EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

¿Un relato gótico de tierra caliente?

Federico Vite

Enero 28, 2020

 

La mansión de Araucaíma (Seix Barral, España, 1978, 139 páginas), de Álvaro Mutis, es un libro que aglutina cinco relatos, pero en esta ocasión me enfocaré solo al texto que da nombre a este documento por un asunto que viene como anillo al dedo para sugerir una nueva forma de abordar la literatura de alguien que vive en Guerrero. Si usted se ha cansado del realismo mágico, del romanticismo, del naturalismo, de la metaficción o de la literatura de la onda, esto puede interesarle.
De acuerdo con las misivas que Mutis sostuvo con Luis Buñuel, el colombiano afirmó que el cuento a La mansión de Araucaíma es una muestra de que una historia gótica también puede ser ambientada en una región tropical con el mismo vigor que en una zona gélida, rodeada de castillos, de maldad y de fantasmas. Veamos si eso es cierto.
La mansión de Araucaíma es una vieja casona tropical habitada por seis personajes: Graciliano Don Graci, pederasta confeso, dueño de la casa bajo maquinaciones legales, aunque afirma haber heredado la propiedad de su madre. Paúl, el guardián, es un mercenario manco que le teme al dueño. Cristóbal, un esclavo haitiano, es negro de enorme estatura y fiel al dueño. Camilo, un piloto atormentado y triste. Un fraile anónimo, confesor de varios papas, quien trata de salvar las almas de los habitantes de la casa. Finalmente aparece La Machiche, ninfómana vieja, guapa y dominante, quien mantiene el equilibrio entre los personajes. Tiene relaciones carnales con Cristóbal y Paul, es fiel al dueño, desprecia al piloto y teme al fraile. El equilibrio de la casa es roto por Ángela, una sensual y hermosa modelo que llega por casualidad a la mansión y se convierte en víctima de los residentes.
Los capítulos de este experimento literario de 53 páginas son breves. Contienen los motivos por los que los personajes llegan a la mansión e informan de los anhelos vitales de esos monstruos. El lector conoce todo esto gracias a un narrador en tercera persona que argumenta poéticamente los hechos y a veces adjetiva en exceso con la intención de embellecer las oraciones.
Los personajes referidos forman parte del proceso de degradación de Ángela, la bella modelo que propicia los conflictos; pero en especial, padece las habilidades amatorias y la crueldad de La Machiche. El desenlace del texto es mortal para las mujeres del relato. Después de esa tragedia, todos abandonan la mansión.
El argumento, debe decirse que está bien tramado, posee una interesante proposición paródica implícita, pues a pesar de que se encandila, como la mayoría de los textos canónicos del gótico, en la maldad de los actantes, en el ansia creciente de los personajes y en los pasos certeros que dan a un mundo opresivo que solo puede percibirse en sueños o mediante la apariencia de fantasmas, el trópico se nota muy poco en el texto; me parece que sirve para dotar de cierta identidad a los personajes y, aunque básicamente el clima no tiene un carácter determinante, el calor es un elemento decorativo.
El conflicto real del texto es la proposición gótico tropical. “Quiero hacer una novela gótica pero en tierra caliente, en pleno trópico […]. Buñuel me contestó que no se podía, que era una contradicción, ya que la novela gótica para él tendría que suceder en un ambiente gótico. Para mí el mal existe en todas partes, y la novela gótica lo que se propone es el tránsito de los personajes por el mal absoluto […]. Entonces, esta Mansión es un lugar donde reside el mal, es el reino del mal; sus paredes no se usan, no se gastan, el tiempo no pasa por allí”, dice Mutis para afirmar categóricamente que su forma de ingresar al gótico es viable, aunque me parece que más bien se trata de un fenómeno de transculturación. Una forma de traducir un canon europeo con una mirada colombiana. Signa lo gótico en el relato, pero este texto es mucho más que una pieza gótica. Mutis crea entonces un espejo en el que se refleja la realidad latinoamericana.
Pensando en esto, viene a cuento la obra de Mariana Enríquez, pues es un caso similar al de La mansión de Araucaíma, pues Mariana no hace solo una traducción de la literatura de terror y de la literatura gótica de autores anglosajones sino que hibrida su proposición escritural para transformarla en algo eminentemente argentino, aunque tenga un sustento, por supuesto, extranjero. Eso mismo le pasó a Mutis, tratando de crear un producto gótico encontró una forma novedosa de hablar de Colombia. Así que aunque Mutis crea que hay relatos góticos de tierra caliente, me temo que la contradicción entre gótico y tierra caliente construyen una perturbadora visión sobre América Latina. Sin duda, la estructura es europea, pero los aspectos son latinoamericanos y el conjunto recodifica la lectura de La mansión de Araucaíma. Este híbrido y su heterogeneidad agrandan las posibilidades expresivas de lo latinoamericano. Pero a pesar de todo lo mencionado, temo que Mutis se equivocó al enfocar su historia en una mansión, debió irse a la selva. De acuerdo con el crítico literario Leslie Fiedler, el único el lugar por excelencia de la novela gótica en América es la selva, pues en el continente de lo nuevo, la selva sería lo único antiguo y, así, como la burguesía emergente buscaba en los castillos las fuentes de lo lúgubre, la novela gótica del Nuevo Mundo debería encontrar sus imágenes terroríficas en la selva.