EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Temporada de caza

Arturo Martínez Núñez

Marzo 18, 2005

 

 

Hace poco más de un año comenzó una de las más encarnizadas batallas políticas de las que se tenga memoria. Con la publicación de los famosos videos, se inauguró la temporada nacional de caza de Peje, que parece no terminar. Su principal instigador, el inquilino de Los Pinos, no hace más que dar muestras de una creciente animadversión y un odio que raya en lo enfermizo hacia Andrés Manuel López Obrador y todo lo que éste representa.

Durante meses, quizás durante toda la primera mitad del régimen foxista, se intentó dar una imagen de conciliación. Vicente Fox se cansó de pregonar que era el presidente de todas y todos las y los mexicanos, hasta que las elecciones intermedias del 2003, le obligaron a mostrar su verdadero rostro. El Presidente de la República, apostó erróneamente todas sus fichas a la consecución de una mayoría parlamentaria. Ante su fracaso en la construcción de los grandes acuerdos nacionales de largo alcance, polarizó el debate y al más puro estilo maniqueísta, apostó todo al “conmigo o contra la patria”. El fallido eslogan de “quítale el freno al cambio” ya dejaba ver algunos trazos del verdadero rostro del grupo que detenta el poder. De tal suerte que el problema no era la falta de liderazgo ni la incapacidad de concertación política. El problema, según la visión simplista de los neosinarquistas, era que el PRI y el PRD eran lastres en el camino de México hacia el desarrollo. Los que no apoyaban las reformas estructurales del presidente eran “frenos” al cambio que México necesitaba.

Sin embargo los ciudadanos se expresaron en las urnas y atinada o desatinadamente dieron la espalda al proyecto de Fox y mandató a los partidos a ponerse de acuerdo. En cambio, en el Distrito Federal los electores otorgaron al jefe de Gobierno una amplia mayoría y perfilaron con contundencia a Andrés Manuel López Obrador como el precandidato a la presidencia de la República mejor posicionado.

A partir de esas fechas se desató una feroz campaña con el objetivo de detener al peje de gobierno. A lo largo del año atestiguamos cualquier cantidad de grotescos episodios: desde los infaustos videos con los compañeros perredistas pillados con las manos en el elástico, hasta el famoso pleito de Derbez y Creel contra el temible aunque jovencísimo babysaurio cubano Felipe Pérez Roque. Vimos a Alfonso Durazo dinamitar desde dentro las aspiraciones de la señora Sahagún y al ingeniero Cárdenas renunciar a sus cargos de dirección en el PRD y provocar su mayor crisis.

A pesar de todo, Andrés Manuel, recubierto con el mejor y más resistente de los teflones, aguantó estoicamente y aunque en un principio las encuestas indicaron un bajón en las preferencias electorales hacia el tabasqueño, al cumplirse un año del inicio de la temporada de caza de pejelagartos, Andrés se mantiene en el primer lugar y lejos de sus más cercanos perseguidores.

Todo ha sido en vano. Vicente Fox ha utilizado la silla presidencial como trinchera política y lejos de conseguir sus objetivos, únicamente ha logrado lesionar a la institución. Al apagarse la estrella de Martita, Santiago Creel quedó como el único salvador del panismo. Haciéndole honor a su nombre de pila, vestido de charro y como todo hombrecito, se lanzó a cazar tabasqueños que parezcan moros dejando a un lado su responsabilidad como conductor de la política interna.

La Semana Mayor está a la vuelta. Los judas se preparan para dar el golpe final y Andrés Manuel, profundo conocedor de la idiosincrasia nacional, como borreguito en el cadalso, espera su sacrificio, a sabiendas de que lo que no te mata te fortalece y que si sale vivo de ésta, difícilmente algo o alguien lo detendrá en su marcha hacia Los Pinos.

El Yunque se apodera del PAN. Ahora resulta que el peligro no es “ganar el gobierno y perder el partido” como anticipaba Carlos Castillo Peraza, sino perder el gobierno y perder el partido. La renuncia de Tatiana Clouthier y el jalón de orejas de don Luis H. Álvarez ilustran el tamaño del problema interno. Germán Martínez, parafraseando a Adolfo Christlieb Ibarrola, les ha llamado “meones de agua bendita”.

En el PRI, la paz sólo existe en la superficie y en el discurso, pero a las primeras de cambio y en cuanto los involucrados sientan el peligro en sus fueros, la tregua se romperá y se armará la grande.

En el PRD hay una extraña y anormal unidad. La elección del dirigente nacional no representará mayor complicación, porque en nombre de la defensa de Andrés Manuel, el debate interno queda pospuesto hasta nuevo aviso. Para lograr la unidad del partido, fue necesario que desde fuera llegara la agresión. Lo malo es que estamos unidos “contra” el desafuero y no a “favor” de algo concreto, de una idea de país o de una utopía.

Y conste que este es el año previo a la elección. Si continuamos por esta vía, no quiero ni imaginar el nivel al que puede llegar la contienda y las consecuencias que entonces sí, habrá en la estabilidad económica, política y fundamentalmente, social del país.

Construir el tejido y la paz social, es la tarea más compleja de una nación. Pero destruirla es peligrosamente sencillo. Todos los actores, protagónicos, secundarios y hasta los extras, necesitamos poner nuestro granito de arena y apostar a favor y no en contra.

 

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