EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tarzán, Tin Tan… o cómo volver a reinventar a Acapulco

Aurelio Pelaez

Noviembre 11, 2007

En algunas de las tardes de bohemia –no muchas cual debiera ser en correspondencia a la gran estimación y admiración que le
tengo– me comentaba don Anituy Rebolledo el nulo provecho que en Acapulco le sacamos a su historia y a sus personajes en
comparación con otras ciudades que hacen de esta materia su principal atractivo turístico.
Bueno, pero con estos gobernantes que hemos tenido, qué esperar, creo que me dije. Don Anituy, el discreto y trabajador
cronista de la ciudad –urge ya publicar en un libro hecho y derecho sus trabajos, mínimo los que del año 2000 para acá ha
publicado en El Sur– me explicaba cómo en algunas visitas fuera del país conoció cómo se explotaban al máximo episodios y
personajes históricos como parte del turismo cultural e histórico: pues si en tal país se dice que en esa piedra se paró Bolívar, por
qué no acá desempolvamos una por el cerro de La Mira y aseguramos que desde ahí tomó sus apuntes del puerto Alejandro Von
Humboltd sobre la fauna y la natura de este continente virgen (para los europeos, los principales destinatarios de este mensaje ),
o bien pienso yo, ponemos una escultura de José María Morelos por ahí cerquita con el letrero: El autor de Los Sentimientos de la
Nación ordenando desde aquí destruir a cañonazos y sin sentimiento de culpa alguno a la ciudad habitada por gachupines,
criollos, mestizos, descendientes de filipinos, negros, indios naturales et al, bajo la consigna de que por no unirse los habitantes
del puerto a la causa independentista “no va a quedar piedra sobre piedra”. ¿A ver a ver, quién nos va a decir que no fue así?,
creo que concluíamos. Y de paso aseguramos que el pañuelo en la cabeza del prócer no era por la migraña sino por una cruda
cuata después de pasar una semana en los tugurios alrededor de la Feria de la Nao. ¿A ver, a ver?
Hace unas semanas, de paseo en Guanajuato con Gloria, mi esposa y compañera, y Mariana, la hija y alumna, casi expulsados de
la ciudad por una turbamulta que se apoderó de calles y cuanto lugar libre había por culpa del Festival Cervantino, concluimos
tomar un tour por el Guanajuato histórico. El chofer, a saber, un guey con cara de banda de la Zapata llegó media hora tarde al
hotel, va nervioso porque anda compitiendo por ganar clientes con otros conductores de camionetas turísticas en una lógica
indescifrable. Al final, se resigna y carga con la mitad del cupo de la Urvan. Silencio después del mareo de dar vueltas por la
ciudad. Luego, poco a poco, comienza su exposición ya dejando la ciudad, y uno que se considera informado poco a poco se deja
seducir por la picardía del chofer y guía de turistas, que por lo que se ve, es rehén de cursos y talleres de historia de a guevo
realizados por la Secretaría de Turismo guanajuatense, con anécdotas que van más allá de los consabidos chismes del Burro de
La Roqueta de por acá.
En Dolores Hidalgo, vamos a la tumba de José Alfredo Jiménez como parte obligada del tour. “A ver si me sé la historia”, dice al
llegar al mausoleo y se suelta un chismorreo de veinte minutos sobre el autor de El Rey digno de un episodio de TV Novelas y de
Hombres en su siglo. Y luego también por otros pueblos, San Miguel Allende, donde pasamos por un rancho “que Cantinflas le
dio a su novia Iran Eory por un amor no correspondido” –a qué guey ese Mario– y cada pedazo de ciudad tiene una historia o un
chisme, como la escultura a José Alfredo, en Dolores, “que por el tamaño, parece que la reciclaron de una de Nelson Ned”,
lamenta. Y así.

