EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Suspender La Parota

Juan Angulo Osorio

Noviembre 29, 2005

EDITORIAL

 La crispación que se vive en torno al proyecto de la presa La Parota; los cada vez más frecuentes hechos de represión y violencia en la zona de conflicto obligan a todos los actores presentes a una decisión audaz, si no se quiere llegar allí a situaciones incontrolables que dañen irreversiblemente a los principales protagonistas y, con ellos, a todo el estado.

Por eso es que llama la atención la propuesta del ex diputado local Rómulo Reza Hurtado para que se establezca una “tregua” y se suspenda el proyecto mientras se desenvuelven las campañas para las elecciones presidenciales y legislativas del 2 de julio de 2006.

El planteamiento tiene mucho sentido. El propio gobernador Zeferino Torreblanca dijo ayer que el conflicto está demostrando “una involución de la política y de la democracia”, aunque él se refiere sólo a los machetes de los opositores y no a las asambleas amañadas que organizan la CFE y la CNC, que la policía del estado protege, y que nada tienen de democráticas.

En este contexto, qué mejor que esperar a conocer los resultados de los decisivos comicios presidenciales que se avecinan para continuar o no con el proyecto de presa hidroeléctrica.

Así, los candidatos presidenciales; los candidatos a las senadurías por Guerrero; y los candidatos a diputados por los distritos electorales que comprende La Parota tendrán el tiempo suficiente para fijar sus posiciones sobre la presa, en favor o en contra, con los matices que se quiera, y así podrán llegar en mejores condiciones para retomar las riendas del conflicto.

Los opositores más intransigentes dirán que toda la clase política está a favor del proyecto, pero dada la exposición que el mismo tendrá no sólo en la campaña presidencial de los partidos, sino también en la otra campaña de los zapatistas de Marcos, puede permitir encontrar los medios para aplicar el proyecto sin acudir al engaño, a la represión o a líderes corruptos como sucede ahora; o a desecharlo porque en el camino se encontraron otras opciones.

Parece que el gobernador Torreblanca dejó pasar su oportunidad. Después de que ganó la elección fue que definió al proyecto de La Parota como una de las prioridades de su gobierno, lo que no hizo en los centenares de mítines y actos que encabezó durante las dos vueltas que le dio al estado primero como precandidato y luego como candidato a gobernador. Tuvo el suficiente tiempo de convencer a los acapulqueños y a los guerrerenses, pero prefirió el expediente no democrático de ocultar a sus electores sus intenciones.

Los machetes son condenables, pero no salieron de la nada. Salieron de campesinos que se sienten traicionados.

Sólo una nueva correlación de fuerzas nacional puede hacer posible –o imposible– el proyecto de La Parota.

Sería una actitud temeraria de sus promotores el tratar de imponerlo a cualquier precio.