EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tabasco, corrupción y desidia

Jorge Zepeda Patterson

Octubre 04, 2007

En junio de 2007 el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, extrajo 67 millones de pesos del “fondo de imprevistos”,
destinados a emergencias sociales, para subsidiar a Televisa en la realización de un evento de la empresa llamado Espacio 2007.
La desviación de recursos seguramente se tradujo en un importante avance de la carrera del gobernador en materia de relaciones
públicas, pero privó a los jaliscienses de un recurso significativo para enfrentar inundaciones y deslaves (que los hubo).
El comportamiento de González Márquez es, por desgracia, bastante común. Los gobernadores y presidentes municipales suelen
usar estos fondos como una caja chica para solventar los “imponderables” de su agenda política. La tragedia de Tabasco es sin
duda resultado de un fenómeno climatológico; la precipitación pluvial en un lapso de cuatro días ha sido la más alta de la que se
tiene registro. Sin embargo, el impacto devastador que eso ha provocado se alimenta en gran medida de la irresponsabilidad
acumulada de autoridades estatales y federales.
Tabasco es con mucho la entidad que más recursos ha recibido para obras de infraestructura de prevención. Luego de las severas
inundaciones de 1999, se destinaron casi 2 mil millones de pesos para impedir que sucediera lo que hoy, ocho años después, se
desató sobre la población. Habría que exigir una investigación para ver cuánto de ese dinero fue utilizado en campañas políticas
(la presidencial de Roberto Madrazo, la estatal de Manuel Andrade, gobernador de 2001 a 2007). Un reporte de Pemex al poder
legislativo afirma que entregó 684 millones para obras en los dos últimos años del gobierno de Madrazo, pero nunca recibió las
auditorías correspondientes cuando se advirtieron aplicaciones irregulares.
En 2003 fue creado el PICI (Proyecto Integral de Control de Inundaciones) entre la Conagua y el gobierno estatal, con inversión de
2 mil 60 millones de pesos, para resolver definitivamente “las inundaciones sistemáticas, principalmente en la ciudad de
Villahermosa”. Conagua aseguró entonces que para 2006, cuando el proyecto concluyera, se habrían evitado daños por 16 mil
millones de pesos. Los daños que dejarán las inundaciones en 2007 seguramente superarán tales topes.
La desviación de recursos no es el único problema: la negligencia y la irresponsabilidad son notorias. Un reporte de Hacienda de
los primeros nueve meses del año, establece que 50 obras hidráulicas en la capital de Tabasco y en varias cabeceras municipales
no se habían iniciado, pese a que las autoridades locales tenían asignados los recursos.
Por su parte, los tabasqueños suelen responsabilizar al gobierno federal. Y argumentos no les faltan. Se quejan de que el sistema
de presas sobre el río Grijalva y otros afluentes fue construido y es administrado con el propósito esencial de optimizar la
generación de energía eléctrica, sin contemplar criterios de seguridad de la población. Según estas versiones, en las últimas
semanas CFE había acumulado demasiada agua en las presas, de acuerdo a sus esquemas de generación de energía, y frente al
diluvio simplemente abrieron compuertas para evitar daños en sus instalaciones.
Estas diferencias de opinión, cargadas de resentimientos, afloraron el viernes pasado en la reunión de Calderón y el gobernador
actual, Andrés Granier. Mientras que el presidente aseguró que se trata de una tragedia provocada por “la enorme alteración
climática”, el gobernador insistió en que la magnitud del desastre se debe a la falta de voluntad política para invertir en un plan
integral y en el dudoso manejo de las agua en la presas. Al final de la reunión cada uno se retiró por su lado.
Más allá de que la desgracia que padecen los tabasqueños amerita una investigación sobre el uso que se dio a los recursos, la
devastadora inundación podría ser un parteaguas histórico en la conciencia de los mexicanos en materia de prevención y en
políticas sobre medio ambiente.
El problema de la “democracia” superficial por la que el país transita, es que la clase política carece de premios e incentivos para
destinar esfuerzos a obras de largo plazo. Las autoridades federales, estatales y municipales se limitan a proyectos capaces de
cuajar y producir beneficios políticos en el lapso de dos a cuatro años. Para un presidente municipal es más redituable para
efectos electorales construir un espectacular paso a desnivel en Monterrey o Guadalajara, que dejar el subsuelo horadado para la
construcción de un sistema de Metro subterráneo cuya conclusión tomaría una década. Lo cual explica el lamentable sistema de
transporte público que padecen ambas metrópolis, para citar un ejemplo.
Las obras de prevención y las inversiones en temas ecológicos poseen una tasa cero de retorno político. Nadie percibe el mérito
de una tragedia que logró evitarse. Convertimos en héroes a los que anotan goles o a los porteros que los detienen de manera
espectacular. Sólo los conocedores saben que los verdaderos héroes son los jugadores que dominan el medio campo y evitan que
se generen situaciones de peligro para su meta.
La opinión pública tendría que comenzar a interesarse en proyectos y funcionarios que de manera callada trabajan en los largos
plazos. El huracán Wilma de 2005 en Cancún, las inundaciones en Chiapas de los últimos años, la tragedia de hoy en Tabasco y
las inminentes sequías crónicas del norte del país, nos confirman que, en efecto, el cambio climático llegó para quedarse. La
mayor parte de la población mexicana vive en condiciones geográficas terriblemente frágiles frente a los incidentes naturales. El
planeta ha cambiado; nosotros también tendríamos que hacerlo o nos convertiremos en “clientes” cautivos de los desastres
naturales que con toda seguridad aumentarán en intensidad y frecuencia.
En primera instancia es una tarea de las autoridades, y habrá que exigirles en consecuencia. Pero en última instancia es
responsabilidad de la opinión pública. Es plausible la gran solidaridad de los mexicanos que se ha volcado en apoyo de los
tabasqueños. Ojalá hagamos lo necesario para que ni ellos, ni otros, vuelvan a pasar por este infierno que podría haberse
evitado. Particularmente sabiendo que gran parte de esa tragedia habría sido ocasionada por la corrupción.

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