EL-SUR

Lunes 13 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Sin razones para el optimismo

Eduardo Pérez Haro

Octubre 04, 2016

Para Luis González de Alba.

El jueves de la semana pasada el Banco de México subió un 0.50% la tasa de interés interbancario con lo que se acumula un incremento de 1.75% de diciembre de 2015 a la fecha para colocarle ahora en 4.25%. La medida se tomó a pesar de que en lsu reunión del 21 de septiembre, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) decidió no elevar las tasas de interés, aunque adelantó de que lo haría en su próxima reunión de diciembre. En otras palabras, no sube el costo del dinero en Estados Unidos, pero sí en México.
La medida del Banco Central es un intento de intervenir desde el ámbito colateral de la política monetaria para contrarrestar la devaluación del peso respecto al dólar y con ello disminuir las presiones inflacionarias cuyo desenlace para el cierre del año ya advierten un trastrocamiento del nivel 3.0% esperado por los Criterios de Política Económica de la Secretaria de Hacienda, más la medida no muestra eficacia pues el peso continua alrededor de los 20 pesos.
Paradójicamente, desde la crisis hipotecaria del 2008 que estalló en Estados Unidos y se expandió al mundo, tomó la decisión de bajar el costo del dinero, esto es, de las tasas de interés, como un mecanismo de ayuda para animar la recuperación y el crecimiento de su economía, pero a casi una década no lo ha logrado, como tampoco lo ha logrado en el espacio de la Unión Europea ni en Japón, lo que significa que los países desarrollados hasta ahora no hallan cómo podrá hacerse. Esto significa una complicación mundial, pues el motor principal de la economía global está averiado y no logran repararlo.
Estados Unidos y México dicen que sí pero no, en la unión americana voltean a ver los indicadores de empleo y de 2008 al 2016 bajaron la desocupación de 9% a menos de 5% con lo cual consideran que su economía ya salió del atolladero y amenazan reiteradamente con que habrán de frenar la ayuda monetaria por la vía de las tasas de interés y la emisión de bonos del tesoro pero no terminan de hacerlo aduciendo factores externos. México detrás de ellos, con un argumento semejante, alude niveles históricos de desempleo abierto en el orden de 3.7% y creación de empleos formales con aumentos mes a mes. Pero en ambos casos el pronóstico de crecimiento se ha venido revisando a la baja y en ningún caso se espera rebasar el 2.0%.
Que esto suceda en Estados Unidos afecta al mundo entero, que lo mismo suceda en México no alcanza tal repercusión, pero afecta a todos los mexicanos. Nadie está exagerando, se trata de situaciones reales expuestas por los líderes mundiales y más que eso, pues en otras partes del mundo las cosas no están mejor. En Alemania, el Deutscher Bank se encuentra al borde de una quiebra con serias repercusiones en el marco de la Unión Europea, y China advierte una burbuja financiera hipotecaria de enormes proporciones como todo lo que sucede en la nación más poblada del mundo, y aunque en ambos casos se aprestan a evitar un estallido, lo cierto es que podría sobrevenir un tsunami financiero global de orden sistémico. La producción decae porque los mercados se recogen y visceversa. Un problema de fondo que bien debe entenderse como muestra de agotamiento de la economía que ha saturado los mercados de nuevos productos y las tecnologías chocan con sus límites y la acción defensiva de los monopolios entre los que singular lugar ocupan los que integran el sistema financiero. Aspectos nodales de esta circunstancia señala en sus seminarios sobre el capitalismo contemporáneo el maestro Miguel Ángel Rivera en la Facultad de Economía de la UNAM en lo que mucho importa adentrarse para saber dónde estamos parados, hacia dónde vamos y qué podemos hacer.
Ya hemos señalado que las autoridades suelen eludir los problemas de hoy, cuando de problemas se atreven a hablar, como un momento de “volatilidad externa” en un claro intento por minimizar la situación, pero subyacen desequilibrios mayores provocados por la congestión productiva y el entrampamiento financiero derivado del endeudamiento generalizado. Tan sólo las deudas públicas en el 2007 equivalían al 71.4% del PIB en el conjunto de las economías avanzadas y al decir de Enrique Quintana (El Financiero 27/09/16), el FMI estima que este año cerrará al 106%.
Un incremento del 50%, equivalente a la tercera parte de la riqueza generada, no obstante que estamos hablando de las economías más potentes y a pesar de ello, ya no pueden frenar el crecimiento continuo de su endeudamiento sin que este sea el mayor problema sino que no logran un crecimiento del nivel requerido para pagar, amén de que esto significa que tampoco se asoma la posibilidad de recuperar el crecimiento con mayor dinamismo para evitar el deterioro de sus poblaciones y a la vez no perder la supremacía frente a China que en su nivel más bajo en décadas estima una tasa de crecimiento del 6.5% y la India del 7.0%.
México pasó su deuda del 33.0% al 47.5% en poco más de tres años y eso alarmó a las calificadoras como Standar and Poors que le bajó la calificación obligando un ajuste presupuestal y no sólo, pues al disminuirse el ingreso de divisas por los bajos precios del petróleo el Banco de México se ve limitado a poner en oferta dólares de la reserva internacional que se ve seriamente presionada, de manera que opta por adelantarse a la FED y elevar el interés para evitar la fuga de capitales y desfondar la economía del país que a esta situación añade una inocultable reavivación del clima de violencia e inseguridad que ha llevado a mover las piezas en el tablero del ajedrez político pues el presidente Enrique Peña Nieto se sabe de todo lo que sucede con los riesgos que ello le implica no ya a su permanencia, sino a los términos de la sucesión del poder en el 2018.
Los analistas de diversas fuentes financieras esperan que las tasas de interés se eleven al 5.75% el año próximo con el consecuente incremento natural de la deuda que para entonces será superior al 50%, el secretario de la Defensa Nacional sube el tono de confrontación con sus adversarios, Peña Nieto no se quita de encima haber estimulado la condición del candidato republicano en la contienda electoral del poderoso país vecino, ni los estadunidenses dejan de observarlo con desdén como se mostró durante su reciente visita a Nueva York donde el cuerpo diplomático de la cancillería fue ignorado en sus intentos de reunirle con Hilary Clinton y otros personajes, los manifestantes marchan con mayor frecuencia sin poder evitar la internacionalización de la protesta y el reclamo, incluso los empresarios se muestran enfadados por la ineficacia burocrática de la administración pública y la corrupción, los gobernadores buscan cómo disminuir las secuelas del recorte presupuestal y el líder del PRI se desgañita sin presencia, sin contenido de discurso ni idea política al grado que sus correligionarios le demandan modificar estatutos para atraer la decisión del candidato del partido fuera de la residencia de Los Pinos.
Se avecina el 1° de diciembre en el que realmente se cumple el cuarto año de gobierno del régimen y no parece haber nada que celebrar sino al contrario, existe un desánimo mezclado con hartazgo e inconformidad y un panorama poco estable para el 2017. Los cambios se tornan cada vez más apremiantes a la vez que más difíciles, pues el entramado institucional preponderante no allana el camino para la participación ciudadana fuera de los cercos corporativo-clientelares a la vez que las sociedades de base resisten sin alcanzar a ver a lo lejos. No obstante, las cosas de la economía no podrán revertirse ni en México ni en el mundo de no procesarse un cambio en la correlación de fuerzas debidamente sustentado desde las sociedades de base, pues los cambios en la estructura económica precisan acciones amplias y profundas con ciclos más largos de lo que solemos imaginarnos.

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