EL-SUR

Jueves 02 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Un sobreviviente del movimiento estudiantil democrático popular del 68

Silvestre Pacheco León

Septiembre 25, 2023

Se podrá poner en duda la veracidad de lo dicho por cualquier persona acerca de su papel en un movimiento social determinado, y hasta es justo que se le critique si su conducta posterior lo contradice, pero ignorarla cuando esta se acompaña de una serie de elementos coherentes con la historia que se cuenta reduce nuestra visión general cuando debería sumarse para enriquecerla, sobre todo en casos tan paradigmáticos como fue para la vida de los mexicanos el movimiento estudiantil de 1968, el que dolorosamente abrió la puerta a los cambios sociales y democráticos que demandaba el país frente al poder autoritario de sus gobernantes.
Jesús Gómez Ríos durante su vida adulta no pareció tener preocupación ni prisa por dar a conocer de manera pormenorizada su experiencia juvenil como activista en el movimiento estudiantil de 1968 en la Ciudad de México, y tenía sus razones porque cuando regresó a su natal Zihuatanejo a principios de los setentas seguía imponiéndose la cultura conservadora de las sociedades provincianas frente al liberalismo que desde la capital del país se abría paso con la moda hippie del pelo largo, el cigarro de mariguana, la ropa estrafalaria, la música estridente.
Al joven costeño no solo le tocaba lidiar contra aquellos prejuicios conservadores sino con la propia izquierda local que en aquella parte del país se abría paso en el sector educativo con una avanzada de maestros afiliados al Movimiento Revolucionario del Magisterio y al antiguo Consejo Central de Lucha. En ningún ámbito cabía porque el colmo fue que desde su regreso al puerto se adhirió al Partido Revolucionario Institucional. Así que Jesús Gómez Ríos se convirtió de nuevo en sobreviviente con la desconfianza de sus compañeros priístas que lo veían como un infiltrado y de la izquierda que no lo bajaba de traidor.
Pasaron muchos años de su vida para demostrar con sus hechos que no estaba alejado de los principios en los que abrevó como activista del movimiento estudiantil como destacado líder en las filas políticas, aunque nunca alcanzó una candidatura como representante popular, pero trabajó con esmero en el sector educativo y con un empeño como el de pocos para crear nuevas escuelas y programas de becas que facilitaron la educación a miles de jóvenes de secundaria que siguen saludándolo con gratitud, siendo referente en Zihuatanejo también de lo que debe ser un servidor público, eficiente, ya como director municipal del DIF y director de la Comisión de Agua Potable, ya como jefe de los servicios públicos municipales.
Por eso era esperado el anuncio de que escribiría su experiencia en el 68 mexicano y por fin se animó, dice que acuciado por la cercanía de la muerte que miró muy de cerca cuando le surgió un dolor insoportable en la cabeza que lo llevó al hospital donde le descubrieron un crecido tumor que requería de ser extirpado de inmediato.
Salvado con la operación en la década pasada, Jesús Gómez Ríos ha tenido tiempo para el reposo como jubilado, dándose el tiempo requerido para recapitular en su vida y contarnos los pormenores de aquella experiencia que vivió como cercano seguidor de Raúl Álvarez Garín en el IPN y compañero de celda de muchos otros, entre ellos del prominente científico Heberto Castillo de la Coalición de Maestros y del periodista Mario Menéndez Rodríguez difusor en la revista Por Qué? del movimiento guerrillero en el país.
La azarosa adolescencia y juventud de este joven costeño en la gran ciudad es digna de conocerse y divulgarse, no solo por las enseñanzas que entrañan las dificultades y riesgos de la vida en solitario, sino porque el propio afán de supervivencia obliga a descubrir y explotar las facultades de cada quien.
Uno de los medios para hacerse de dinero y sobrevivir fue su propia habilidad que desarrolló como jugador de frontón. Cualquier pared de una calle en cualquier barrio eran suficientes para los partidos de apuestas, lo que le obligaba a ser siempre el mejor para ganar, pero también se alquilaba para cualquier mandado. Lo que más recuerda eran las colas que hacía a la entrada del Coliseo para ofrecer su lugar por una propina a quienes llegaban tarde al espectáculo y no querían formarse. Así se ganaba la vida que era rica en experiencias. Su recuerdo del precio del plato de tacos bien servidos de carne de equino que comía en San Cosme, por el rumbo de su escuela, con una rica agua de Jamaica, lo cuenta con tal entusiasmo como si los lectores lo estuviéramos viviendo.
