Silvestre Pacheco León
Noviembre 19, 2007
Muy de mañana, cumpliendo con la sana costumbre de no salir a la calle sin antes
consultar las noticias que más tarde entretendrán a la población en la cola del banco o en
las aceras de las calles, nuestro amigo se levantó para ir directamente a la computadora
mientras la cafetera le avisó que estaba lista para servirse en el desayuno.
Lo que leyó en los encabezados de los diarios estatales y nacionales no le incomodó
demasiado a pesar de la resaltada noticia que hablaban (escribían, mejor dicho) de la
renuncia del líder moral del PRD al noble encargo de arreglar las banderitas tricolores para
el mejor lucimiento de los festejos del 200 aniversario de la independencia de México.
Admiraba al Cuatemochas y seguía reconociendo en él al hombre congruente que uno
debe admirar, aunque sería mejor imitar.
Después pasó a las noticias estatales que cronicaban lo que ya estaba volviéndose
costumbre y pan de cada día en las cada vez más abultadas páginas amarillas dando
cuenta de ejecutados, emboscados y desaparecidos.
Lo que a nuestro amigo llamó la atención esa mañana estaba en el periódico local: una
fotografía resaltada con una manta cuya leyenda hacía referencia al sentimiento que vive un
sector solidario de la causa del pueblo oaxaqueño: “Todos somos Oaxaca”, decía al jirón
de tela puesto estratégicamente en la bocacalle de la 5 de Mayo, muy cerca de Paseo del
Pescador. En el pie de la foto el periódico reseñaba: “el Ayuntamiento, atendiendo queja de
vecinos, retiró la manta alusiva al conflicto de Oaxaca porque afecta a la imagen del puerto y
crea nerviosismo entre los turistas” Eso decía en esencia el pie de foto. La nota ahondaba
más y aludía a la queja de vecinos que habrían exigido a las autoridades locales el retiro de
la propaganda.
Mi amigo se tragó su coraje con sorbos de café razonando sobre el poco seso que exhiben
los funcionarios municipales cuando haciendo caso a personas que razonan como ellos,
dejan de lado el derecho de los ciudadanos a expresar sus ideas y a fijar una posición
acerca de un problema que nos recuerda mucho aquel decir referido a la pasividad de las
personas que cuidando con mezquindad su bienestar personal se olvidan de lo que
sucede en su entorno hasta que, tardiamente, se dan cuenta que ellos también son
dialécticamente afectados. Berthold Brecht, lo decía muy bien: “Primero se llevaron a los
comunistas pero a mí no me importó, porque yo no era comunista…” o, dicho también en
frases más populares: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…” en fin, eso y más
pensaba nuestro amigo cuando ya en el carro se enfilaba por la calle donde se exhibía la
manta mentada.
Llegado al sitio, no sabía qué pensar viendo que la manta lucía intacta en el lugar que una
semana atrás él mismo había participado para colocarla. Ahí estaba la manta, igual como
se veía en la foto diáfana del periódico local: entintada en dos tonos oscuros para hacer
resaltar la leyenda como queda dicho.
Mi amigo descansó y dejó de lado el coraje mañanero y mejor se aplicó en buscar dónde
estacionarse para iniciar el trabajo cotidiano de atender a turistas en esta época de
grandes cruceros.
Iba a su tienda caminando nuevamente por la zona de la manta cuando otro sobresalto
vivió esa mañana: ahora la manta no estaba y no podía dudar que minutos antes la había
visto. Así que trató de averiguar lo que había pasado dirigiéndose a los taxistas que en esa
parte de la calle hacen fila para servir a los turistas. La manta había estado en su lugar
hasta que minutos antes un tipo de camioneta negra llegó y la quitó.
No, no era algún empleado del Ayuntamiento. No llevaba vehículo oficial y tampoco vestía el
uniforme de los empleados de Reglamentos. Era un particular y como llegó se retiró,
rápido y con la manta. Así, la noticia que daba el periódico sobre la actitud del gobierno
quitando una manta en la que se expresaba una idea, adquirió veracidad y con ello más
notoriedad que si se hubiera quedado en el lugar.