Octavio Klimek Alcaraz
Febrero 14, 2004
La protección de las tortugas marinas es un tema que ha generado preocupación en amplios sectores de la sociedad y creo pertinente contribuir a la reflexión al respecto.
Siete de las ocho especies de tortugas marinas en el mundo se encuentran en los mares y zonas costeras de México. Tres de ellas se localizan en las zonas costeras de Guerrero: la tortuga golfina, la tortuga laúd y la tortuga prieta. Debido a la disminución general de sus poblaciones las siete especies se encuentran bajo protección nacional e internacional. La principal causa de la disminución de las tortugas marinas es la importancia económica que tiene y han tenido. No se debe olvidar que hasta 1990 se decreta una veda total de las especies y subespecies en México. Los subproductos de la tortuga marina son variados, por ejemplo: se ha utilizado la piel para fabricar zapatos, cinturones y carteras; la grasa para fabricar jabones, cremas faciales, caparazones para artesanías, entre otros muchos subproductos. Aunado a lo anterior la carne y huevos han sido una fuente alimenticia tradicional de las poblaciones costeras, que en la actualidad junto con la pesca incidental han generado un mercado negro para su comercialización.
Las tortugas marinas pasan la mayor parte de su vida en el mar. Sin embargo, las hembras regresan a las playas para depositar sus huevos en varias ocasiones. Las nidadas permanecen en incubación en ciclos de entre 45 a 60 días y al emerger las crías se dirigen al mar. Se estima que de 10 mil crías sólo de 2 a 20 alcanzan la edad adulta. No olvidar además, que las tortugas son de lento crecimiento y por tanto su madurez sexual es tardía, requiriendo un promedio de 10 años en alcanzarla. Por ello, los especialistas señalan que la extracción masiva de huevos y la matanza indiscriminada de hembras en playas de anidación, compromete la recuperación de las tortugas marinas, pues es casi imposible el ingreso de nuevos individuos a las disminuidas poblaciones de tortugas adultas.
Ante esta situación, una estrategia para la protección de las tortugas marinas ha sido proteger las áreas conocidas donde las hembras desovan, a través de la creación de los llamados campamentos tortugueros, en los cuales se busca proteger a las hembras que desovan mediante recorridos en playa y cuidando los nidos en el lugar, o se les reubica en áreas con vigilancia (los llamados viveros o corrales).
Según datos de la Semarnat de 2003, hay 147 campamentos tortugueros oficialmente registrados en México, de éstos 120 son iniciativas de entidades como la Secretaría de Marina, gobiernos estatales, municipales y distintos grupos de la sociedad civil. Los otros 27 campamentos son administrados por la propia Semarnat. La Dirección General de Vida Silvestre de esta dependencia ha atendido el campamento de Tierra Colorada en el municipio de Cuajinicuilapa. Es importante señalar que por su importancia como áreas de anidación, las playas de Tierra Colorada y Piedra Tlacoyunque en el municipio de Tecpan de Galeana son oficialmente reconocidas como Santuarios para la Protección de la Tortuga Marina. Para Guerrero, se tiene conocimiento de que se han registrado 24 campamentos en el 2001, 22 en el 2002 y 22 en el 2003. El número de crías liberadas de tortuga en dichos campamentos, en su mayoría de golfina, han sido los siguientes: 139 mil en 2001 y 134 mil en 2002; la meta en 2003 era liberar 170 mil crías. Una tendencia documentada con relación a la liberación de tortugas por los campamentos ha sido a la baja desde 1995, con la mala temporada de1998, cuando sólo se liberaron 68 mil crías de tortuga.
La causa del declive en la liberación ha sido el hecho de que progresivamente los campamentos han tenido que sostener su actividad contando para ello con sus propios recursos. Algunos campamentos han sido sostenidos por la industria turística, otros por la sociedad civil. Un modelo de cooperación interesante se ha dado en el municipio de José Azueta, donde sociedad y gobierno han ido perfeccionando las formas de operación de los campamentos tortugueros, no sin algunos tropiezos iniciales en el trienio municipal anterior. En un boletín reciente la Semarnat informa que en los últimos tres años la inversión aplicada asciende a 10 millones 449 mil 400 pesos y adicionalmente se han gestionado recursos del Programa de Empleo Temporal para las comunidades costeras de 21 municipios de 14 estados por 3 millones 165 mil 862 pesos. Un gasto a todas luces insuficiente para el tamaño del problema. En particular la Semarnat en Guerrero ha carecido de los recursos para atender a estas comunidades costeras. Por ello, se espera que los recursos financieros que se han generado mediante diversas campañas, y que han sido publicitados ampliamente contribuyan a resolver este problema. Para esto es necesario que se establezcan criterios técnicos y sociales donde los recursos y materiales que sean suministrados a los campamentos tortugueros lleguen a quienes más requieren de ellos. Los recursos deben ser asignados con base en las expectativas de los programas de cada campamento. Asimismo, se debe considerar entre otros indicadores los costos unitarios de las crías producidas. Esta preocupación la manifiesto, porque siempre hay mercenarios que buscan a través de causas nobles llenar sus bolsillos. Sería una lastima que estos pocos recursos no llegaran a los pobladores de las comunidades costeras de la Costa Chica y Grande que los requieren.
Finalmente, una de las muchas luchas por un mundo mejor que recuerdo me inculcó mi padre, fue en contra del saqueo de la tortuga marina en Guerrero, cuando se buscaba organizar socialmente a los pescadores de la entidad en contra del intermediarismo voraz y perverso. Seguramente muchas de las fortunas mal habidas de industriales de la peletería y la industria de cosméticos vienen del saqueo indiscriminado de tortugas marinas de las costas de Guerrero. Los pueblos pesqueros fueron expoliados en un recurso como la tortuga marina y lo siguen siendo a pesar de la protección oficial de ésta. Es necesario que se aplique también todo el peso de la ley contra aquellos beneficiarios del saqueo de las tortugas marinas. Espero que los datos a investigar, que han conocido la Profepa y la PGR, en especial para combatir el comercio ilegal en Acapulco, sean atendidos. Sin embargo, es importante inculcar en la población en general que están siendo culpables de un delito al adquirir o consumir productos derivados de la tortuga marina. Que este comercio es terrible no sólo para las tortugas marinas, sino también impactan terriblemente los ecosistemas marinos al romper los equilibrios funcionales de los ecosistemas y por tanto toda la vida en el planeta.