EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

The New York Times y Enrique Peña Nieto

Jorge G. Castañeda

Enero 07, 2016

El virulento editorial de The New York Times contra la presidencia de Enrique Peña Nieto ilustra tres verdades difícilmente refutables. El rotativo neoyorkino, al que le he dado demasiada importancia y que sigue siendo el periódico más influyente del mundo, centra su denuncia del gobierno mexicano en tres casos: la Casa Blanca, la fuga del Chapo y Ayotzinapa. En cada uno de ellos insiste en los errores cometidos por el régimen mexicano, y subraya cómo han destruido el legado de Enrique Peña Nieto al grado que no podrá hablarse de una presidencia con éxito sino más bien fallida.
Las tres verdades son las siguientes. Primera: los errores cometidos en el manejo de las crisis no se han corregido, no se han olvidado y muchos no los han perdonado. Son, en el caso de la Casa Blanca, encargarle a un colaborador y amigo, carente de autonomía, la investigación del conflicto de interés; en el caso del Chapo, no haber despedido al miembro del gabinete responsable de la fuga, cualquiera que ese fuera; en Ayotzinapa, no permitir que el GIEI hablara con los militares del 27 Batallón acuartelados en Iguala esa noche. Estos tres errores reaparecen en cada ocasión que los temas se tocan. No los borrará el tiempo. El precio que Peña ha pagado por ellos sigue siendo elevadísimo.
Segunda verdad: en el ámbito de las instituciones internacionales de un tipo o de otro, la imagen de Enrique Peña Nieto, de su gobierno y de México como tal, además de ser lamentable, se asocia directamente con estos acontecimientos. No se vincula a las reformas estructurales ni a un inexistente éxito económico; las tres desgracias se han vuelto acompañantes insustituibles de cualquier mención a México en el mundo. ¿De qué ámbito se trata? De medios internacionales, organizaciones no gubernamentales, cancillerías, bancos centrales y ministerios de hacienda, organismos internacionales tanto de derechos humanos como financieros y políticos. En estos círculos no es factible esperar que esta versión cambie en lo que queda del sexenio. La mirada crítica que emane de ellos en los años que siguen podrá ser más o menos estridente, certera, distorsionada o demoledora, pero revertir esta impresión me parece imposible.
Tercera verdad: es importante subrayar cómo ha retomado o silenciado este editorial de The New York Times la prensa mexicana. No pude monitorear radio y televisión, pero de los principales diarios del país, sólo Reforma dio la noticia del texto de The New York Times en primera plana; Milenio no lo mencionó; La Razón, Excélsior y El Financiero tampoco; y El Universal y La Jornada lo citaron en páginas interiores.
He sobreestimado la importancia de medios como The New Tork Times para países como el nuestro. Pero de ahí a esta heterogeneidad hay un salto excesivo. Se puede explicar de tres maneras: en los medios donde no apareció el editorial de marras, se decidió que no revestía suficiente importancia para ser citado; en algunos medios el gobierno hizo una labor eficaz para evitar su difusión; en otros, por tratarse de principios de año, y la ausencia de algunos directivos, simplemente se pasó por alto. Que cada quien escoja su explicación.