EL-SUR

Lunes 06 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Siempre con la guardia baja

Efren Garcia Villalvazo

Enero 28, 2007

 

A reserva de que alguien esté mejor enterado que yo, lo del maíz no es ninguna sorpresa. Ya se veía venir desde hace mucho tiempo, antes quizá de que nos convirtiéramos en importadores del grano que es el núcleo cultural de nuestro pueblo. Sólo hacía falta que apareciera un uso mejor que el de hacer masa para tortillas, y en cuanto eso sucediera el espectro del hambre afloraría.
Pues ya está, está comenzando a ocurrir. Quizá ahorita sólo sea un asunto político que no capto en su totalidad, pero la debilidad es manifiesta y por ahí nos va a llegar. Nos tomó con la guardia baja. De repente (ja!) no hubo maíz.
Sucedió con el pescado también. Antes era inconcebible comerse una tilapia de esas prietas de laguna, con sabor a lodito, y sin embargo ya sucedió. Está sucediendo. La mayor parte del pescado de orden que se sirve en los restaurantes de Acapulco, salvo que se anuncie con grandes salvas de aplausos, es la humilde y una vez despreciada tilapia. El ceviche, ese ceviche que antes era exclusivamente hecho con sierra recién pescada, ahora en el mejor de los casos se hace con popoyote, pez de aspecto de renacuajo que antes no era bocadillo ni para zopilotes. El pescado se acabó de repente y nos tomó con la guardia baja. Ahora andamos trayendo pescado del DF, que a su vez viene de las pesquerías del Golfo de México y de Baja California, las cuales todavía aguantan el ritmo, pero que tarde o temprano les llegará su hora de declarar que… estaban con la guardia baja.
Comienza a suceder con el agua. El río Papagayo, antes caudaloso, arrasador, siempre a buen nivel, elegido por eso y otras razones como el abastecimiento prácticamente único de la ciudad de Acapulco, que no deja de crecer, ya se está convertido en un chisguete que da pena ver. Puede uno vadearlo con el agua a la rodilla o menos, y aún todavía se da uno el lujo de ir paseando sin preocupación de que te lleve la corriente. Cada vez baja más y más y más. Pronto habrá que perforar para encontrar lo poco que escurra de esas montañas que se quedan pelonas de tanta tala irracional y tanta siembra hecha de manera “tradicional”. Y el agua se va a acabar. Y estamos con la guardia baja.
El narco llegó y comenzó a ser esperanza y horizonte para mucha gente que no tenía trabajo, o si lo tenía era mal pagado. Todavía recuerdo con ternura la eterna alegata de que si los casinos entraban o no porque iban a ser promotores de venta de droga al por mayor y de la prostitución en los jóvenes. El argumento de mojigatería extrema quedó del lado de lo absurdo al estar Acapulco plagado de prostitución y vendedores de droga, y sin los casinos, y los pocos o mucho beneficios que podría haber atraído. La venta de droga llegó y llegó para quedarse, y habiendo tan pocas oportunidades de trabajo la gente le ha tenido que atorar. No hubo en su momento –ni la hay– una propuesta de fuentes de trabajo dignamente pagadas para oponerse a lo que ofrece la venta de estupefacientes, y los resultados están a la vista. De nuevo con la guardia baja.
Que nos falta… ¡ah sí!, el tan cuidado con algodoncitos turismo. Nos cuidamos mucho de que no se hable mal para no afectar, pero por nuestro lado no hacemos algo para mejorar los atractivos turísticos, asunto que no tiene que ver sólo con autoridades. El ecoturismo en definitiva no existe para nada en Acapulco. Da pena asistir al Tianguis Turístico y quedar boquiabierto viendo lo que se hace en Veracruz, Quintana Roo, Chihuahua, Hidalgo, Baja California Sur y otras entidades y voltear los ojos a nuestro terruño para ver que lo más aproximado que tenemos al ecoturismo es el muy folklórico, tradicional y agotado paseo en lancha de fondo de cristal para ver a la virgen, esclava de bronce y sin paga de los lancheros de Caleta y Caletilla. Nuestra playa emblema, Caleta, inundada de aguas negras cada vez que se rebasa la capacidad del antiquísimo sistema hidrosanitario que da servicio por aquella zona, asunto que ocurre… ¡justo cuando hay más turistas en el puerto! En mi opinión, afecta más a la imagen turística el encontrar un tamarindo flotando en la playa que un decapitado de adorno en La Garita. En materia turística, con pena y dolor tenemos que reconocer que hemos sido rebasados por centros de recreo que nacieron después que el nuestro y a donde la gente sí quiere ir, aunque pierda la playa cada vez que hay tormenta. En este ramo definitivamente tenemos rato con la guardia abajo.
Y qué tal el reclamo ciudadano hacia autoridades ante tropelías, abusos y abiertamente sandeces cometidas para allegarse una lanita. La lista es larga y a todos los niveles: desarrollos inmobiliarios en humedales, puentes mal diseñados y que solucionan poco sobre ríos que sabemos se sobrecargan en época de lluvias –hay que ser de aquí pues pá enterarse–, oportunidades de espectáculo de hundimiento de barcos desperdiciada –ya van dos–, construcciones en taludes selváticos con vegetación única… en fin. Para qué seguir.
Acapulco se rige con una consigna que es la del enriquecimiento individual a toda costa, sin pensar en un desarrollo comunitario paralelo. La desunión es más dañina que todo el espectáculo violento que han traído nuestros nuevos patrocinadores, a los cuales les debemos que circule dinero fresco en nuestro puerto y que las concesionarias de autos vendan sus modelos más costosos.
Si tan sólo hubiera un Acapulco unido. Ese Acapulco de pioneros, de gente que se conocía entre sí, que se ayudaba entre sí, que reconocían una acción digna de una que no lo era. De seguro entonces no sería tan fácil que nos agarraran con la guardia baja.