EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Un silencioso monstruo narrativo que nació grande

Federico Vite

Enero 02, 2018

Henry Roth (1906-1995) es un escritor norteamericano, autor de una de las más importantes novelas del siglo XX. La trascendencia de su obra Llámalo sueño radica en el tema elegido y en la forma de abordarlo, en la fuerza y en la crítica despiadada con la que detalla las peripecias de una familia que migra desde Austria hasta Nueva York.
Algunos maestros de la novela, basta decir J. D. Salinger, Saul Bellow, Bernard Malamud o Philip Roth, consideran a Henry Roth como la raíz de un árbol genealógico de la literatura estadunidense. Escribió Call it sleep (Farrar, Straus and Giroux, USA, 1934, 477 páginas). Llámalo sueño fue publicado en castellano por la editorial Alfaguara, cuando a esta le interesaba publicar productos literarios de excelente manufactura, en 1990. La titánica traducción estuvo a cargo de Miguel Sáenz. La novela consta de 544 páginas.
A los 28 años, Henry Roth publicó un clásico. Su primera novela narra seis años en la vida de un niño judío, David Schearl. Son los años 30 del siglo pasado cuando David llega con su madre a Estados Unidos de Norteamérica. El padre, un hombre violento que odia al pequeño, espera a su familia. Así arranca el libro, con la inusual escena de un reencuentro gélido y odioso. Francamente grotesco.
David usa de escudo a la madre, no sólo se resguarda del padre sino del ambiente hostil, de la miseria y de las penurias de los migrantes, quienes no entienden inglés y andan por el mundo como espectros en busca de trabajo, comida y dinero. Se cierne sobre ellos el temor del fascismo, el inesperada pánico ante la amenaza de una nueva guerra mundial. Buscan la tierra prometida.
Los Schearl (padre-madre-hijo) se convierten en un tópico. Más que personajes, forman el molde vital de los inmigrantes de los albores del siglo pasado.
Henry Roth moldea las experiencias de habitar su barrio hasta convertirlas en un caldo de cultivo literario; lo importante de este volumen no es la sociología expuesta, no es la forma en la que se explica la miseria de un guetto. No. El asunto acá es la sorpresa y el humor con el que Roth trabaja joyceanos recursos, como el flujo de conciencia y el monólogo interno. Aparte de esas herramientas, Llámalo sueño posee hallazgos lingüísticos, fruto del caos producido por el yiddish familiar e infantil y la vulgaridad del lenguaje callejero. El inglés mascado por judíos austriacos suena distinto. Henry Roth logra crear una estrategia discursiva que difumina la chocante figura de un narrador omnisciente y nos permite entrar en ese fluido de la conciencia que desnuda la sique de los personajes, así conocemos algunos aspectos íntimos, bochornosos y terribles. Gracias a este dispositivo literario entendemos a David, un pequeño en constante pugna, confundido. No sabe diferenciar lo real de lo ficticio.
Roth inaugura el eslabón judío que continuarían muchísimos monstruos narrativos, basta con decir J. D. Salinger, Saul Bellow, Bernard Malamud o Philip Roth para pensar en las múltiples resonancias de la obra inaugural de Henry, quien introdujo una particular visión del mundo y técnicamente propuso una variante del monólogo interior.
Esta novela, aún en el 2018, es un artefacto punzante, burlón, jocoso y maledicente. Un texto que permite ventilar algunos aspectos de la atrofiada alma humana. Este libro facilita la comprensión de algunos tópicos del temperamento singular de los judíos, un factor que hermana a este documento con un par de películas de los hermanos Cohen: A serious man y Blood simple.
Como es normal, la aparición de Llámalo sueño en el mercado literario de Estados Unidos fue discreta. Tuvo muy pocos lectores, escasa presencia en los medios de comunicación importantes de la época. Francamente lo ignoraron los suplementos culturales. Tardaron en llegar las primeras reseñas. El mismo Roth pensó que su obra había llegado muy pronto al olvido. Treinta años después de la primera edición, Llámalo sueño reapareció en la industria editorial. En 1964 adquirió presencia, fuerza y notoriedad. Se hizo grande, aunque yo creo que nació grande. Con el prestigio que le otorgaron varios escritores, se inauguró un ciclo importante para el autor, algo que los optimistas llaman consagración, pero que los ecuánimes, como el sobrio Henry Roth, definen simple y sencillamente en unas frases. Es mi primera novela y ahora empiezan a tomarme en cuenta.
Vendió más de un millón de ejemplares, fue reseñado por autores de gran influencia en el ámbito literario anglosajón. A pesar de ello, Henry Roth se dedicó a múltiples trabajos en Nueva York. Durante 30 años estuvo del tingo al tango. A salto de mata. Viajaba por empleo a Boston y a Maine. Fue leñador, comerciante, estibador, plomero, criador de patos, profesor de matemáticas e incluso tuvo un empleo como asistente siquiátrico; es decir, cuidaba a los locos. Ya que su primera novela lo hizo una figura pública, un escritor influyente e importante, se le exigió un segundo libro. Henry Roth tuvo algunos problemas para terminarlo. Pensaba que su generación intelectual, la de los años 30 del siglo pasado, debía aportar algo al mundo. Tenía miedo de escribir frívolamente, de no decirle algo honesto a un orbe violento y en constante cambio. No deseaba publicar una tontería y para agregarle un problema más a su crisis creativa rompió con la poeta Eda Lou Walton, su mentora, a quien dedica Llámalo sueño. Este hecho consumó el bloqueo literario. Fue inteligente y se dio tiempo para pensar. Roth acabó refugiándose en la soledad y perdió contacto con el círculo literario de su juventud. Poco a poco creció el siguiente libro. Muy lentamente. Gracias al método soledad y reflexión nació una de las sagas más interesantes de la literatura estadunidense: A merced de una corriente salvaje. Pero eso es otra historia, porque la piedra angular de este autor es Llámalo sueño, un libro que permite ver con claridad el horizonte gris de quienes se aventuraron desde tierras ignotas hasta un territorio que los convirtió en seres invisibles. Henry Roth nos advirtió, desde el remoto 1934, que Estados Unidos de Norteamérica era algo que le gustaría llamar sueño, pero antes de bautizarlo como tal debía curarse todas las heridas que le hizo ese país, debía curarse todo el dolor que le ha infligido ese monstruo. Que tengan un amable martes. Feliz y próspero 2018.