EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tramoya, de Emilio Carballido

Adán Ramírez Serret

Noviembre 19, 2021

Me invitaron esta semana a la ciudad de Córdoba, Veracruz, para que presentara la revista-cuaderno de teatro, Tramoya, creada por Emilio Carballido (Orizaba, 1925-2008), pues cumple nada más y nada menos que 46 años, se dicen fáciles, pero no hay nada más difícil que ser editor y más de una revista.
Córdoba es una ciudad íntima, rodeada por las Cumbres de Maltrata y observada por el Pico de Orizaba. Sus calles están perfumadas por un delicioso olor a café y conserva bastantes rasgos de su pasado; uno de los más importantes es el Museo Córdoba en donde sería la presentación-aniversario de la revista Tramoya.
El museo es bello, ingenuo, como de otra época; con hermosas piezas prehispánicas y hay una placa en la entrada que dice que en esa casa vivió con su familia, el poeta veracruzano Jorge Cuesta.
Este lugar parece resistirse al tiempo, es memoria tangible y listo para celebrar los 46 años de una revista que se ha dedicado exclusivamente a publicar teatro.
Cuando reflexiono sobre las revistas literarias pienso en grandes momentos de la literatura, el Romanticismo alemán, por ejemplo, que fue pionero en este género e hizo una revista en donde tan sólo hubiera textos, escritura pura sin necesidad de ser clasificada en géneros sin la firma de quienes escribían.
En México hemos tenido bellos ejemplos de maravillosas revistas literarias. Está la del Ateneo de la Juventud, de donde salieron nada menos que Alfonso Reyes, José Vasconcelos y Andrés Henestrosa, por tan sólo citar algunos. También está la revista de Los Contemporáneos, de Jorge Cuesta, José Gorostiza o Xavier Villaurrutia entre otro grupo de autores brillantes. Taller, de Octavio Paz y Efraín Huerta. También otras muy importantes, aún vivas como la Revista de la Universidad de México, fundada en 1930; La palabra y el hombre, de la Universidad Veracruzana en 1957 y en 1975, Tramoya, también de la Veracruzana.
Carballido nombra a la revista de esta forma pensando en aquello que no se ve, pero hace posible el espectáculo teatral. Las luces, las piernas y toda la maquinaria teatral que el público no conoce, pero hace posible la representación. Así, se da cuenta en 1975 que había un gran círculo vicioso en el mundo del teatro. Porque buscaba publicar –ha publicado durante 46 años– a quienes nadie publica, porque son jóvenes y no han tenido estrenos y no tienen estrenos porque sus obras no se conocen porque no están publicadas. Pues creía, como escribe Ángela Galindo, “que de nada servía tener buenas obras de teatro si éstas no llegan a quienes las pondrán en escena”.
Romper este círculo vicioso a lo largo de tantos años ha significado incluir a quienes normalmente no lo están. Tramoya logra dos cosas muy importantes: la primera, tomar en serio a los jóvenes, a las personas que están junto a nosotros que al no estar publicadas no se consideran para montar sus obras. Y la segunda, traer autores que hubieran sido imposibles de hallar en español como Alexander Vampilov o Yannis Ritzos. Todo esto gratuito en bibliotecas y muy barato en librerías, en donde es posible leer números monográficos sobre el teatro de varios estados de México como Nuevo León, Guanajuato o Yucatán. Así como de regiones injustamente desconocidas como Centroamérica, como de países tan bellos como Bolivia y con tradiciones dramáticas tan importantes como Argentina y literaturas tan apasionantes como la chilena.
Carballido –y ahora Héctor Herrera–, con Tramoya logran acercarnos a nosotros mismos. Recuerdo una anécdota que contaba Francisco Toledo. Decía que cuando era joven estudiaba Artes Plásticas en la Escuela de Bellas Artes en Oaxaca, y que en las clases de dibujo los modelos que utilizaban eran esculturas griegas, hasta que llegó Rufino Tamayo y les dijo que pintaran a las personas que vivían en Oaxaca, que aprendieran a dibujarse a sí mismos. Me parece que eso hace Tramoya al abrir sus puertas a quienes todos las cierran. Dar voz a quienes están demasiado lejos o quienes son usualmente olvidados, es escucharnos a nosotros mismos.
Tramoya: cuaderno de teatro, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2020. 112 páginas.