Gaspard Estrada
Mayo 19, 2021
Chile acaba de vivir un terremoto político. El pasado domingo, el 43 por ciento de los chilenos aptos para votar eligieron a los miembros de la Convención Constituyente, así como a sus autoridades locales (alcaldes y gobernadores, que fueron electos por primera vez). Si bien el fenómeno abstencionista no es una novedad en Chile –desde el fin del voto obligatorio, en 2012, la tasa de abstención no baja del 50 por ciento– las consecuencias de este resultado serán determinantes para el futuro del país sudamericano. A pesar de ser considerado en buena parte de la región como uno de los países más avanzados de Latinoamérica (ingreso per cápita, desarrollo tecnológico y educativo), la sociedad chilena vive hoy con un fuerte resentimiento hacia su clase política. Ya en 2019, antes del inicio de la pandemia, una serie de movilizaciones sociales históricas obligaron al presidente Sebastián Piñera a convocar a una Convención Constituyente para salir de la crisis política y social en la que se encontraba.
En este sentido, tanto la derecha del presidente Sebastián Piñera como la centroizquierda, los dos sectores que lideraron la transición hacia la democracia y gobernaron Chile desde 1990, sufrieron una derrota histórica. El bloque oficialista ni siquiera alcanzó el tercio de representantes necesario para poder bloquear una propuesta por sí solos –la coalición Chile Vamos obtuvo 37 puestos, con el 23.9 por ciento de la votación, que resultan insuficientes para impedir la aprobación de la Constitución. Por otro lado, la lista moderada de la oposición obtuvo apenas 25 escaños (16.1 por ciento) y fue rebasada a la izquierda por el Partido Comunista y el Frente Amplio, un grupo de partidos y movimientos que nacieron de las protestas universitarias de 2011 (es decir, cuando la centro-izquierda, entonces dirigida por la presidenta Michelle Bachelet, gobernaba el país). Con 28 candidatos electos (18.1 por ciento de los votos), esta alianza se instaló como la primera fuerza de oposición en la constituyente.
De los 155 miembros, 48 convencionales postularon por listas independientes de los partidos políticos, es decir, el 31 por ciento. Si se les suma las 40 personas electas que no militan, pero que fueronpostuladas por un partido político –de diferentes sectores–, la cifra de independientes en el nuevo órgano llega a un 64 por ciento. En definitiva, sin contar los 17 escaños reservados para los pueblos indígenas, habrá solamente 50 constituyentes que militan en partidos políticos. La convención, que será paritaria (77 mujeres y 78 hombres) tendrá un año para sentar las normas básicas que regirán los destinos de Chile.
Estos resultados han hecho tambalear el tablero político chileno y el triunfo de las candidaturas independientes fue una total sorpresa para los analistas y dirigentes de todos los sectores. Las proyecciones indicaban que obtendrían entre ocho y dieciséis escaños. Por un lado, las tres reglas incluidas en la ley electoral prevista para la constitución constituyente –paridad, escaños reservados para pueblos indígenas y listas de independientes– ayudaron a que los resultados de esta elección fuesen tan inesperados. Por otro lado, este resultado tiene una relación directa con la crisis de representatividad de los partidos políticos. Según una encuesta reciente (del Centro de Estudios Públicos, CEP), sólo el 2 por ciento de los chilenos confía en alguno de los partidos que han gobernado Chile en las últimas décadas (desde 2006, ese país fue gobernado por dos personas, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera).
Los resultados del pasado domingo representan la traducción política del descontento profundo de los chilenos frente a su clase política. Al romper de una manera clara con la herencia de Pinochet (la actual Constitución fue redactada bajo ese régimen dictatorial), así como con la partidocracia reinante en el país desde los años 80, los chilenos dejaron claro su voluntad de cambio. Sin embargo, falta saber cómo esta convención constituyente, que tendrá una fragmentación partidaria real, podrá lograr los consensos y las mayorías necesarias para generar una Constitución a la altura de los desafíos. Esperemos que sea el caso.
* Director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.
Twitter: @Gaspard_Estrada