Desde la investidura de Donald Trump, el pasado 20 de enero, el estilo de gobierno del nuevo presidente de Estados Unidos ha sido objeto de numerosas especulaciones. ¿Acaso el presidente Trump actuará de la misma manera que el candidato Trump? Por lo que hemos visto durante estos ocho meses, tal parece que así será, confirmando los malos presagios de buena parte de la prensa internacional. En efecto, en tan sólo una semana, el presidente estadunidense ha amenazado a Corea del Norte –en vías de obtener el arma nuclear– y a Venezuela, así como justificado el asesinato de una mujer a manos de grupos fascistas en Charlottesville, Virginia. Es decir, la incontinencia verbal del magnate está teniendo graves consecuencias para la política exterior e interior de Estados Unidos.
En el plano de la política exterior, las desafortunadas declaraciones de Trump contribuyen a enrarecer el clima político, sin dar respuestas a los problemas que existen en esos países. En el caso de Corea del Norte, el régimen autoritario de Kim Jong-Un parece estar dispuesto a seguir adelante con su programa nuclear, a pesar de las advertencias verbales del presidente estadunidense. Desde su fundación, en septiembre de 1948, los dirigentes de Corea del Norte han hecho de su programa nuclear la punta de lanza de su política de defensa nacional. A pesar del fin de la guerra fría, el conflicto entre las dos Coreas no se ha resuelto; de hecho, jurídicamente estos dos países continúan estando en guerra. Por ende, la mayoría de los presidentes estadunidenses desde la caída del muro de Berlín han buscado encontrar una salida política a este conflicto, a través de una mezcla de diálogo y de sanciones económicas. Sin embargo, en ningún momento se plantearon atacar a Corea del Norte sin tener argumentos sólidos para ello, como podría ser una invasión en contra de su vecino del sur, hipótesis altamente improbable en el corto plazo. No solamente un ataque de esta dimensión tendría consecuencias catastróficas para las Coreas, sino que provocaría un conflicto regional con China, principal aliado del régimen de Corea del Norte. Precisamente, el presidente chino, Xi Jinping, ha llamado a la mesura a ambas partes, al tiempo que ha anunciado la suspensión de la importación de productos de Corea del Norte, con la intención de dejarle claro al líder norcoreano su voluntad de no propiciar una escalada en el conflicto con Estados Unidos. Por más paradójico que parezca, el gobierno chino está jugando el papel de un moderador entre Corea del Norte y Estados Unidos.
En Venezuela, las declaraciones incendiarias de Donald Trump tomaron a los actores políticos por sorpresa. En efecto, desde su toma de posesión como presidente, los asuntos latinoamericanos habían estado ausentes de las prioridades de la Casa Blanca, a excepción, claro está, de los temas ligados a la relación bilateral entre México y Estados Unidos. El repentino anuncio de incluir “una opción militar” estadunidense en Venezuela, vino a contradecir esta percepción, provocando fuertes reacciones no sólo en América Latina, inclusive de parte de gobiernos conservadores como los de México, Brasil y Argentina, sino también en el seno del propio gobierno de Estados Unidos. Fuentes del Pentágono, así como de Foggy Bottom (sede del Departamento de Estado), han filtrado a los medios que esta hipótesis no fue consultada con sus funcionarios. De tal manera que hoy en día, estas declaraciones han sido benéficas para el gobierno de Nicolás Maduro, que ha venido denunciando desde hace años la voluntad norteamericana de querer intervenir en Venezuela.
En resumen, estos ocho primeros meses de la administración Trump han dejado claro que el presidente de Estados Unidos continuará con sus desplantes verbales, así como con la errática gestión de su entorno cercano. Si las cosas continúan de esta manera, es probable que surjan nuevas crisis fruto de las ocurrencias del magnate.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada