EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tim Dowling, la escritura y las relaciones maritales

Adán Ramírez Serret

Julio 31, 2020

El periodismo no sólo ha cambiado la historia de la literatura por su carácter directo, urbano y por el giro radical que dio a la palabra: escribir de manera franca y directa; hablar de temas oscuros, de asesinatos y mentes depravadas.
También revolucionó el mundo de los libros por su carácter utilitario, que exige al escritor o periodista, escribir –nada más y nada menos–; crear cada cierto tiempo de manera obligada, más allá de si hay inspiración o no.
Por todo esto, el periodismo ha sido responsable de la creación de grandes libros, que sin su existencia, hubieran sido imposibles.
Me vienen a la mente autores que, gracias a la escritura periodística, han descubierto y consolidado un estilo y se han inspirado para hacer libros únicos. Pienso en el preciso y brillante Juan Villoro, el excéntrico Juan José Millás y el único y siempre pensado, Jorge Ibargüengoitia.
El oficio de escribir una columna al mes, a la semana o al día, ha creado un extraño oficio. ¿Sobre qué debo escribir y quién lo va a leer?, son algunas de las preguntas obligadas de cualquier columnista. ¿Por qué deben leer lo que digo? ¿Por qué deben dejar sus vidas para internarse en las páginas de un periódico –físico o digital– y leer aquello que sucede dentro de la mente de una persona en específico?
Cuando Julio Scherer invitó a Jorge Ibargüengoitia para que escribiera en la célebre mejor época del Excélsior, el invitado respondió: “¿Pero sobre qué quieres que escriba?”, y el director del periódico le respondió: “Sobre lo que te dé la gana”.
El autor de El atentado se fue entre confundido y halagado a su casa, y después de darle varias vueltas, decidió que escribiría sobre las calles de su barrio, así que su primera entrega se llamó Las banquetas de Coyoacán, una original reflexión que comienza con algo tan baladí como una banqueta, y termina con una hilarante descripción de la identidad mexicana.
A partir de aquí, con los siguientes textos que escribió Ibargüengoitia para este periódico, no sólo lo consolidaron como uno de los grandes escritores mexicanos de todos los tiempos, sino que dio inicio una literatura que encuentra a México como una terrible tragedia que nos hace desternillarnos de risa, de la que son deudores autores tan brillantes como el mismo Villoro, Juan Pablo Villalobos y Jorge Comensal.
Pienso en todo esto por la novela del periodista Tom Dowling (Boston, 1973), Cómo se hace un marido. Es una novela divertidísima sobre su historia con su esposa y una reflexión fresca y útil sobre la vida en pareja.
Tim Dowling cuenta en el prólogo que cuando recibió la mejor propuesta de trabajo de su vida, entró en pánico.
Llevaba ya un buen tiempo siendo periodista hasta que un buen día lo llamó la directora de The Guardian (el célebre y prestigioso diario británico), para que fuera el encargado de una columna que abriría una importante sección del periódico.
Le sucedió algo similar que a Ibargüengoitia, y se preguntó sobre qué escribir. Toca este tema, el otro y el otro, con un éxito silencioso –al menos no lo corren–, hasta que en algún momento, decide escribir sobre su esposa y su vida con ella y cómo lo regaña –casi nunca le aplaude– y lo que piensa de sus artículos.
Sigue en la cotidianidad con su desesperación por encontrar un estilo, hasta que un buen día le escribe la directora del periódico y le dice: “¿Qué ha pasado con esa encantadora esposa sobre la que escribías?”.
Tom Dowling descubre en ese momento que por ahí debe seguir, y más tarde, que hay el material suficiente para escribir una novela.
Así que Cómo ser un marido es la historia de una pareja, la historia de amor, de sexo, de aburrimiento, de afinidades y cansancio que conforman la vida de las parejas.
Es un libro un tanto peligroso, porque se corre el riesgo de descubrir nuestras propias vidas –un tanto patéticas y tristes– y soltar una ruidosa carcajada por asuntos que no nos deberían hacer reír.
Tim Dowling, Cómo se hace un marido, Barcelona, Anagrama, 2015. 298 páginas.