EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Un año nuevo, muy nuevo

Abelardo Martín M.

Enero 02, 2019

Se inicia en el calendario un año más, el 2019 de la cuenta cristiana, un año nuevo como dice el cliché, momento siempre propicio para hacer planes personales y familiares, y también para el balance social de la época que nos ha tocado vivir.
Esta vez, más allá de las felicitaciones y parabienes acostumbrados, es posible augurar que empezamos un ciclo en el que habrá muchos cambios en la vida del Estado y en la del país, y por primera vez en mucho tiempo, entre la gente hay la expectativa de que el futuro será distinto y que pueden ocurrir mejoras en el ámbito en que se desempeña.
Mantener la esperanza es difícil cuando la realidad, la cotidianeidad te demuestra lo contrario. Experimentar en carne propia un asalto en Acapulco te ubica de inmediato en la realidad. Salvar la vida cuando se enfrenta el riesgo de perderla, devuelve objetividad y sentido de realidad, faltan muchas acciones para recuperar gobernabilidad y después la paz, la armonía y mucho tiempo después el crecimiento y el progreso. Sin duda la desigualdad, la marginación y el retraso son el alimento de la inseguridad y la violencia, aunque no la justifiquen.
Acapulco refuerza la vigilancia, pero ya es imposible contener la violencia. Decenas de actos de violencia ocurren diariamente en el puerto que conserva su belleza natural pero sufre la creciente descomposición social, el hambre, la miseria no solo física, sino también humana.
Los hechos cotidianos así lo demuestran diariamente. No es recomendable siquiera asomarse por las noches a la calle. Imposible pensar en “tomar el fresco” en la puerta de la casa para ver caer la tarde o disfrutar de la noche. Jóvenes en motocicletas transitan por las calles de las colonias aledañas a la Costera para aprovechar cualquier descuido y despojar a los turistas o a los habitantes de esas zonas (antes muy seguras) de lo que traigan. No hay manera de evitarlo, simplemente entregar las pertenencias o correr la mala suerte de sufrir una agresión que ponga en riesgo la vida misma.
Sin duda no será el gobierno, solo y a solas, quien remedie esta muy grave situación que exige cambios en el comportamiento individual, familiar y social. Muy bien que se combata la corrupción en los altos niveles del gobierno, pero urge una campaña de solidaridad en el nivel de los ciudadanos, no es robándonos unos a otros, agrediéndonos permanentemente como se construirá una nueva comunidad, una nueva sociedad en la que nuestros hijos y nietos no solo sobrevivan sino tengan una mejor calidad de vida, con mejores oportunidades, con mayor justicia social.
Acapulco en especial, pero podría decirse que el estado de Guerrero todo, está convertido en un auténtico polvorín o en zona minada en la que nadie, crudamente nadie, está a salvo o exento de un asalto, de una agresión. Ese es el desafío de las nuevas autoridades, de los gobiernos que ingresan, cuyos funcionarios corren el riesgo de repetir métodos o sistemas que ya demostraron su ineficacia. La soberbia hace creer que por el hecho de ser “nuevos” los problemas se resuelven por ese solo hecho. La realidad no tarda en demostrar lo contrario. Las ofertas electorales de cambio deben ser seguidas de acciones convertidas en hechos, no más, pero tampoco menos.
Pese a que se cumple un mes del arribo del Presidente López Obrador y que ya sus primeros programas han sido anunciados y se han puesto en práctica o lo harán en breve, es desde luego muy pronto para que lleguen a todos sus beneficiarios y empiecen a verse sus resultados.
Sabemos ya, sin embargo, que los más importantes proyectos por su impacto social, se desarrollarán en el sur de México, y algunos de ellos beneficiarán específicamente a Guerrero, como la construcción de caminos de concreto en municipios apartados, el proyecto piloto de distribución gratuita de fertilizantes, el mejoramiento urbano de colonias marginadas de Acapulco y otros centros turísticos, así como la plantación de árboles frutales y maderables, este último plan al que se ha dado el nombre de “Sembrando vida”, lo cual alude que se pretende dar un nuevo dinamismo no sólo a la reforestación, sino a las comunidades y ejidos que opten por esta actividad. Además, la entidad es de las que ya tienen una atención prioritaria en materia de seguridad, con el despliegue de elementos de las corporaciones navales, militares y policiacas federales, a partir de las cuales se instrumentará el esquema de la Guardia Nacional.
Se busca de manera integral impulsar la economía de los sectores más empobrecidos, beneficiar la producción agropecuaria y forestal, facilitar la vida de las comunidades apartadas, generar empleo e ingreso en las regiones que más lo necesitan, y por supuesto avanzar en la pacificación y la seguridad.
Con estas medidas difícilmente se resolverán los rezagos y carencias que la región ha arrastrado a lo largo de su historia. Son tantos que se requeriría destinar recursos de una magnitud que el país no tiene. Lo relevante aquí es que en todo México hay un cambio de rumbo, que se busca reorientar presupuestos y proyectos al desarrollo de las zonas hasta hoy olvidadas, y cambiar las estructuras de desigualdad e injusticia que lastiman a tantos en beneficio de unos pocos.
Entretanto, es inocultable, la cotidianeidad en Guerrero sigue siendo la misma. Violencia y crimen, asesinatos incluso con saña desmedida, pleitos entre grupos de autodefensa y policías comunitarias, cobro de piso y extorsiones que en las zonas más vulnerables han llegado incluso hasta escuelas y maestros; todo lo anterior en una inercia que tardará en quebrarse. Por estos días la muerte de un turista suizo en Acapulco fue motivo de noticias internacionales.
Así, entre una realidad en que todavía no se advierten mejorías notables y la posibilidad manifiesta de una transformación profunda en el país, transitamos al año nuevo. Ojalá que deveras sea feliz y próspero. Este y los que vienen.
La esperanza está viva, pero el llamado “bono democrático” o el cansancio y hastío del pueblo se recuperarán si no se percibe el tan anunciado y verdadero cambio, primero en el gobierno y simultaneamente en la sociedad.