiembre 20, 2022

Sin lugar a dudas septiembre se convirtió en el mes del miedo, de la sorpresa, de la amenaza latente y cumplida (1985, 2017 y 2022) de los temblores que reviven la tragedia, la zozobra, la impotencia, la muerte, la devastación, la destrucción, la oración y también la burocracia, la lentitud para restablecer la normalidad y la calma.
El 19 de septiembre se convirtió en el día de mayor riesgo y significado del año, porque no se tiene noticia, en ningún lugar del mundo y de la historia, que el mismo día de distintos años, una fecha específica, se repitan temblores, movimientos telúricos de magnitud importante. La ocurrencia en una misma fecha y en un mismo país de tres terremotos de más de siete grados, es calculada en una posibilidad en 133 mil, según el científico José Luis Mateos, del Instituto de Física de la UNAM, citado por el periodista Sergio Sarmiento. Es decir, es una probabilidad dos veces más remota que sacarse la lotería mexicana.
Septiembre ha sido calificado oficialmente como “mes de la patria”, pero después de esta tercera ocasión en que el mismo día de distintos años ocurren sismos, es también el mes del miedo, del temblor, en el que las historias personales de tragedias se conmemoran y se repiten, lo que es aún más dramático. No se trata de un sino, de una maldición del destino, porque el universo y la tierra tienen sus características más allá, en la mayor parte de los casos, de la comprensión humana.
Los temblores de tierra, como los tsunamis, los huracanes y todos los movimientos de aire, viento o fuego, los elementos de la naturaleza son superiores a la capacidad humana.
El sismo de ayer se sintió, como los anteriores del 19 de septiembre, en distintos estados de la República, aunque ahora los daños más graves no ocurrieron en la ciudad de México, azotada gravemente tanto en 1985 como en 2017.
Sin embargo, es un recordatorio de que las construcciones deben cumplir con los estándares que obliga una zona comprobadamente sísmica como la de la capital de la república mexicana.
En todo el mundo, el mes que corre tenía ya una impronta de duelo internacional, por el fallecimiento de Isabel II, la soberana del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, así como de los Estados que forman parte de la Mancomunidad de Naciones, cuyo reinado se extendió por más de setenta años, el más largo de la historia; sus exequias concluyeron por coincidencia, también este lunes 19 de septiembre.
Decíamos líneas arriba que este mes, sin duda alguna, tiene el simbolismo de la patria, en especial por el aniversario de la Independencia. En medio de un clima de polarización al que ya nos hemos referido en otros momentos, transcurrieron en nuestro país los días más emblemáticos de las Fiestas Patrias, en las que se esperaban pronunciamientos trascendentales alrededor de los conflictos que han surgido dentro del tratado comercial de México con Estados Unidos y Canadá.
En un viraje anunciado con antelación, el Presidente de la República decidió no utilizar finalmente su discurso del 16 de septiembre para fijar una posición sobre el tema, que se veía venir como un mensaje que escalaría en las diferencias con nuestros principales socios comerciales, particularmente en el tema de la generación y comercialización de la energía eléctrica.
Se refirió en cambio, como lo había adelantado, al ambiente bélico que vive el mundo, específicamente por la guerra que Rusia le declaró a Ucrania, y detalló una propuesta para lograr una tregua y propiciar un proceso de paz en el mundo.
Pero la iniciativa no fue bien recibida. Rusia ha guardado silencio, al igual que las potencias mundiales y los líderes de los organismos internacionales, en tanto el gobierno de Ucrania lo interpretó como una idea que favorece los intereses de Moscú, pues según su visión, una tregua le serviría al ejército ruso para reorganizarse y ponerse nuevamente a la ofensiva.
Para cuando el plan sea expuesto en la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, como se ha anticipado, es posible que el posicionamiento de Ucrania, la nación agredida en ese enfrentamiento bélico derive en el escepticismo de otros gobiernos y en la inviabilidad del planteamiento.
El problema de la guerra, dice una vieja frase, es que todo mundo sabe cuándo y cómo empieza, pero es muy difícil ubicar cuándo y cómo terminará.
Así ocurre en nuestro territorio, no obstante que uno de los objetivos planteados desde el arranque del actual gobierno ha sido la pacificación del país, las acciones violentas se siguen presentando, y en muchas regiones hay la percepción de que el crimen organizado aumenta su dominio y su arrogancia, pese a que el gobierno presume que hay una reducción en los últimos meses de la cifra de homicidios dolosos.
La cuestión es que el apaciguamiento se mira lejano, y hay en muchos puntos un recrudecimiento, un retroceso en la vida y la tranquilidad de pueblos, caminos y ciudades.
En Guerrero, donde sí se apreció en los años recientes una disminución notable de las cifras sangrientas, en lo que va del actual gobierno se observa más bien una especie de pasmo; el número de los crímenes se mantiene estable y la población se queja de que las extorsiones y los cobros de “derecho de piso” son cada vez mayores.
Incluso los conflictos políticos y sociales van al alza en la entidad. Ante la proximidad del octavo aniversario de la tragedia en Iguala, a pesar de los avances y nuevos enfoques en la investigación del caso anunciados por las autoridades federales e incluso la aprehensión de algunos de los responsables de lo que se ha catalogado como un crimen de Estado, los normalistas de Ayotzinapa han decidido elevar el nivel de confrontación y han vandalizado las instalaciones de las zonas militares de Chilpancingo e Iguala.
En una especie de respuesta, el llamado antimonumento de los 43, situado en una glorieta de la capital guerrerense, fue a su vez quemado, en coincidencia con el primer aniversario de la muerte de una persona ocasionado en un choque con un autobús secuestrado por los normalistas.
A una semana de que se conmemoren los hechos de Iguala que hemos mencionado, es previsible que el clima de confrontación crezca. En ese ambiente, la intervención de las autoridades será crucial para que las cosas no se salgan de control y deriven en nuevos acontecimientos lamentables.
Como se ve, la paz es siempre un buen propósito, pero no basta con desearla para lograrla, lo mismo en conflictos bélicos internacionales que en la escala de un país o de una región.
Así estamos, entre terremotos, violencia criminal, tensión social, la paz quebrantada en ámbitos locales y planetarios, y la desaparición de una reina legendaria.