EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Sobre el devenir ambiental del 2021

Octavio Klimek Alcaraz

Enero 23, 2021

Continúo con la segunda parte del texto sobre el devenir ambiental en este año 2021.
En junio de 2021 vienen elecciones en 15 entidades federativas, es decir los gobiernos estatales y municipales van a tener nuevos inquilinos en los correspondientes palacios. Por las elecciones también pueden cambiar la composición en algunos congresos locales de esas entidades.
Creo que es una gran oportunidad para exigir por parte de la ciudadanía a nivel local mayor compromiso con lo ambiental. Siempre digo que los ecosistemas no saben si son morados, azules, rojos, amarillos, naranjas o verdes, tampoco saben los ecosistemas si son federales, estatales o municipales. Es decir, hay muchos problemas ambientales concretos que pueden ser atendidos de manera directa no sólo por el gobierno federal, sino también por gobiernos locales, sin importar origen partidista u orden de gobierno, no deben de existir pretextos para atender problemas que afectan tu vida misma.
La ciudadanía requiere justicia ambiental, la naturaleza mucho más. Nada más socorrido que decir esto no es de mi competencia, pase literal al limbo de los problemas ambientales, y se continúan administrando éstos, sin vislumbrar ni siquiera una ruta de posible solución, no digo en el corto plazo, sino en el mediano o largo plazo.
Después de 6 años de gobernar un estado, no debería ser apropiado comunicar al final, que dejaste sin atender los principales asuntos ambientales de tu entidad, que no lograste resolver algo que se supone conocías en mayor o menor medida, que puede ir desde la contaminación de un cuerpo de agua hasta el saqueo de los bienes naturales en el territorio estatal. Aunque, debo comentar que lo común entre políticos es simplemente ocultar el problema ambiental y sólo hablar de los logros alcanzados, que normalmente en el balance son superficiales y sosos.
Por ello, recalco que si se tienen 6 años para gobernar, se debe exigir una agenda mínima de atención a lo ambiental, con resultados concretos, medibles de manera permanente, pública y sistemática. La ciudadanía está en esa oportunidad durante las campañas electorales de exigir que se asuman esos compromisos de manera pública y se suscriban. Si hay voluntad política de una candidata o un candidato a una gubernatura, estoy cierto que se pueden no sólo resolver problemas ambientales, sino también prevenirlos, ya que en aras de la inversión se hacen daños a los ecosistemas muchas veces irreparables con consecuencias funestas para las generaciones que nos preceden.
Un asunto que deben comprender los nuevos gobiernos estatales que lleguen este año, es que no deben seguir dejando la responsabilidad ambiental solamente al arbitrio y apoyo del gobierno federal. Deben de partir de un escenario de escasez de recursos federales para resolver sus problemas prioritarios ambientales locales. Tener los pies puestos en la tierra. Si logran sumar con buenos programas y proyectos recursos del orden federal excelente. Pero ese discurso de la federación no nos da dinero, suena simplemente a mera coartada, a pretexto ante la falta real de voluntad política y buena planeación de su gasto presupuestario para lo ambiental, y por tanto para los demás rubros.
Es decir, en 6 años se pueden destinar recursos presupuestales estatales crecientes de manera progresiva a solucionar problemas concretos y prioritarios relacionados a lo ambiental. Esto no es sólo positivo al solucionar algo que afecta no sólo a sus gobernados, sino a ellos mismos cuando sus familias viven ahí. Una buena gobernadora o gobernador debe comprender que hacer buenas inversiones para el ambiente no es un gasto superfluo a un agujero negro. Además, para generar más inversiones públicas y privadas, nada como ecosistemas sanos, con territorios ordenados ecológicamente, con provisiones seguras de agua, buen clima y bellos paisajes. Nadie va a invertir en un infierno ambiental para finalmente perder dinero.
En esa lógica, hay que invertir en la operación y buen funcionamiento de las dependencias estatales ambientales. No pueden seguir siendo en muchos casos los patitos feos de las administraciones públicas estatales. El que quiera gobernar una entidad debe comprender que no son espacios administrativos para decir de manera retórica que su administración se ocupa de lo ambiental y abandonar a su suerte a la dependencia. En general, las dependencias ambientales estatales tienen grandes responsabilidades gracias al desarrollo de los marcos jurídicos ambientales federales y estatales, que simplemente con sus actuales capacidades no pueden atender. De nada sirve tener buenas legislaciones ambientales si simplemente se es omiso en su cumplimiento.
De todo esto me queda claro que, por las circunstancias de la pandemia y la consecuente parálisis económica de este año, más la inseguridad como eterno dolor de cabeza, suena complicado que una candidata o candidato a una gubernatura ponga a la cabeza la cuestión ambiental entre sus temas de campaña. Muchos electores van a exigir atención a los asuntos de salud, trabajo o seguridad. Pero quienes tangamos la oportunidad y privilegio de decir y hablar en nombre de esta generación y de las generaciones futuras, lo debemos de exigir. Incluso, hacer comprender a muchos electores que para que no continuemos con nuevas enfermedades, la pérdida de trabajos permanentes y el aumento de la violencia, es necesario conservar los ecosistemas naturales o seminaturales, y no seguir atacándolos de manera depredadora. Se trata de un pensamiento complejo, cuando hemos sido educados en el pensamiento simplista y lineal de causa y consecuencia. Tendremos una mejor calidad de vida y por tanto un planeta y un país mejor, cuando se logre tener éxito en hacer comprensible ese entramado tan complicado y difuso todavía entre la ciudanía y mucho más entre la clase política.
Concluyo comentando que lo anterior tiene que ver con las debilidades de nuestra educación formal e informal, que ha educado a gran parte de la ciudadanía no sólo en una cultura política clientelar, donde además, por consecuencia, la clase política que nos ha dominado ha sido seguidora de Groucho Marx, de “si no le gustan mis principios se los cambio”, y que resulta también en la ausencia de una cultura ecológica efectiva.

*Continuación del artículo publicado la semana pasada con el mismo título.