EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

 Tiempos mejores por venir

Abelardo Martín M.

Julio 03, 2018

La clase gobernante estatal y nacional (incluye a la mayoría de los medios de comunicación) carece de los instrumentos para conocer la realidad social. Los medios de comunicación al servicio de los gobiernos le han hecho un flaco favor a la gobernabilidad, tan desgastada y deteriorada en Guerrero y en el país.
La amplísima y contundente votación obtenida por el Movimiento de Regeneración Nacional tanto en los votos para el cargo de presidente de la República, gubernaturas, senadores, diputados y presidentes municipales, sorprendió a la clase gobernante porque desconocía, evidentemente, el estado de la realidad social.
El modelo de comunicación social vigente terminó por exhibir su grave incapacidad, pues no sólo es ineficaz para informar sobre el trabajo del gobierno municipal, estatal o federal, sino tampoco para comunicar a la sociedad (sus inquietudes, demandas o exigencias) a los gobiernos en turno. El Sur es una clara excepción de un medio de comunicación que ha debido trabajar arduamente para mantener una línea editorial que refleje a la sociedad, sus inquietudes, demandas y exigencias. Pero es la excepción, porque radio, televisión y prensa al servicio del gobierno, no del pueblo, fueron tan ciegos y sordos al clamor popular. Por eso ahora los resultados electorales de casi carro completo para Morena, les resultan sorpresivos.
Ese divorcio sociedad y gobierno es lo que, ahora, sorprendió a propios y extraños. Quizá sería que los partidos políticos perdedores, que detentan en la actualidad los principales cargos de gobierno, evitaron dar acuse de recibo de la ineficacia de su trabajo.
Si la victoria de Andrés Manuel López Obrador fue tan contundente como habían adelantado la generalidad de las encuestas, los resultados en Guerrero apuntan a un dominio absoluto del Movimiento de Regeneración Nacional, muy por encima del promedio nacional.
El recuento de El Sur a la hora de escribir estas líneas es más que evidente: AMLO obtiene en Guerrero el 66 por ciento de la votación, es decir, dos de cada tres votos, y Morena gana las senadurías de mayoría y las nueve diputaciones federales; además diecinueve de las veintiocho diputaciones locales, esto es dos terceras partes del Congreso local, y la mayor parte de las ochenta alcaldías que se eligen en las urnas, pues en Ayutla de los Libres la renovación se hará por el método de usos y costumbres; en esta cuenta se ubican las principales ciudades del estado, salvo Chilpancingo y Taxco, en que adelanta el PRD y el PAN, y Zihuatanejo, que gana el PRI. Y aunque es probable que el recuento final de los sufragios cambie alguno de estos resultados o afine ciertas cifras, el panorama general es ya muy claro.
En Guerrero, por fortuna para el viejo partido, la elección de gobernador no coincide con la votación que ahora ha tenido lugar. De ser así el cambio sería completo.
Pero no la tiene sencilla el gobernador Héctor Astudillo. A partir de que se cumplan los plazos, se renueven los ayuntamientos y se instalen las siguientes legislaturas, tanto la estatal, como el Congreso de la Unión, el gobernador de Guerrero estará solitario y rodeado. Tendrá un Legislativo local en contra, más bien sintonizado con la fuerza gobernante nacional, y en la mayor parte del territorio guerrerense, presidentes municipales igualmente alineados con el poder federal.
En Guerrero Astudillo estará solo, sin poder real, sin posibilidades de cambiar su incómoda situación. Y alrededor tampoco será mejor su situación. Sólo con sus vecinos, los gobernadores de Oaxaca y del Estado de México, también de origen priista, mitigará su soledad y su impotencia política. Ambos tienen escenarios domésticos similares y tal vez más ominosos, cada uno por sus características específicas. Alfredo del Mazo, en Edomex, la tierra del presidente Peña Nieto, es totalmente Morena.
En el entorno guerrerense, el resto de las entidades limítrofes, Puebla, Morelos y Michoacán, ya están pintadas de otro color partidario; los michoacanos no renovaron gubernatura, Puebla se mantiene panista, aunque muy disputada con Morena, y Morelos estrena gobernador y color político.
No es casual que la noche misma de la jornada electoral Astudillo se haya apresurado a emitir un mensaje de reconocimiento y colaboración con el próximo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.
Es lo único que le queda a Astudillo, vuelto como dicen los estadunidenses, un “pato cojo”. ¡Ah! y un breve intervalo, los últimos cinco meses del presidente Peña Nieto, quien lo llevó al poder cuando todavía parecía haber futuro para el priismo, así como su paisanaje con el presidente del PRI, René Juárez, quien fue criticado porque quiso agandallarse un lugar en la votación y saltarse el turno que le correspondía, no fue posible por la protesta de quienes estaban en fila antes que él.
Pero la debacle del otrora partido invencible tal vez incluso modifique su actual liderazgo, al que Juárez llegó justamente cuando se prendieron las señales de alarma por la fallida campaña presidencial priista. Y si no fuera así, de cualquier forma tampoco servirá de mucho.
Por sobre los sufrimientos y cuitas de la vieja clase política, los resultados electorales hacen esperar tiempos mejores para los guerrerenses y los mexicanos todos, pero hará falta, ahora sí, decidirse y cambiarse el modelo de comunicación social. Cero publicidad personal y mucha información institucional que logre interpretar a la sociedad, no al gobierno.
Si se hubiera enterado a tiempo, hasta Zeferino Torreblanca, quien hizo oídos sordos a la propuesta de sumarse a Morena, hubiera actuado de otra manera, pero o le ganó el ego o la falta de información con datos. Acabó en el sótano de las votaciones un gobernador que presumía de haber sido exitoso. Su experiencia debiera obligar a sus sucesores a poner las barbas a remojar, por si acaso.