EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

También en Chicago hace aire

Juan Angulo Osorio

Octubre 07, 2007

El título de esta columna no hace alusión al mote de la principal urbe del medio oeste estadunidense, La ciudad de los vientos,
sino a que allá también se observa un desencanto con el primer gobierno no priísta en la historia de Guerrero.
Cada septiembre de los últimos cuatro años Clubes Unidos Guerrerenses del Medio Oeste celebra allá un encuentro cultural, en el
que invita a personalidades del estado. La organización aprovecha la festividad para hacer una “reunión comunitaria” en la que
hace un balance con funcionarios gubernamentales sobre la aplicación del programa 3×1, mediante el cual los migrantes aportan
una cuarta parte de los recursos para la edificación de obras en sus comunidades de origen –las que ellos decidan– y la
federación, el estado y el municipio aportan las tres cuartas partes restantes.
En 2005, a seis meses de asumir el cargo, asistió al segundo encuentro cultural el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo. Un
año después asistió su secretaria de Desarrollo Social, Gloria Sierra. Y al que se celebró del 28 al 30 de septimbre pasados asistió
el director general de la oficina de Atención a Guerrerenses Radicados en el Extranjero, de la misma Sedesol, José Luis Córdova
Cabrera, arquitecto de profesión.
La decreciente jerarquía de la representación gubernamental puede verse como una metáfora del alejamiento que se ha venido
dando entre los Clubes Unidos y el tenuemente perredista poder Ejecutivo de Guerrero.
El problema se agrava porque Clubes Unidos –sin hacerlo explícitamente pues sus estatutos se lo impiden– en los hechos apoyó
la candidatura de Torreblanca a la gubernatura en la campaña electoral. Invitó al acapulqueño a Chicago siendo candidato y luego
promovió incluso que sus afiliados se trasladaran desde allá a votar el domingo 6 de febrero de 2005. Varios dirigentes lo
hicieron, entre ellos Erasmo Salgado, del club de Santa Teresa, municipio de Iguala, uno de los fundadores de la organización y
actual coordinador de la misma.
Clubes Unidos surgió en 2003 de una división de la entonces poderosa Federación de Guerrerenses de Chicago que encabezaban
Fabián Morales, Greg Salgado, Manuel Martínez, Joaquín Damián y el ya mencionado Erasmo Salgado, entre otros. Éste con
Damián –presidente del Club de Apipilulco, municipio de Cocula–, y Miguel Cano, actual presidente de Clubes Unidos y presidente
del Club de Temaxcalapa, municipio de Taxco, abandonaron la Federación inconformes por la manipulación del padrón para una
elección de mesa directiva, por la toma vertical de decisiones, porque no se tomaban en cuenta las propuestas de las bases y
contra una tendencia a usar al organismo para beneficios personales o para las aspiraciones políticas de algunos de sus
dirigentes. “Nosotros queríamos formar una organización de soldados y aquellos se suponían sólo generales”, me dijo Erasmo
Salgado el domingo pasado en la clausura del encuentro, y resumió así uno de los motivos del quiebre de la Federación.
El análisis de la disidencia que encabezó Salgado –dueño y trabajador de su propia empresa de pulido de pisos– se confirmó
precisamente en las elecciones de 2005, cuando los dirigentes de la Federación dieron su apoyo abierto al candidato del PRI a la
gubernatura del estado, Héctor Astudillo. Como senador, éste asistía con frecuencia a Chicago y cultivó una relación de cercanía
con los mencionados Fabián Morales y Greg Salgado, el último un originario del municipio de Teloloapan y empresario del
transporte que llegó a ser presidente de la Cámara de Comercio de la avenida Cermak, en el corazón de los barrios mexicanos y
una de las que más impuestos aporta a la ciudad.
Para calibrar la importancia del fenómeno migratorio en aquella región dominada por el lago Michigan, según datos del
consulado mexicano, en el estado de Illinois –donde se encuentra Chicago– viven unos 2 millones de mexicanos, de los cuales
más de 200 mil son guerrerenses. Y de acuerdo con la misma fuente, con información de 2006, los migrantes más organizados
son los de Guerrero, que se agrupan en 59 clubes repartidos entre la Federación, los Clubes Unidos –la más grande– y los
llamados independientes.
La división de 2003, que se hizo irreversible dadas las diferencias acumuladas en el grupo dirigente de la Federación, implicó un
debilitamiento del protagonismo de los migrantes guerrerenses lo mismo en la política local que en su relación con Guerrero.
Para complicar la situación, un intento de acercamiento entre Clubes y Federación abortó luego de que el gobierno de René
Juárez Cisneros –en el clásico intervencionismo de los gobiernos del PRI– entregó a la segunda organización 100 mil dólares para
la apertura de una Casa de Guerrero en Chicago, sin tomar en cuenta a los Clubes Unidos que para entonces –2004– ya tenían
una representatividad mayor que la Federación.
El diferendo en torno a la Casa Guerrero agravó la división entre ambos grupos, misma que se mantiene hasta la fecha.

