EL-SUR

Martes 08 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Textos con una huella mucho más definida

Federico Vite

Octubre 26, 2021

A most wanted man (El hombre más buscado) es una novela que John le Carré publicó en 2008 (Simon & Schuster, USA, 491 páginas). Tiene el punch habitual del autor, pero en esta ocasión, como bien dice el propio Le Carré en su biografía Volar en círculos, tiene un matiz más humano: “Ahora vivo la mitad del tiempo en Cornualles y la otra en Hamburgo, donde escribo una novela titulada El hombre más buscado, sobre un joven que llega en busca de asilo, pero no desde Checoslovaquia, como sucedió en su momento con el actor ruso Vladimir Pucholt, sino desde Chechenia. Es sólo medio eslavo, porque también es medio checheno. Se llama Issa, que significa “Jesús”, y no es cristiano, sino musulmán. Su mayor ambición es llegar a ser un gran médico para curar a la gente que sufre en su país y sobre todo a los niños. Encerrado en la planta industrial de Hamburgo, donde los espías se disputan su futuro, fabrica aviones con un rollo de papel pintado que encontró sin usar y los hace volar por la sala como metáfora de la libertad”.
Le Carré tomó del actor checoslovaco Pucholt muchos rasgos, de hecho, la solicitud de asilo de este hombre es el molde para la trama de A most wanted man. Dice que un buen día unos amigos le presentaron a un actor checoslovaco, serio, de mirada firme y atento, y le pidieron que su gente (como si un escritor tuviera gente, redes de apoyo y muchos abogados) le ayudara a obtener asilo. Le Carré accedió. De hecho, puso dinero de su bolsa para múltiples gastos, platicó con Pucholt muchísimas veces y lo conoció, no por completo, sino verdaderamente: anhelos, pasiones, frustraciones, ideales y el motivo esencial por el que huyó de su país. Le Carré no tiene dudas, ese hombre era un prisionero en Checoslovaquia. Así que después de superar múltiples obstáculos legales, se consumó la solicitud de asilo de Pucholt al gobierno Alemán. Pucholt fue más que el molde de Issa. En la novela se analiza no sólo la solicitud de asilo a extranjeros, sino la forma en la que múltiples funcionarios públicos reducen la libertad de quien pretende desertar de su país y lo encasilla, de inicio, como un terrorista que intenta hacer daño a la sociedad. La palabra desertar es lo que más escozor levanta. Se puede desertar de un ejército, ¿pero de un país? Este concepto pone en perspectiva legal la injusticia de quien abandona su tierra para pedir asilo. Tanto para el señor Pucholt en la vida real como para Issa en la ficción, ese trámite representó una verdadera odisea. Desertar implica otra posibilidad de opresión, implica también, por añadidura, una revaloración vital que no siempre es afortunada.
A most wanted man no tiene la intensidad de The spy who came in from the cold (El espía que surgió del frío) o de The tailor of Panama (El sastre de Panamá), sí el suspenso y en ese aspecto el trabajo de Le Carré es bastante bueno. Este libro está a la altura de The constant gardener (El jardinero fiel). Uno de sus proyectos mejor acabados. Todos los recursos literarios que caracterizan a este autor están en A most wanted man: trama con giros sorpresivos, motivos ciegos, hábil trabajo con los diálogos; la voz narrativa siempre adecuada, sin excesos ni florituras, acertada y concisa, fría y omnisciente que entra y sale de la sique de los personas. También deben resaltarse los diversos cambios en el punto de vista y la perspectiva siempre intrigante que abre los registros y los tonos de la historia, bastante intrincada, pero bien llevada. Probablemente tenga un ritmo cansino, como bien nos enseñó Kafka cuando hablamos de burocracia, pero evoluciona con fuerza y de manera inquietante. Logra reproducir los efectos de una situación como la de Pucholt. El lector se enfrenta al estudio sicológico de un hombre en busca de refugio y de múltiples personajes que encarnan la versión institucional de muchos países de Europa que niegan asilo a personas en situación de riesgo porque las consideran peligrosas, porque “parecen terroristas”.
Issa, un joven ruso sin papeles y en la indigencia, consigue llegar a Hamburgo. Lleva una sorprendente cantidad de dinero en la mochila. Es musulmán devoto, o así se declara. Annabel, una joven alemana e idealista es abogada defensora de derechos civiles, evita, por todos los medios (legales y personales), que no deporten a Issa. Para ella, Issa es más importante que su trabajo. Para salvarlo se enfrenta a Tommy Brue, un británico de sesenta años, heredero de Brue Freres, de Hamburgo, un banco al borde de la quiebra. Así nace un triángulo de apariencia amorosa pero con trasfondo de poder. Con esto al centro de la trama, le Carré suma la presencia de espías, dedicados a la lucha antiterrorista, están convencidos de que han localizado a un importante terrorista islámico y esperan el momento idóneo para actuar. La tensión se incrementa a muy buenos niveles. El lector siente la satisfacción de pasar por todos los interrogatorios y los recuerdos de los personajes principales: Issa, Annabel yTom. Grosso modo, estamos ante una novela de amor endurecida por espías, por banqueros y por diversos funcionarios públicos que intentan deportar al sospechoso. Pareciera un caldo de cultivo ideal para explotar escenas sexuales, románticas y cursis, pero es Le Carré. Eso no pasa. En cambio, sabemos que Issa, nacido de la relación entre una chechena y un oficial ruso a quien aborrece, ha logrado huir de una cárcel turca. Quiere donar su dinero a distintas ONG islámicas, pero los servicios secretos alemanes creen que las intenciones de Issa son eminentemente a favor del terrorismo. Este nudo permite criticar, a la manera de Le Carré, la creciente inseguridad y la discriminación de Occidente hacia la comunidad islámica, pero por encima de todo, pone el dedo en la llaga: Europa no ha logrado luchar eficazmente para combatir el terrorismo ni lo hará porque gracias a los grupos terroristas varios banqueros europeos llenan sus bolsillos de dinero.
La virtud de Le Carré es que nos hagamos las preguntas esenciales para continuar con la lectura. Por ejemplo, ¿Issa es un musulmán devoto, comprometido con los terroristas o un joven que intenta ser médico? Estas preguntas también motivan las pesquisas de los espías de Alemania, de Inglaterra y de Estados Unidos. Estos personajes clásicos de le Carré convergen en una pregunta más: ¿qué hacer con alguien que parece terrorista? La respuesta no es precisamente una lección de Derechos Humanos, pero sirve para comprender que algunos libros, amargos como este, tiene una hondura más grande que la creada por meros productos de entretenimiento. El trabajo de Le Carré no es para todos, obviamente, pero debe reconocerse algo: con su muerte, en 2020, se pierde uno de esos eslabones importantes, cuya cadena de mando viene desde Joseph Conrad, pasa por Ian Fleming, James Fenimore Cooper, Trevanian, Graham Greene, William Somerset Maugham, Frederick Forsyth, Robert Harris, Tom Clancy, Robert Ludlum, James Grady, Len Deighton y se enaltece con John le Carré, un maestro indiscutible de esto que puede llamarse socarronamente literatura de entretenimiento.