Pese a sus privaciones el autor dice que se sentía galán vistiendo su única muda de ropa a la moda, con zapatos bien boleados que usaba solo para determinada ocasión, así como su desdén por las novias debido a su idea de que una relación amorosa le comprometía y obligaba a desatender sus estudios y le privaría de su exiguo peculio.
Frente a eso que entrañaba compromisos el joven estudiante prefería la libertad que a su corta edad había prendido a disfrutar y amar en plenitud. Nos cuenta en su libro que nunca faltaba a las fiestas y que las muchachas se sentían halagadas de bailar con él que se había convertido en excelente bailarín.
Así de popular como uno se imagina que fue en su escuela y en el barrio, Jesús Gómez Ríos era también conocido por su iracundia, ofendido cuando veía un abuso en el uso de la fuerza contra un débil. A la larga su valentía le ayudó en no pocos casos para alguna gestión. Dice que desde la escuela primaria se hizo peleonero, por eso en la profesional su presencia era notoria y tenía popularidad porque no se dejaba de nadie.
No cuenta el detalle de cómo siendo tan extrovertido le dio tiempo al estudio involucrándose en los círculos de estudio que a finales de los años sesenta proliferaban en las escuela, recordando sobre todo la influencia de las pláticas que daba en su escuela el profesor normalista Genaro Vázquez Rojas.
Era uno de los divulgadores de la literatura china inspirada en el líder Mao Tse Tung autor del pequeño Libro Rojo que era como su catecismo. Por eso se entiende que su cercanía con los chinos marcara su distancia con los miembros de las juventudes comunistas que tenían el control en las escuelas a quienes acusaba de haber abortado el movimiento que se pretendía democrático y popular como se titula su libro, pero planeado a largo plazo, y que sin embargo estalló por la intervención del Partido Comunista en contra de la voluntad de muchas organizaciones que llevaban años en las escuelas discutiendo y formándose sobre la realidad que vivía entonces el país.
Como quiera que sea el hecho es que Chuy se hizo popular entre la juventud rebelde del 68 por su radicalismo pendenciero y su compromiso con el movimiento que lo ponía siempre al frente de grupos que guiaba de acuerdo con lo que se necesitara.
Cuenta que fue mucho el arrojo del grupo de su escuela con el que llegó al mitin de la plaza de las Tres Culturas la tarde del 2 de octubre de 1968 para salir ilesos de la masacre, y de los meses en la clandestinidad obligados primero por el miedo a ser detenido y después con la convicción de que el movimiento no se podía detener y que de alguna manera había que tomar venganza contra el atrabiliario gobierno genocida de Gustavo Díaz Ordaz.
PD: Cuando el ingeniero Jesús Gómez Ríos me pidió prologar su libro lo leí de corrido y puse dedos a la obra pensando que pronto se verá publicado y podrá comprarse en Amazon la empresa internacional que ahora se ha convertido en una opción para los escritores que carecen de apoyo para publicar.
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“ Mira Chuy, si te vas a Guerrero no te vayas a involucrar en la guerrilla porque ya estás fichado y te van a matar” Eso dice Gómez Ríos que le dijo el afamado periodista que acaba de ser reconocido el mes pasado por el Senado de la República con el premio Carlos Montemayor, Mario Menéndez Rodríguez.
“¿Entonces que hago?” le preguntó el zihuatanejense. Tienes que buscar una cobertura legal para que puedas actuar en política sin el riesgo de que te maten. Afíliate al PRI, le recomendó.
Jesús Gómez Ríos siguió el consejo y los hechos hablan por el resultado, ya que tuvo una larga y activa militancia partidista. En el PRI lo reconocían como el “líder” y lo utilizaban para lidiar con la izquierda y los grupos radicales en la época de elecciones.
Nunca figuró como representante popular en algún cargo público que era su máxima aspiración. Los priístas le tenían desconfianza igual que los militantes de los partidos de izquierda, aunque eso no lo inquietaba demasiado.