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Como en otros muchos casos de su relación con fuerzas que contribuyeron a su victoria, y a las que les ha dado la espalda,
también con los Clubes Unidos el gobernador del estado supuso que la simpatía de varios de los dirigentes y bases de la
organización hacia un gobierno distinto al del PRI debía traducirse en un apoyo incondicional a su administración.
Esto no ocurrió así. Desde el principio, Clubes Unidos dejó claro que su único objetivo es contribuir a la realización de obras
públicas en las comunidades de los clubes que agrupaba, en su mayoría de los municipios de Taxco, Cocula e Ixcateopan, y otras
de la misma Zona Norte del estado. Que sería exigente en que el gobierno cumpliera con su parte y que las obras seguirían
siendo decidas en conjunto por el club aportante y un comité de la comunidad beneficiaria.
Y así se lo hicieron saber al gobernador en su visita de 2005, cuando Torreblanca –con poco tacto, como siempre, o con mucha
franqueza como dicen sus panegiristas– lanzó su acostumbrada catilinaria contra la edificación de iglesias, comisarías y plazas de
toros y en favor de lo que llama “obras de alto impacto”. Aquella vez el gobernador se reunió también con los dirigentes de la
Federación y tampoco le fue bien. Entonces, Manuel Martínez le reclamó que no hubiese cumplido su promesa de campaña de
crear un Instituto del Migrante y que haya colocado en la oficina del ramo de la Sedesol a un funcionario “prepotente e inepto”, en
referencia a Rodrigo Méndez, el primer director general de atención a migrantes nombrado por Torreblanca a sugerencia al
parecer del ahora diputado federal Cuauhtémoc Sandoval, y quien fue sustituido por Córdova Cabrera, quien tampoco tiene la
aquiescencia de la comunidad guerrerense como se verá más adelante.
Si se entendía que Torreblanca no fuese bien recibido por un grupo que apoyó la candidatura de Astudillo, el hecho de que se
haya reunido con ellos no fue bien visto por los Clubes Unidos, que era la organización que lo había invitado a visitar Chicago.
Las cosas no mejoraron al año siguiente con la visita de Gloria Sierra y este año el distanciamiento se profundizó luego de que el
gobierno estatal intentó –aquí también como en el caso de la CAPAMA– que los Clubes Unidos firmaran un convenio que contenía
cláusulas inaceptables para un grupo de migrantes que son los precursores del programa 3×1, que luego se instauró en el nivel
nacional en el gobierno de Vicente Fox. De acuerdo con Erasmo Salgado, el gobierno del estado pretendía que los Clubes
aportaran no el 25 por ciento de los recursos necesarios para la obra en cuestión, sino el 50 por ciento, para suplir la
responsabilidad de los municipios se niegan a aportar los fondos que les corresponden. Además, el convenio quitaba a los clubes
la facultad de supervisar las obras y la aplicación de los recursos. “Fue una tremenda muestra de insensibilidad”, me dijo Erasmo
Salgado. “¿Cómo se puede tratar así a gente que no tiene ninguna obligación de dar dinero para obras, dinero que mucho le
cuesta conseguir aquí, con el único objetivo de contribuir a que mejoren sus pueblos de origen?”, lamentó Erasmo.
En la reunión comunitaria del sábado pasado el tema hizo crisis ante un nervioso e inexperto enviado del gobierno zeferinista,
que tuvo que ser auxiliado en más de una ocasión por el delegado que la Sedesol federal tiene en el consulado mexicano,
Santiago Ardavín. “Ustedes son los únicos que tienen que decidir qué obras se tienen que hacer”, decía una y otra vez Ardavín, un
joven con aspecto de yuppie , quien tal vez sin saber se deslindaba así del concepto zeferinista según el cual las únicas obras que
se tienen que hacer en Guerrero son las que decida el gobernador.
Eliseo Morales, el combativo presidente del Club de Apetlanca, municipio de Cuetzala del Progreso, y uno de los más activos
dirigentes de Clubes Unidos elevó la crítica en la reunión comunitaria del sábado, en la que participaban el diputado local del
PAN, Benito García Meléndez y los presidentes municipales de Taxco, el panista Ramiro Jaimes, y de Teloloapan, el perredista
Timoteo Manjarrez.
Allí también se cuestionó –luego de una gráfica presentada en la reunión por Córdova– el crecimiento del apoyo del gobierno del
estado a los clubes llamados independientes, de los cuales no se tiene noticia cierta ni se sabe qué tan representativos son. Y se
sospecha que pueden ser aprovechados por el gobierno del estado para darle la vuelta a su conflictiva relación con Clubes Unidos
y la Federación. “No vamos donde nos golpean y nos gusta que nos apapachen y nos enamoren”, es una de las máximas del
gobernador del estado que, al parecer, también se está aplicando en Chicago.
De todos modos, al final, el representante del gobierno de Guerrero aceptó que se deben cambiar los términos del convenio paa
que los Clubes sólo aporten el 25 por ciento de los recursos, como venía sucediendo, y para que vigilen la aplicación de los
recursos y el desarrollo de cada obra. Estaremos pendientes de que se cumpla, me dijo Erasmo Salgado.

