EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Siempre en mi mente

Abelardo Martín M.

Agosto 30, 2016

Salvo los niños ahora, cualquier mexicano está o estará influido por el romanticismo y la poesía o prosa que Juan Gabriel imprime en todas sus composiciones. Simples, llanas, elementales, pero expresan sentimiento y la gran mayoría de la gente hace conexión. Esa es la pretensión de todas las campañas publicitarias exitosas: conectar con el sentimiento de la población. Ahí está como ejemplo la campaña que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto tiene en los medios electrónicos, impresos y en las redes sociales, en las que pide atención para las cosas buenas de su gobierno que “no se cuentan”, pero que sí cuentan.
La repentina muerte de Alberto Aguilera Valadez mejor conocido como Juan Gabriel o Juanga tomó por sorpresa no sólo al pueblo, sino especialmente a la autoridad, cuyos funcionarios quisieran, pero no saben cómo, dar cauce al sentimiento de pérdida que el pueblo de México y de habla hispana tiene por su desaparición
El autor, cantante y exitoso showman prendía en cuanto escenario actuara. Su presencia fuera de los espectáculos también impactaba.
Algunos analistas detectan que Juanga es el reflejo fiel de las carencias de los mexicanos en toda su magnitud y expresión pero que, con esfuerzo individual y buena fortuna, remonta el infeliz destino de los más pobres, sin superar los complejos y distorsiones de conducta que los problemas le dejaron. La familia toda de Juan Gabriel es el espejo del abandono en que viven los mexicanos. Su padre muere por una falta de atención médica institucional adecuada, su madre huye de la pobreza a Ciudad Juárez y abandona al pequeño Alberto a “su suerte”. Con los años es él quien rescata de la pobreza a toda su familia.
Juanga es no sólo uno de los grandes compositores de música llamada popular, sino el prototipo de la ineficacia gubernamental, del abandono y de la pobreza que lacera a la sociedad. Por eso nunca dejó de ser un melancólico y un ejemplo de que el esfuerzo individual puede no sólo dar dinero y fama, sino una vida plena aunque no carente de sufrimiento.
Tan tomó por sorpresa a las autoridades federales, estatales y municipales, quienes lo más que ofrecieron a uno de los compositores más prolíficos y populares de todos los tiempos, fue poner a su disposición el palacio de Bellas Artes para que se convierta en capilla fúnebre. No han tenido tiempo que aceptar que cultura no sólo es la que está dirigida al público culto, sino que se forma de toda la expresión humana. Juan Gabriel es grande por eso, porque va directo a los sentimientos y al alma
Pero hay en la agenda de Guerrero otros problemas que merecen, también, atención. Uno de ellos, es el proyecto de contratar un préstamo por 158 millones de pesos para el municipio de Acapulco, lo que ha generado un enfrentamiento acerbo entre el alcalde perredista Evodio Velázquez y los legisladores de partidos distintos al suyo, que cuestionaron en el Congreso la iniciativa adoptada en el Cabildo, y acordaron en la Comisión Permanente exhortar a la autoridad municipal para dejar sin efectos la operación.
Pero al presidente municipal y a quienes con él aprobaron el financiamiento no les gustó que “les atravesaran el caballo”, como dijo Evodio, y ya han anunciado que será motivo de pleito en tribunales. No piensan lo mismo sus opositores, quienes han señalado que la vigente Ley de Disciplina Financiera limita el endeudamiento de los ayuntamientos cuando la cantidad excede ciertos topes, que en este caso prácticamente se triplican, y por supuesto hay que licitar o concursar los créditos entre las instituciones bancarias para obtener las mejores condiciones.
Y mientras a los deseosos de endeudarse les urge firmar los contratos y obtener la lana, los diputados en Chilpancingo de plano han optado por solicitar la intervención de la Auditoría General del Estado para que revise los procedimientos.
Así que todo apunta a que el asunto terminará en manos de abogados y auditores y que la controversia será larga, pues cada parte tiene sus argumentos, que si la ley del tema es nueva y esta operación ya venía de atrás, que si topes y porcentajes, que las facultades municipales y las del Congreso, y todos los vericuetos que se exploren.
Ya hasta nos sorprendió el alcalde al pretender dar a los reporteros una clase de finanzas: la operación motivo del diferendo no es un préstamo, sino un empréstito, aunque cualquier experto le podría precisar a la manera de Cantinflas que todo empréstito es un préstamo, aunque no todo préstamo es necesariamente un empréstito.
Eufemismos aparte, ojalá que en adelante el manejo del dinero público, y en particular la opción del endeudamiento, sea motivo de escrutinio en todos los niveles de la administración pública, pues ya hemos visto desde la federación hasta los ayuntamientos, la forma irresponsable en que los gobernantes acuden a financiamientos cuya aplicación es más que nebulosa, y luego queda la carga que no alcanzaremos a pagar en vida las actuales generaciones, y se convertirá en un lastre para nuestros hijos y nietos.
En Guerrero, y en Acapulco, la deuda pública tiene además tintes inadmisibles, pues se usa para el gasto corriente, pagar sueldos y prestaciones de la burocracia, intereses de lo que ya se debía desde antes, y servicios como alumbrado público, limpia y similares.
Si ya es muy grave que un gobierno no recaude ni lo que se gasta a diario, es todavía más notable que ocurra en Acapulco, el polo económico de la región, un centro turístico de reconocimiento internacional, que atrae inversiones y genera empleo. Si eso pasa aquí, imaginemos lo que está ocurriendo en los pueblos de la sierra, donde no hay turismo ni comercio, industria u otras fuentes de empleo e ingreso.
Según las propias cifras de la alcaldía, Acapulco acumula una deuda de alrededor de 2 mil 500 millones de pesos, y el presidente municipal se pregunta con azoro por qué le impugnan los 158 millones de pesos, si administraciones pasadas recibieron hasta 600 millones en créditos. Qué tanto es tantito, debe pensar para sí.
A ver si la disputa no termina en con un arreglo como se hizo costumbre en pasadas legislaturas federales, por debajo de la mesa y con moches para los involucrados de por medio.
Por eso también cobra importancia la muerte de Juanga, porque ya hay quienes aseguran que el acontecimiento es una espléndida cortina de humo para hacer que pasen otros asuntos. Ya ha sido suficiente con lo que los predecesores de Evodio Velázquez le dejaron como para que él, ahora, pretenda resolverlo con préstamos que acabarán por hundirlo como les ocurrió a los alcaldes anteriores.