EL-SUR

Lunes 04 de Noviembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tiempos de cambio

Abelardo Martín M.

Octubre 05, 2021

Se tardaron un trienio porque así están diseñados los calendarios electorales en nuestro país, pero finalmente los tiempos de transformación han llegado a Guerrero.
Luego de un accidentado proceso que culminó en claros triunfos y dudosas impugnaciones afortunadamente bien resueltas por los tribunales electorales, al iniciarse octubre tomaron posesión los alcaldes de Guerrero, y en unos días más lo hará la gobernadora electa del estado, Evelyn Salgado.
Nuestro estado siempre ha sido un precursor de los cambios radicales en el país. Lo fue en la Independencia, cuya consumación se celebró en su bicentenario, y en la que Chilpancingo e Iguala fueron ciudades emblemáticas. Lo fue en la Reforma y también en la Revolución Mexicana. Incluso lo ha sido en el actual ascenso de la lucha democrática, en que la izquierda ha gobernado en lo que va del siglo la mayor parte de los municipios y también ha estado a cargo del mando estatal, en una tendencia que sólo fue interrumpida en el sexenio que ahora concluye.
Ahora que la historia se reanuda, la transformación, al igual que la del país, tomará tiempo, pero la problemática pública deberá ser atendida con urgencia en sus más sensibles facetas.
Una muestra emblemática de lo anterior es Acapulco, donde la nueva alcaldesa, Abelina López Rodríguez, ha debido enfrentar desde su entrada dos crisis inaplazables: la falta de un servicio eficiente de basura en el puerto y la escasez de agua potable, ambas ocasionadas por la carencia de recursos, en el primer caso porque las empresas prestadoras del servicio se negaron a continuar laborando ante una creciente deuda del ayuntamiento, y en el segundo porque no se ha dado mantenimiento a los sistemas hidráulicos que proporcionan el líquido a los habitantes de la ciudad.
Y no todo para ahí. Si así fuese sería, con todo, sencillo. Lo más grave resulta la sucesión de hechos funestos en esta coyuntura de relevos políticos.
La víspera de la toma de protesta de los alcaldes ocurre un incendio provocado en la discoteca Baby’O, lugar que aunque cerrado por la pandemia, esperaba abrir en un futuro cercano como el espacio legendario que ha ocupado por décadas en la vida nocturna de Acapulco. Después de esto se difunde en medios y en redes sociales el video de la ejecución masiva de un grupo de delincuentes a manos de otro, en Iguala.
En la vida pública no hay coincidencias, dice el viejo adagio, lo que viene a cuento por estos sucesos, y su ocurrencia de manera sucesiva en el contexto de transito político al que nos hemos referido.
Una lectura es que los criminales se hacen presentes a manera de advertencia y para amedrentar a las nuevas autoridades estatales y municipales, para intentar ponerles condiciones, para hacer presencia, atemorizar a la población, o simplemente porque son o se sienten los reales amos de los territorios.
El gobierno de Héctor Astudillo, el que prometió resolver la ola de criminalidad en un año, evidentemente no cumplió a lo largo de un sexenio, pero en cambio ha presumido que la violencia se fue reduciendo en forma sistemática, hasta el grado de que Guerrero no se ubica ya en los primeros lugares de las tablas estadísticas sobre estos temas.
Sin embargo, no parecen muy amedrentados ni disminuidos los delincuentes que hemos visto en las pantallas incendiando y asesinando.
En todo caso, las autoridades entrantes tienen a la vista como un grave reto el de la seguridad pública, que deberán resolver o aminorar sensiblemente, como requisito previo para que Acapulco y el resto de las zonas turísticas del estado puedan recuperar parte del esplendor que en el pasado tuvieron, y para que la región tenga posibilidades ciertas de desarrollo productivo.
En breve sabremos de sus alcances, y de cómo nos irá en Guerrero.