EL-SUR

Martes 08 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Un paseo a la playa de Las Gatas

Silvestre Pacheco León

Noviembre 26, 2017

Es el lunes 20 de noviembre del año 2017 y mientras en la Ciudad de México se prepara el acto para la presentación pública del Plan de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, yo me he propuesta ir de paseo a la playa de las Gatas, localizada a medio kilómetro del centro de la ciudad, en la bahía de Zihuatanejo.
El nombre de la playa, como se sabe, lo ha tomado en honor a la otrora abundancia de los tiburones gatas, escualos que tienen como característica dos aletas dorsales y bigotes que los hacen parecerse a los gatos, o gatas.
Antes, en mis frecuentes paseos a esa playa tranquila de aguas cristalinas lo hacía en un kayak que rentaba en la playa de la Ropa donde los alquilan por 200 pesos. Pero ahora quise explorar el camino a pie que se hace bordeando la bahía por el lado izquierdo siguiendo la carretera panorámica que pasa por los afamados y viejos hoteles del Sotavento y Catalina junto a los modernos Intra west y Viceroy.
Salgo de mi casa al amanecer del día lunes cargando mi equipo básico para el paseo: sombrero, lentes de sol, zapatos cómodos, esnorkel, aletas, hamaca, un libro, agua y comida.
He traído en mi mochila un ejemplar de Trotsky, el Profeta Armado, de Isaac Deutscher. Hoy pienso terminarlo en homenaje a la revolución rusa que cumple cien años de haberse producido.
El libro de Deuscher me ha parecido mucho más interesante que Mi Vida, como tituló el propio revolucionario a su autobiografía publicada en 1930.
Mientras camino por el parque lineal pienso si en su plan de gobierno Andrés Manuel detallará la explicación sobre la manera como la sociedad mexicana llegó al momento en que estamos, en el cual el crimen organizado nos tiene en sus manos, como secuestrados, mientras ninguna autoridad se hace cargo de garantizar la seguridad de nuestras vidas y bienes.
Me entretengo pensando en cómo el líder de Morena piensa combatir al crimen organizado causante del ambiente de violencia e inseguridad y la manera que ha ideado para detener la creciente desigualdad económica que nos ha llevado a una concentración tal de la riqueza que el uno por ciento de familias controlan dos tercios de ella.
Ocupado en esos pensamientos he caminado una hora hasta llegar a la primera bajada que hay para la bahía, justo al costado de la Casa que Canta, el hotel que se hizo famoso después de la filmación de When a mans loves a woman, con el cubano Andy García y Meg Ryan. Un camino empedrado y sombreado que da acceso a las residencias del lugar lleva hasta la orilla del mar.
Estoy al pie del Eslabón, como se conoce a la parte del macizo rocoso que penetra en el mar, donde anidan las aves marinas. Hasta aquí llegan cada mañana los buzos locales en busca de ostiones que luego ofrecen a los bañistas.
En la playa me descalzo para caminar más presto sobre la arena. Hago media hora  caminando de punta a punta hasta los últimos restaurantes. En La Gaviota, el lugar preferido de nuestros distinguidos visitantes como lo fue el Gabo con sus amigos Carlos Slim y Felipe González el ex presidente  español, aún están barriendo para abrirlo.
Después de un descanso mientras vuelvo a calzarme los zapatos inicio el recorrido por el camino pedregoso que pasa por el hotel Capricho del Rey, construido en la parte más inclinada del cerro que va paralelo a la costa para terminar en la angosta bocana que sirve de acceso al mar. Al otro lado está el Faro cuyo edificio fue levantado en la cima desde donde se tiene el dominio del mar, cuando menos hasta donde alcanza la vista.
Delante de mí caminan apresurados un grupo de trabajadores de los restaurantes quienes por esta ruta se ahorran el pago de la lancha que cobra 50 pesos por cruzarlos por la bahía.
Aquí solamente gastan los siete pesos de la combi que los recoge en el centro de la ciudad.
A pesar de lo dificultoso del camino los jóvenes avanzan rápido, casi saltando las piedras, pero si no tienes prisa en media hora estás llegando al recién construido muelle de Las Gatas donde las lanchas comienzan a bajar el pasaje.
Desde aquí en otra media hora se recorre la playa hasta el último restaurante y después la parte más solitaria pero no menos bella cubierta de mangles y palmeras.
Durante muchos años en la punta de las Gatas funcionó un hotel y restaurante administrados por Owen Lee, un francés radicado en Zihuatanejo que hizo mucho por traer vacacionistas de otras partes del mundo.
Desde esta orilla de la playa se mira el caprichoso promontorio de grandes rocas alineadas paralelamente a la entrada de la corriente del mar a la bahía, y que ha dado pie a la leyenda fantasiosa de que fue el emperador purépecha Caltzónzin quien lo mandó construir para evitar que los tiburones gatas pudieran entrar e incomodaran el baño a sus princesas.
La playa es una de las más atractivas para el disfrute familiar porque la barrera natural que la protege evita los grandes oleajes y el agua es casi siempre cristalina y tranquila como una alberca. Quizá el único inconveniente es la enorme cantidad de ripios y rocas sembrados en el fondo marino que pueden estropear los pies de quienes nadan descalzos.
Mi lugar favorito es la sombra del último árbol de mangle que creció en la parte más extrema de la playa, entre las rocas. Aquí es el lugar justo para colgar la hamaca y descansar con un pie en el agua donde también uno puede sumergirse.
Lo primero que hago es meterme a nadar para quitarme el calor del camino. Así disfruto del inigualable espectáculo que dan miles de peces minúsculos de color plateado que se mueven con una coordinación que los hace ver como si fuera un juego de luces sin que ninguno me atropelle a pesar de estar nadando entre ellos.
Después, mientras almuerzo vuelvo a encontrarme con la pareja de argentinos que conocí en el trayecto.
Los alcancé a la mitad del camino pedregoso, Entre ellos se preguntaban si habían puesto seguro el auto que rentaban. Como ambos dudaron, el joven desanduvo veloz el camino para cerciorarse de que el auto quedaba asegurado mientras su compañera cargaba un equipo de filmación jalando a su enorme perro gran danés de color blanco.
Después de escoger el restaurante que les apeteció caminan a explorar el terreno hasta donde yo estoy sin ocultar su envidia por mi hamaca, la lectura en la sombra y la poza que disfruto.
Leo con avidez la vida de León Trotsky nacido en Vereslavka, Ucrania, el hombre de rasgos finos y aristocráticos, el intelectual que vivió para la revolución. Admiro su pasión revolucionaria y sus sueños de una sociedad sin clases sociales, su energía desbordada en discursos que  encendían el ánimo de la concurrencia y su aguda inteligencia para estudiar y vislumbrar el futuro, y hasta su polémico papel que lo llevó a enfrentamientos con Lenin y a contradecirse él mismo en aras de salvar la revolución de Octubre.
Por la tarde cuando el calor tiene a los bañista en el agua emprendo el retorno. En el camino, entre las rocas más grandes que casi están metidas en el mar hay gente parada pescando con anzuelo. Lo hacen por el puro gusto de pescar. Unos usan trozos de pulpo para la carnada y otros pedazos de camarón.
El sol está fuerte y el calor se siente más cuando voy caminando por la playa de La Ropa. Llegó a la punta empapado de la espalda y me refresco bajo los árboles subiendo la cuesta de la Casa que Canta.
Después todo es más descansado porque el camino a la ciudad va en descenso. El recorrido lo hice en dos horas y media, el doble en ida y vuelta.