EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Simuladores

Silvestre Pacheco León

Septiembre 21, 2020

 

Los 30 millones de mexicanos que votamos por el cambio lo hicimos para terminar con la simulación en la que vivimos tanto tiempo a contracorriente de las ideas divulgadas por la intelectualidad que nos hacía creer en las bondades de esa anormalidad que los beneficiaba.
El trato privilegiado e interesado que los intelectuales recibían desde el poder los hizo muy sensibles, arrogantes, vanidosos, conservadores y creídos. Por eso la existencia de tantos grupos y capillas que se ocuparon más de mantener el statu quo que en tratar de cambiarlo.
El caso más patético fue el del huachicol, un robo en despoblado organizado desde las alturas del poder para saquear el combustible desde las mismas refinerías mientras nos distraían con el espectáculo del supuesto combate a quienes se dedicaban a la ordeña de los ductos y a su base social que le permitieron acrecentar con facilidades para comercializar la gasolina regalada.
No ha merecido el gobierno de la 4T ni siquiera una mención de reconocimiento por su decidido combate a la corrupción con tantos resultados alentadores, ni por la proeza contra el robo millonario del huachicol rescatando para el país esa riqueza de miles de millones de pesos en apenas un año, todo por ocultar que de Pemex salía la recompensa para los infalibles y carismáticos comentaristas y opinadores profesionales de la radio y la televisión encargados de la estupidización colectiva.
De hecho no ha habido uno solo de los más de 600 intelectuales y científicos que firman el desplegado del jueves contra el gobierno de la 4T que haya reconocido como bueno siquiera uno de los casi cien compromisos de campaña que ha cumplido el actual gobierno. Claro, ahora incluso negarán que ha sido la necedad del presidente lo que produjo el milagro de que se unificaran. No importa que algunos de ellos estén pensando que con su desplegado están salvando a la patria.
Ni los programas de apoyo para casi 70 millones de pobres, ni el ahorro millonario que se logró con la cancelación del proyecto del aeropuerto del lago de Texcoco, y tampoco con la austeridad republicana cuyos ahorros evitarán el endeudamiento del país a pesar de la crisis que enfrentamos por la pandemia del coronavirus. Nada les ha merecido un reconocimiento.
En el desplegado de los intelectuales dicen que en sus conferencias mañaneras López Obrador pretende socavar la libertad de expresión, que su gobierno la asedia y amenaza a la democracia. ¿Era mejor la realidad de antes cuando el gobierno conspiraba en vez de informar? ¿En qué otro país los intelectuales se quejan porque su gobierno informe todos los días? ¿Los desmañanan las noticias?
Pero todos sabemos que en un régimen democrático el derecho a la libertad de expresión nos asiste a todos como también el de estar informados para opinar con suficiencia. De ahí el mérito de las conferencias mañaneras que se han convertido en una cómoda fuente de noticias en beneficio de los medios masivos de comunicación. Por eso es un despropósito su intención de querer callar al presidente, negándole su derecho a expresarse por alusiones. (Que se lleve mucho tiempo en sus respuestas tampoco debe verse como un mal necesario si lo que dice nos provee de información).
Los firmantes del desplegado participan de una estrategia que se propone descarrilar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador sin pensar en las consecuencias y altísimo costo social que tendría.
¿Desde cuándo es un atentado contra la democracia y un ataque a la libertad de expresión divulgar información desde el gobierno? ¿Queremos democracia pero “poquita”?
Pero como el presidente no se autolimita para hablar en sus conferencias mañaneras, los intelectuales lo critican como si en ello se pudiera hablar de excesos, y se sienten ofendidos porque consideran que obra con ventaja, faltaba más.
Si no fuera por ese medio de información disponible todas las mañanas, seguiríamos creyendo en la realidad distorsionada del periódico Reforma y en la falsedad de las habilidades empresariales que poseen quienes han hecho millonarias empresas culturales con la edición de libros y revistas cuyo tiraje compraba el gobierno.
Creo que está demás el apoyo del enorme grupo de intelectuales a los casos de Aguilar Camín y Enrique Krauze porque ambos tienen recursos y medios suficientes para defenderse por su propia cuenta.
En realidad ya lo han hecho cuando afirman que el subsidio oficial que recibían era insignificante, casi marginal en sus ganancias, lástima que Nexos haya caído en la vieja práctica de alterar la veracidad de su información para ganar una licitación, como su propio director ha aceptado. (Esa conducta de mentir sobre supuesto pago de la cuota del Infonavit, sabiendo que era en perjuicio de los trabajadores, es parte de la vieja normalidad).
En todo caso el combate a la simulación es siempre justificable, y más si viene desde el propio gobierno, pero lo nocivo es que un intelectual pretenda callar al oponente en un debate de iguales como el que se promueve en el diálogo circular de las “mañaneras”.
Por otra parte, las referencias constantes de López Obrador a la actitud provocadora del periódico Reforma sí es justificable y se ha ganado el calificativo de pasquín en la medida en que esa publicación mantiene una campaña insidiosa que falsea y tergiversa las noticias con la abierta pretensión de restarle veracidad al gobierno. Este es el lado negativo que los intelectuales no ven cuando supuestamente están en su papel de criticar y desvelarse en aras de la objetividad.
No sabemos si hay entre los firmantes del desplegado alguno que haya votado a favor de López Obrador y ahora se siente decepcionado porque no es lo que esperaba, pero la mayoría de esos 30 millones que lo votó (y ahora un poco más) estamos comprometidos con el cambio más allá del voto. Queremos seguir participando en las grandes decisiones sin negarnos el derecho de criticar y disentir de las equivocaciones y errores.
Queremos que las consultas populares cuenten con mecanismos que no se enreden ni cancelen en la legalidad como es la exigencia ahora de batir récord de participación para reunir las firmas requeridas en diez días.
Si hay quienes se han indispuesto contra la pretensión de juzgar a los ex presidentes porque se imaginan solo un espectáculo circense sin otra pretensión que saciar el morbo colectivo, podríamos decir en contra que el ejercicio de la consulta constituye una manera de fortalecer las instituciones democráticas para que cumplan con su papel, y un ejercicio ciudadano que nos permita apreciar la fuerza que puede tener una sociedad organizada, también como advertencia contra los futuros gobiernos que pretendan pasar por encima de la voluntad popular para volver a la simulación.