EL-SUR

Lunes 22 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Tres rupturas, tres bloques

Gibrán Ramírez Reyes

Septiembre 06, 2017

Esta vez no se decidirá en Los Pinos la política de alianzas del PAN-PRD, lo que hace más sólido el desarrollo del Frente que ya anunciaron Ricardo Anaya, Alejandra Barrales y Dante Delgado

Septiembre: con el disparo de arranque del año legislativo –y del año electoral, el día 8–, empiezan a sonar los tambores de guerra y a prepararse los ejércitos, a aflorar propaganda en contra destos y otros generales. Las propiedades de los Anaya, el Ferrari del procurador, la gran estafa del gobierno federal, la declaración de frentes y alianzas: todo es parte de los rituales de preparación bélica.
Es cierto, hay un desastre en nuestra política y la información llueve insistente, escándalos como ráfagas que terminan por mezclarse y disolverse unos en otros. Pero algunas cosas pueden entenderse si se abandona la inocencia y se considera la coyuntura actual ya sujeta, primordialmente, a la dinámica de esa guerra, que tiene su grado de simulación, pero también su gravedad impredecible.
En el primer acto preparatorio, en el frente senatorial, el PRI pretendía hacerse de la presidencia de la Mesa Directiva y de la Junta de Coordinación Política. Insistieron en que les tocaba. Todos lo sabían: querían controlar los ritmos de la discusión, la orden del día, qué se discute y qué no, para aprobar que Raúl Cervantes sea nombrado fiscal general de la República. Y entonces –dijo Ricardo Anaya– empezó la guerra, pues, por alguna razón, el presidente del PAN se opuso a dicha pretensión, aunque antes él mismo hubiera aprobado el pase automático de procurador a fiscal.
Fue en medio de esa disputa que se revelaron las propiedades del líder panista Anaya y familiares por 300 millones de pesos, que no aclaró. Y fue también entonces cuando su bancada se indisciplinó a niveles extraños para el PAN, porque los senadores calderonistas se aliaron con el PRI y lograron obtener, para uno de los suyos, la presidencia del Senado que los priistas primero pretendían conservar. Ernesto Cordero ganó con los votos de casi todos: la izquierda –que votó por la Mesa Directiva porque le daba igual el panista o priista que fuera y porque ese acuerdo funcionaba para conservar sus espacios en la Cámara– y la derecha, salvo la mayor parte de la bancada del PAN. Los calderonistas no han escondido que apoyarán la designación de Cervantes por nueve años, con la obvia intención de cubrir las espaldas a los gobiernos de Enrique Peña y Felipe Calderón, en caso de que Andrés Manuel López Obrador sea presidente. Le quieren atar las manos contra los corruptos, pues no podría remover al fiscal general.
Más cerca de su fortaleza –en San Lázaro–, Anaya abrió otro frente. Parece darle muy igual si investigan a Calderón. Si bien sus adeptos no suman suficientes votos para revertir el nombramiento del fiscal, sí pudo impedir, mediante los diputados de PAN, PRD y MC, que la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados se instalara, lo que es como impedir que inicien sus trabajos, que incluyen el presupuesto para 2018, importante para todos. Pero la parálisis –en el momento de escribir este artículo– continúa, aunque el PRI haya puesto sobre la mesa la oferta de posponer la discusión sobre el fiscal.
En estos dos frentes y en la definición de alianzas de Morena y el Frente Amplio, alcanzan a avistarse tres rupturas fundamentales para el desarrollo de la política del año electoral. En el PAN, la facción calderonista rompió con la anayista, sin regreso, y tendrán entre sus opciones sumarse veladamente a una candidatura del PRI –la de José Antonio Meade, por ejemplo– o ir con Margarita Zavala como candidata “independiente” para maximizar su poder de negociación y decidir ya en la contienda hacia dónde van. Por otra parte, como se esperaba, la izquierda del PRD terminó de romper con el aparato del partido decantándose por López Obrador, como se vio en la suma de Dolores Padierna a su acuerdo. Pero la tercera ruptura, que es la principal, es la del gobierno con el PAN capitaneado por Anaya. Eso implica que, a diferencia de la actitud que asumieron en el Estado de México, donde fueron comparsa bien pagada del PRI –aunque hayan recibido algunos golpes de la PGR, como la acusación de lavado de dinero contra la familia de Josefina Vázquez Mota–, esta vez no se decidirá en Los Pinos la política de alianzas del PAN-PRD, lo que hace más sólido el desarrollo del Frente Electoral Atlanta-Miami que ya anunciaron Ricardo Anaya, Alejandra Barrales y el jefe de Movimiento Ciudadano Dante Delgado.
De forma que quedan en el mapa: a) Una candidatura del PRI que nadie podría capitalizar como Meade, capaz de jalar al calderonismo como ya lo ha hecho el PRI en el Senado –y sin lo cual Zavala se colocaría como un agente libre, de importancia pero sin posibilidades serias de competir. b) Una candidatura de Morena que aglutina a la mayor parte de la izquierda, sectores empresariales y sociales de diverso signo. c) Una alianza medio liberal y medio desdibujada que podrían encabezar, dependiendo, Anaya, Corral –que la potenciaría como nadie– o Moreno Valle. Tres bloques en la élite política, cuya fuerza dependerá también de sus arreglos con la gran burguesía, igualmente dividida, y de la que hablaré aquí la próxima semana.