EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Te lo digo Juan….

Abelardo Martín M.

Agosto 16, 2016

El presidente de Morena y precandidato a la Presidencia de la República por tercera ocasión, Andrés Manuel López Obrador, ya entendió que el discurso incendiario, de confrontación y descalificación le conduce, una vez más, a la derrota. Por eso, ahora, sus asesores lo convencieron de que utilice la vía de la conciliación, el perdón y la misericordia, lo que podría darle un resultado diferente.
La semana pasada, el controvertido político tabasqueño asistió a un evento de los que no ha sido proclive, es más, ha sido reacio y hasta grosero y tuvo que pagar el precio por ello. Pero ahora, aceptó acudir a un foro con claros tintes burgueses: Era familiar Princess 2016, que se efectuó en el centro de congersos Mundo Imperial en en la nueva zona bonita de Acapulco, adonde se construyeron casas y edificios para las clases altas del país y de distintas partes del mundo.
López Obrador sintetizó su participación en “siete grandes decisiones para cambiar a México: Rescatar al Estado; acabar con la corrupción y la impunidad; terminar con los privilegios en el gobierno; lograr el renacimiento económico y social de México; hacer realidad el Estado de Bienestar; sociedad segura, y su resucitada idea de la “República amorosa”.
Tituló su ponencia Cambio y porvenir de México (una visión hacia el 2018) en la que pretende “rescatar al Estado y ponerlo al servicio de todas y todos los mexicanos, dos decisiones para moralizar y obtener recursos y cuatro más para garantizar el progreso con justicia, la seguridad, el bienestar y la felicidad”, según su propia explicación.
En los días posteriores, también hizo una aclaración respecto a su constante censura respecto a quienes tienen recursos más que necesarios para vivir, porque aclaró que hay familias que tienen recursos “bien habidos” y él sólo procederá en contra de quienes tienen “fortunas mal habidas”.
Ya había insistido en la congruencia entre el pensar, el sentir y actuar, y se declaró consciente de que a muchos disgusta que no use tarjeta de crédito o declare que no tiene bienes inmuebles o una fortuna como la que esconden muchos ex funcionarios de gobierno o políticos.
“El rescate del Estado debe llevarse a cabo de manera pacífica, legal y en forma democrática”. Aclaró a los integrantes del grupo en el poder que “a pesar del gran daño que le han causado al pueblo y a la nación no les guardamos ningún rencor y les aseguramos que, ante su posible derrota en el 2018, no habrá represalias o persecución para nadie”.
Se necesita justicia, no venganza, dijo y enfatizó que él no odia a nadie, sino que su objetivo es lograr el renacimiento de México. “Se trata de inaugurar una etapa nueva de la vida pública del país, con un presidente que no esté subordinado a ningún grupo de interés creado y que sólo tenga como amo al pueblo de México”.
Para nadie es secreto que la corrupción es una tragedia nacional y es la principal causa de desigualdad. “Dicho en otras palabras: nada ha dañado más a México que la corrupción política. No obstante, siendo este el principal problema del país, por decisión de los poderosos, el tema no se debate con seriedad ni aparece en la agenda nacional. Se habla de reformas estructurales de todo tipo, pero este grave asunto no se considera prioritario, ni siquiera es parte del discurso político”.
López Obrador hablaba de la política nacional pero no se dio cuenta que pisó muchos callos en Guerrero. Su discurso fue interpretado por algunos como referencias directas al gobierno y la política local.
Guerrero y sus habitantes han sufrido gobiernos ineficientes y abusivos, y ahora con el gobernador Héctor Astudillo, López Obrador pareció aplicar aquel dicho de “te lo digo Juan, para que me entiendas Pedro”.
Sumido en la pobreza, en Guerrero la precariedad económica está, junto con la corrupción de sus gobernantes, en el trasfondo de buena parte de su problemática, como la falta de oportunidades, el florecimiento del crimen organizado, la conflictividad social y las dificultades para el desarrollo social y productivo.
El reto no es sencillo, pues la falta de calificación de los trabajadores, el aislamiento de muchas regiones y la prevalencia de intereses caciquiles, complican las acciones de desarrollo. Hay, dirían los estudiosos, problemas estructurales.
Junto con la educación, el incremento del empleo formal es un indicador fundamental para que el estado y la región puedan mejorar la vida de la gente y tener un futuro más halagüeño.
El gobierno del estado se ha apresurado a festejar que, de acuerdo con los registros del Instituto Mexicano del Seguro Social, durante julio el empleo formal creció con más de cinco mil plazas, con lo cual Guerrero se situó como la tercera entidad de mayor incremento en la materia, sólo detrás de la Ciudad de México y Jalisco.
Ese fenómeno se explica por el turismo que en la temporada vacacional desde luego vive su mejor momento, y por la actividad minera, en expansión por explotaciones de reciente concesión y la apertura o ampliación de minas como parte de una etapa de renacimiento de ese ramo.
Pero una golondrina no hace verano. La cifra es altamente positiva para julio; sin embargo si se atiende a un horizonte mayor, nos encontramos con que Guerrero ya no ocupa ese privilegiado tercer lugar en la materia, pues de acuerdo con la misma fuente, los datos que publica el IMSS, de julio de 2015 a julio de 2016, la variación de puestos de trabajo en Guerrero ha aumentado apenas un 2.4 por ciento, lo que sitúa a la entidad en un modesto lugar 24 de las 32.
Hurgando un poco más, la tasa de informalidad en Guerrero alcanza el 79.2, con todo lo que ello implica, la mayoría de los empleos son precarios, no tiene seguridad social, ni prestaciones, ni estabilidad alguna. Sólo nos superan, es decir, están peor, los estados que usted imaginará: Chiapas y Oaxaca.
Mucho es lo que falta para propiciar inversiones de gran monto, encontrar nuevas actividades productivas, recuperar el lugar perdido en el turismo por la falta de calidad, atención a los servicios y el riesgo de la inseguridad y la violencia, y no apostarle todo a las minas, que dejan grandes ganancias a los empresarios, pero suelen pagar salarios de hambre, producir contaminación ambiental y deterioro de la salud de los trabajadores de los socavones y los lugareños.
Poca cosa.