*****

Un consenso encontré entre diversos actores del mundo de los migrantes guerrerenses en Chicago: la crítica a la pobrísima
representación del gobierno del estado. El arquitecto Córdova parece más un dandy de la época de los 80 preocupado por su
apariencia personal, y menos un funcionario público cuya misión es atender, y bien, a ciudadanos guerrerenses que en su
mayoría llegaron a Estados Unidos desde las comunidades más pobres del estado.
Y César Pino, encargado de la oficina del gobierno del estado en Chicago, es un empeñoso muchacho hijo de un amigo del
gobernador, pero que no tiene la mínima ideal del fenómeno migratorio ni de sus problemas. Ni Córdova ni Pino son los
interlocutores que se necesitan allá, y si el gobierno del estado los mantiene estaría demostrando el poco interés que le merece
mantener una buena relación con la comunidad de guerrerenses en el exterior.
Otro señalamiento que me hicieron observadores de la política migratoria en Chicago es el caso de la propuesta de que se cree
un Instituto del Migrante en Guerrero. Les extrañó que la voz cantante en el tema la lleve el PAN, cuyo coordinador de los
diputados de ese partido, Benito García presentó ya una iniciativa en el Congreso local basado en la experiencia del gobierno de
San Luis Potosí. ¿Cómo es posible que suceda eso en Guerrero, un estado supuestamente gobernado por el PRD cuando las
experiencias más avanzadas son las de Zacatecas y Michoacán, dos estados gobernados por ese partido? Incluso, me dicen, la de
San Luis Potosí es de las experiencias más limitadas. Y, concluyen, si eso ocurre es que los diputados del PRD, con los dirigentes
de ese partido en Guerrero, saben que el gobernador no quiere crear ese Instituto del Migrante y, como en otros muchísimos
casos, no quieren enfrentarse a él. No importa que salgan perdiendo 800 mil guerrerenses que viven en Estados Unidos y el
estado mismo, que no aprovecha el potencial de esa enorme comunidad no sólo para el programa 3×1, sino para muchas otras
iniciativas de inversiones productivas y de sentido social, capacitación, intercambio y desarrollo cultural.