EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Servicio público

Florencio Salazar

Julio 21, 2020

Sólo hay que tenerle temor al miedo.

Winston Churchill.

La pandemia está modificando usos y costumbres. No abordaré sobre lo que se ha dicho hasta la fatiga, solo haré algunos comentarios respecto a las responsabilidades de los servidores públicos, cuya actividad no puede suspenderse por motivo alguno. Esto parece una perogrullada, pero hay que referirlo porque algunos, sin el mínimo síntoma, tratan de acogerse al encogimiento de horarios y suspensión laboral otorgado a personas vulnerables.
Desde marzo pasado, el Ejecutivo Héctor Astudillo Flores dispuso que solo el 30 por ciento del personal laborara mediante un sistema de reducción presencial, uso de cubre bocas, toma de temperatura, gel, composición de cloro para calzado y frecuente desinfección de oficinas. Conforme a lo indicado, no hay hacinamiento y se guarda la sana distancia.
Al asumirse como sinónimos, suele confundirse Estado con Gobierno. El gobierno es “el equipo que se encarga de ocupar los cargos directivos del Estado, de manejar los recursos y el aparato estatal” para cumplir con sus fines. También el “grupo de personas designadas para cumplir sus tareas; esencialmente, tomar decisiones que afectan a toda la comunidad y hacer valer la normatividad para facilitar la convivencia social” (José Antonio Crespo).
Como se advierte, el gobierno en ningún caso puede permanecer inmóvil. Algunas actividades no esenciales pueden pausarse o suspenderse, pero otras son permanentes. El gobierno, diferenciado por competencias en sus órdenes federal, estatales y municipales, debe accionar todo el tiempo.
En épocas regulares, todo el personal disfruta de lapsos de descanso, lo mismo el personal sustantivo (responsabilidades esenciales), que el personal adjetivo (de apoyo). Hay oficinas públicas que pueden cerrar en esos periodos, como las de trámites; pero hay otras, que deben estar siempre abiertas; es el caso de los cuerpos de seguridad, protección civil y salud, por mencionar las más relevantes.
El Covid-19 ha causado incredulidad, desconcierto, pánico y protesta social. No son pocos los gobiernos de diferentes continentes, que tomaron decisiones erráticas o de franco desdén. Apareció en noviembre pasado en China y muchos creyeron encontrarse en la época de La vuelta al mundo en 80 días de Julio Verne.
En América, desde Estados Unidos hasta Brasil, la mayoría de los gobiernos ignoraron el significado de la interdependencia de las naciones, el dinamismo de las relaciones comerciales, la facilidad de traslado de las personas, las tecnologías de la información, lo cual tiene implícita la velocidad del contagio. Siendo exponencial el coronavirus, obvio que a todos los países, con sus regiones y localidades, tarde o temprano nos iba a llegar.
La pandemia, además de contagio y numerosas muertes, ha provocado cierre de negocios, quiebra de empresas, desempleo, más pobreza. Las medidas iniciales para el funcionamiento del aparato público en Guerrero, siguiendo las federales (La sana distancia y Quédate en casa), fueron establecer labores solo en el turno matutino, suspender clases y actividades no esenciales. Además, enviar a su domicilio a un buen número adultos mayores con obesidad, hipertensión, diabetes o por ser madres solteras y solas.
El recorte del tiempo laboral no aplicó a mandos medios y superiores, quienes han trabajado de manera regular con sus equipos cercanos. No podría ser de otra manera: el gobierno no puede parar ni hacerse el desentendido de sus deberes. Cerrar oficinas significaría dejar a la población sin gobierno. En un ambiente de anarquía los resultados serían nefastos, pues cada quien haría lo que le viniera en gana sin orden ni concierto. De ahí la importancia de que los ayuntamientos atiendan con empeño las medidas preventivas y apliquen la normatividad.
La burocracia es más intrincada que El laberinto del minotauro; por algo salir de él es una de las proezas de Hércules. La burocracia, cuerpo permanente en virtud de plazas sindicalizadas, sobrevive a los gobiernos, es decir, a quienes diseñan y operan las políticas públicas (el ejercicio del poder político para programar y ejecutar los recursos administrativos, materiales y financieros para favorecer el desarrollo general). Su tarea es significativa, pues en la burocracia radica la memoria y el esqueleto de los trámites, gestiones y procesos en y de la administración.
Problema es cuando los mandos medios y superiores se burocratizan y se califican con este indeseable peyorativo. Repugna que algunos servidores públicos, bajo el argumento del posible contagio, se hagan los perdedizos. Todos tenemos temor al contagio, pero ello no excusa del cumplimiento de las responsabilidades. Servidor público significa estar al servicio de la sociedad, de la cual provienen salarios y recursos. No imagino al personal del Sector Salud, por temor al contagio, retirarse a sus domicilios. ¿Y los enfermos? ¿la atención hospitalaria? ¿el deber humanitario? ¿la ética? Hombres y mujeres del sector salud se han contagiado y algunos salvando vidas han perdido la suya. Auténticamente son los héroes de nuestros días.
Nadie debe abandonar la tarea. El servicio público es vocación, que implica un insoslayable sentido de responsabilidad; la nómina es la contraprestación, no la razón de ser. Se ocupa un cargo en el gobierno para servir con entrega y temple, sobre todo en momentos de crisis como los que enfrentamos por el más agresivo de los virus de todos los tiempos.
“Todos estamos en manos de todos”.