EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tierno, tierno, de ahora en adelante

Federico Vite

Enero 29, 2019

 

Lo que está y no se usa nos fulminará (Penguin Random House Mondadori, España, 2018, 172 páginas), del escritor argentino Patricio Pron es un libro de cuentos que nos permite comprender esa obsesiva persecución por mostrarle al lector mucha pirotecnia y poca sustancia literaria.
El documento reúne 12 textos. Son andamios de estructuras narrativas breves que carecen del fulgor y del ritmo de la prosa acendrada con el oficio, de la concisión, de la hondura sicológica de los personajes. Falta el fuego de quien decide tomar al toro por los cuernos y narrar historias excepcionales. Más que cuentos, el lector se enfrenta a experimentos estructurales del relato. Tal vez por eso se obvia el asunto apasionante a la hora de narrar la historia. Quizá la literatura está mutando, a grandes pasos se convierte en algo suave, tierno, en una paráfrasis de lo ya dicho y lo ya escrito. Algo que fue mejor contado hace años.
Notas para un perfil de Tinder, Un divorcio de 1974 y La repetición son textos bien logrados; el resto podría definirse como una serie de artefactos nutridos de ocurrencias, chistes, relatos que nos entretienen un ratito. Por ejemplo, Oh invierno sé benigno intercala la historia (un recuerdo familiar que involucra un lobo, el hermano menor y un auto en invierno) con las preguntas del cuestionario de ingreso a Estados Unidos. Este es el futuro que tanto temías en el pasado, caso similar y emblemático en el que Patricio Pron contrata a unos actores para que actúen como Patricio Pron en conferencias de prensa, presentaciones de libro, entrevistas y cenas con los anfitriones de la gira promocional del autor. La historia camina bien, pero la necesidad de ser simpático, bromista u ocurrente (la obligación de quedar bien) entorpece la dinámica de un texto que pudo ser mucho mejor, pero el autor prefirió dejarlo como una simple anécdota, no quiso amasar la historia para convertirla en algo superior a lo que realmente hizo Thomas Pynchon al recibir el National Book Award en 1974, quien contrató a un cómico para que recogiera su premio. De hecho, el cómico fingió ser Pynchon. Aquello fue todo un revuelo. No me asombra que ese evento inspire un texto de mediana solvencia, sino que los reseñistas y los reporteros españoles consideren, por este tipo de cuentos, que Pron es un genio y tal vez lo sea, pero no por el libro que hoy reseño.
Pron narra para ilustrar sus lecturas. Lee mucho y lee bien. Capitaliza su biblioteca. De hecho, se apropia de algunas escenas, diálogos y hasta de algunos párrafos pero da el crédito a los autores y cita a sus fuentes, evita la suspicacia del plagio. Construye paráfrasis, diálogos con otros autores y el humor es recurrente, igual que la ternura y la autorreferencia; se nota la búsqueda obsesiva por salir del corsé de un cuento clásico. Pron, tal vez, busca crear un nuevo canon o explorar los senderos narrativos con retórica, mucha retórica, e hilos narrativos prometedores que se diluyen en aras del candor de una sonrisa inteligente.
Varios de los textos de Lo que está y no se usa nos fulminará (finalista del premio de cuento Ribera del Duero 2017) ilustran muy bien las apetencias de los editores actuales, porque más que una continuidad a lo hecho ya por gigantes del cuento, se busca desesperadamente un rasero con menor calidad. Se edulcora la literatura; casi casi se pide no ser tan bueno como los anteriores exponentes de la narrativa breve. A cambio de cuentos, digamos, clásicos o potentes e intensos, el lector de este volumen descubre ocurrencias bien contadas, anécdotas matizadas con humor y con mucho rigor técnico para decir muy pocas cosas. El libro queda en el plano de las resonancias experimentales buena onda, chidas e inteligentes.
Los textos de Pron tienen muchas similitudes con los de Ortuño —quien ganó en 2017 el Ribera del Duero—. Es decir, La vaga ambición y Lo que está y no se usa nos fulminará toman como pretensión estética la autorreferencia y la autoficción (es menor el énfasis del yo en Pron que en Ortuño), gracias a esas vetas temáticas los jueces del premio consideraron el trabajo de ambos autores como una novedosa forma de explicar la naturaleza de la escritura (el ego del gremio literario es asombroso). En el caso de Ortuño se crea un alter ego; con Patricio Pron se trabaja la autorreferencia. Me aterra que la literatura del futuro sea así, superficial, pirotecnia, molde, superficie y humor. Pero bueno, hay cosas peores, las masacres en Guerrero, la negligencia gubernamental, la cancelación del PECDAG, por ejemplo. Tal vez deban bajarle el sueldo a los secretarios de Educación y de Cultura, y obtener de ahí el dinero del PECDAG. Pero volvamos a Pron. Encuentro puros dispositivos narrativos que exhiben la sapiencia del autor, no precisamente la hondura de su talento. Estoy ante otro tipo de literatura. Se trata de artificios ligeros, de exigencias de una industria que edulcora sus productos y nutre las apetencias del mercado. A este libro se le nota el trabajo, revela las extensas sesiones de lectura y de escritura; largas reflexiones sobre los moldes de narrativa breve, pero insistiré en un hecho: hay mucho trabajo, pero el autor pone la técnica al servicio de lo baladí. Que tengan un pasional martes.