EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tabucchi, molde antiguo que revitaliza la crítica del presente

Federico Vite

Marzo 29, 2022

A diez años de la muerte del escritor italiano Antonio Tabucchi, la obra de este cuentista estupendo se desdibuja en México. Es un narrador que poco a poco desaparece del mercado editorial. Su vertiginosa proposición estética es sepultada por las novedades, algunas francamente inflamadas por la publicidad; otras, ya sabe, rezuman buenas intenciones, pero carecen de valor literario. Lo de Tabucchi es de una intensidad inusitada para los narradores contemporáneos. Sus libros no tienen esa paja que caracteriza la obra de muchos autores sostenidos por las relaciones sociales y el mercado. Es un escritor minucioso, con buena técnica y hábil con los diálogos. Su propuesta narrativa abarca el cuento y la nouvelle, géneros de intensidad mayor, géneros que le dieron muchos lectores en el mundo.
Para él, la literatura es una visión del mundo diferente a la que impone el pensamiento dominante, o más bien, el pensamiento hegemónico, sea cual sea su procedencia política, de izquierda o de derecha. Bajo esta tesis, la literatura como un contrapeso del poder, el trabajo de Tabucchi adquiere mayor interés ahora. Al recordarlo se debe tener en cuenta su labor como docente de Lengua y Literatura Portuguesa, como periodista que tuvo, por cierto, una etapa en el diario La Jornada en la década de los 90, cuando La Jornada, claro está, no era la hoja parroquial del gobierno, como lo es ahora. Era otra cosa ese diario, pero todo cambia. Si Tabucchi viviera, créame, no escribiría ahí. Pero por encima de todo eso, lo mejor que le pasó para ser un escritor de éxito fue Sostiene Pereira (1994). Nouvelle ganadora del Premio Campiello, Premio Scanno y Premio Jean Monnet de Literatura Europea. El libro, traducido a 40 idiomas, consigna un deber para todo ciudadano responsable y consciente: no rehuir de los problemas graves que aquejan a la sociedad.
Pereira es un periodista viudo. Se encarga de la sección necrológica de un periódico discreto de Lisboa, pero lo trasladan a la página cultural. Vive bajo la dictadura de Salazar y con la Guerra Civil, en España, de fondo. Hace algunas traducciones, escribe sobre libros, cine, obras de teatro, cosas inofensivas del ámbito cultural. Conoce a Francesco Monteiro Rossi y su novia Marta, quienes logran lo impensable: mostrarle al viejo la realidad atroz de una dictadura. Ante eso, la toma de consciencia de un periodista, no hay alternativa, terminará divulgado los abusos del poder. Puesto así, Pereira no tiene más remedio que denunciar al monstruo e inmediatamente sale huyendo de Lisboa. Aunque es un libro que apunta al pasado, su poder radica en la vigencia del mensaje, es decir, nos recuerda que debemos tener cuidado con las personas que gobiernan con mentiras y enuncian diariamente promesas que rompen al día siguiente. Pereira es entrañable porque confirma una virtud: no hay edad para hacer lo correcto, no importa si con ello se arriesga la vida.
Cuenta el reportero Marco Moretti, en una entrevista publicada en 1995 en el periódico La Stampa, que Lisboa era para Tabucchi una fuente sensible de inspiración: “Pocas ciudades están disponibles, Lisboa logra modelarse a sí misma en su visitante, porque es extremadamente diversa y multifacética. Si te gusta el folclore más siniestro, puedes ir a Alfama, escuchar el fado, dejarte afeitar por un barbero de antaño y tal vez hasta que te robe un carterista. Si te gusta el esplendor imperial, puedes pasear por la Lisboa Pombalina y pasear por la Rua Augusta. Si eres nostálgico de los años 50 o 60, puedes ir a las Avenidas Novas, hacia la Avenida de Roma y disfrutar de ese tipo de arquitectura. Si está de humor para el modernismo desenfrenado, puede visitar centros comerciales, como Amoreiras, realizado por arquitectos posmodernos portugueses. Si