Con ustedes… Tarzán

Una tarde hace como 15 años, sentado yo en la barra del Bar Chico vi entrar una viejita, ya pasita, quien se sentó en una esquina
y comió y bebió austeramente acompañada de un par de gueritos jóvenes. Varios clientes de edad la saludaron. Y esa señora
quién es, le pregunté a Benito, el preciso del bar. “Es la mujer de Tarzán”, me dijo. Jane, por supuesto, quién más, apunté.
Las anécdotas de Tarzán en Acapulco –pregunté aquí y allá– se fueron sucediendo luego en pláticas con compañeros periodistas,
y escribí años después algo por ahí, una crónica-ficción sobre los últimos días en la vida de Johnny Weissmuller, el Tarzán-
Tarzán en el puerto, tema que encuentro por demás, mejor recreado en el libro de Marcos Ordoñez, quien es un crítico literario y
de teatro de Barcelona, que escribe en El País, diario español. En septiembre de 2006 publica en Ediciones B Tarzán en Acapulco,
una alucinante historia sobre el alucinado Johnny Weissmuller, el Tarzán más conocido de esta historia ficción llevada al cine.
Tarzán falleció en el puerto el 20 de enero de 1984, después de haber vivido en la ciudad por cinco años. Aquí había filmado en
1948 Tarzán y las Sirenas, y aquí decidió vivir sus últimos días. De esos días sale la historia de Marcos Ordoñez, una ficción
donde el personaje principal es Cosme, un guionista de cine radicado en Los Ángeles, California, Estados Unidos, y que llega al
puerto en búsqueda de una historia de amor, y encuentra la de Tarzán y Jane.
Tan pronto al llegar, Cosme, se echa a chillar al oír en “una emisora mexicana” la canción Un mundo ignorado, “como si fuera
otro el que llorara”, en una noche en “la que diluvió”… Para él, “Acapulco… Desde pequeño, aquella palabra había tenido para
Cosmo un tintineo de fascinación, le gustaba su eco y le gustaba su color, que imaginaba azul y azul aguamarina. Tenía de
Acapulco una visión un poco de tarjeta postal o de noticiarios: palmeras verdes contra el cielo; grandes olas de espuma blanca, y
niños muy morenos saltando al agua desde los acantilados”.
Nuestro turista, que conoce el agua de Tamarindo, antes, al llegar al puerto: “Bebió agua del grifo. Ariel le había dicho que el
agua de Acapulco era intragable. ‘Esta debe venir de un manantial, porque está estupenda… Y que fresca…”.
Cosme encuentra en la casa a la que llega a vacacionar, que ubica por Flamingos, a un ayudante, un nativo local con quien traba
una amistad que le lleva a conocer a la famosa pareja de la historia:
–¿Quién vive allá arriba?
–La señora Jane, la compañera de Tarzán.
–¿De Tarzán?
–Tarzán y Jane.
–¿Tarzán, Tarzán?
–¿Cuántos conoce usted?
Lo que resta de la historia de Ordoñez tiene tintes de película, de otra película de Johnny Weissmuller, que termina su papel de
Tarzán porque al final son uno solo. Bueno, ¿y por qué no restablecer la ruta den Tarzán en Acapulco?

Mailer

Murió Norman Mailer. Casi terminaba de cerrar Rolling Stone en su edición de noviembre donde creo que da su última entrevista
y aparece seguramente la última fotografía periodística que le tomaron, que colocaba El País en su edición de internet de ayer
sábado para dar la noticia. Mailer tiene un parche arriba del ojo derecho. Se cayó de viejito, pensé. Se le mira flaquito y sequito.
La edición por el 40 aniversario de la revista está a toda madre, hay otras entrevistas muy buenas: a Tom Wolfe, Bob Dylan, Keith
Richards, Paul McCartney, Scorsese, y en la edición mexicana, que es la que tengo, a Juan Villoro, Jaime López y Javier Bátiz.
Me regocijaba (refocilaba), con una pregunta al Mailer sobre el Mailer de hace 40 años.
–¿Qué más dividió a las generaciones? ¿Qué hay sobre la cultura de la droga?
–Por supuesto que en los años cincuenta los que éramos fumadores de mariguana estábamos muy orgullosos. Realmente
pensamos que la mariguana era la secreta ruta trasera para la revolución, porque cuando la fumas ves todo más claro, y así
sucesivamente. La dejé 10 o 20 años después (uta, que licencia en la precisión. N. del R.), ya que me pareció que estábamos
hipotecando el futuro de la mariguana. Cuando consumía hierba –y realmente tenía un viaje– me volvía un bueno para nada los
siguientes dos días. Me di cuenta de que si quería ser un escritor serio y trabajar mucho, tendría que dejarla. Lo hice de mala
gana.
Mis ojos se humedecen. Serán las cubas del Havana o la intimidad de largas horas que como lector tuve con este escritor de
grandes reportajes periodísticos como Oswald, la canción del verdugo, Los ejércitos de la noche, o los trabajos reunidos en
América; o bien, novelas como el Fantasma de Harold, Los hombres duros no bailan, El parque de los ciervos, El evangelio según
el hijo. La revista Rolling Stones, editada en la liberal ciudad de San Francisco, fue innovadora del llamado Nuevo Periodismo. ¿Se
hablará de estos en las decenas de escuelas de Comunicación en Guerrero? No creo, esa licenciatura es pura estafa. En fin.