quieres una buena arquitectura, racional e inteligente, ve al Centro Cultural de Belém construido por Gregotti. Y si tiene ansias de saudade, va a la Praça do Comércio a orillas del Tajo y allí, mirando al Mar de Palha, ese enorme estuario donde en el siglo XVIII llegaban las especias y los oros de India y Brasil, se puede sentir la nostalgia de un imperio perdido”. Veía en Lisboa un microcosmos espectacular y lo capitalizó de manera estupenda, como debe ser: vitalmente. No estaba ahí para destilar saudade sino para entender los motivos de su escritura, porque para él la patria era el idioma italiano, y Pessoa y el portugués un continente ignoto.
Por extraño que parezca, la pasión de Tabucchi por Portugal comienza en París, en los años 60. Siendo un estudiante universitario descubre a Álvaro de Campos, uno de los heterónimos del poeta Fernando Pessoa. Le intriga el poeta y Lisboa se convierte en el centro de interés de toda su vida. A cuatro manos, con su esposa María José de Lancastre, tradujo muchas de las obras de Pessoa al italiano; escribió ensayos e incluso una nouvelle sobre este autor. Veneraba la imagen y la vida del poeta de Lisboa. Creía que Lisboa tiene mucho que ver con la obra del poeta. Eran indisolubles. No como una musa sino como un ente que prodigaba al poeta de personas, escenarios y circunstancias, cuya energía le ayudó a moldear una obra extraordinaria.
Su primera nouvelle fue Piazza d’Italia (1975), después llegaría Il piccolo naviglio (1978), textos que hablan de las vicisitudes de la región Toscana (parte central de Italia); en los 80 publica lo que considero más valioso de su obra, lo que le dio la atención de muchos lectores fuera de Italia: Donna di Porto Pim (1983), Notturno indiano (1984), Piccolo equivoci senza importanza (1985) y I volatili del Beato Angelico (1987). Después de mostrar una seductora proposición narrativa, Tabucchi publica Sostiene Pereira (1994). Ese libro lo consagró. Rápidamente obtuvo muchos lectores. En 1997 apareció La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, historia que nos trajo a cuento la injusticia, la violencia y la corrupción, una crítica que bien podría ser la Italia que describió Tabucchi en las múltiples colaboraciones que realizó para los periódicos L’Unità y la Repubblica.
Visitó México en varias ocasiones. Dejó testimonio de sus visitas a Oaxaca, Teotihuacán, Montalbán, Yucatán, Veracruz y Tabasco. Incluso hizo algunas crónicas que aparecieron publicadas en El País. Cito una, por ejemplo, escrita en Yucatán: “La hora de la sobremesa está hecha para la siesta, porque México es un país de siesta. Dejan al borde de la piscina sus enormes sombreros de paja, acaso fabricados en Taiwan, en los que han escrito sus nombres con rotulador, Ulrike, Klaus, Alice, Renate, y se retiran a sus habitaciones, donde unos ventiladores de tipo colonial y una alfombra de colores colgada de la pared les confirma que se hallan realmente en México”.
Criticó cuanto pudo a Silvio Berlusconi, pero sobre todo, quería desberlusconizar a Italia. “Hoy que Berlusconi se va (noviembre de 2011), será difícil desmontar su imperio, todo aquello de lo que se ha apropiado y anular las leyes anticonstitucionales que en estos 17 años de poder ha promulgado en beneficio propio”. Tabucchi estaba, como usted nota, en contra de quienes abusan del poder, de quienes lo usan para engrandecer su fortuna y hacen de los instituciones un ministerio el ego. Criticaba a los que engañan al pueblo, de verdad disfrutaba esa batalla civil desde las trincheras del periodismo. Pero la literatura, por excelencia, es el sagrado contrapeso al pensamiento hegemónico.
Aparte de este texto, rindo un homenaje a Tabucchi en el cuento Piazzi di Bacci, incluido en Últimos días terrenales (2021). Propuse algo similar a lo que Tabucchi hizo en Sogni di sogni. Gli ultimi tre giorni di Fernando Pessoa (1992). Espero que tengan un buen martes.