Lorenzo Meyer
Marzo 15, 2021
Para Charles Maier, historiador de Harvard, la seguridad nacional (SN) es simplemente “la capacidad de mantener bajo control esas condiciones domésticas o internacionales que la opinión pública de una determinada comunidad ve como necesarias para poder gozar de autonomía o autodeterminación, prosperidad y bienestar” (citado por Joseph Romm, Defining national security, 1993, p.5).
Cuando se empezó a usar y popularizar el concepto de SN, la preocupación tanto teórica como práctica se centró en un asunto mucho más antiguo que las naciones mismas: la defensa frente a las posibles agresiones armadas del exterior. El concepto era, por tanto, eminentemente militar. Hoy el Estado nacional debe contar con planes y capacidades para enfrentar un abanico de amenazas que van mucho más allá de lo militar: económicas, energéticas, migratorias, organizaciones criminales, ecológicas… hasta invasiones de virus como el SARS-CoV-2, que apenas mide entre 50 y 140 nanómetros, pero que es capaz de atacar con la fuerza de millones, pues de cada célula humana infectada pueden salir de 10 mil a cien mil réplicas.
La SN en México tuvo inevitablemente un contenido militar. España, Francia y, sobre todo, Estados Unidos fueron países que empleando la violencia afectaron su autodeterminación, prosperidad y bienestar. Las guerras internas, desde la independencia hasta la “segunda cristiada” de los 1930, los confrontados siguieron viendo a la SN en primera instancia desde la óptica militar. Y esa concepción no ha desaparecido del todo, pues el gobierno sigue enfrentado a los ejércitos privados del narco. La lucha actual de México y del mundo contra el virus SARS-CoV-2 también es vista como una nueva guerra en defensa de la SN de cada país.
Al final de cuentas la última guerra, la librada contra un virus, se debe ganar, de manera principal, activando mediante una vacuna el sistema inmunológico. Y es aquí donde la SN y el sistema de salud pública con sus instituciones, instalaciones, equipos y personal se funden. De aquí en adelante México debe estar preparado para hacer frente a situaciones como la que se presentó a partir del año pasado y que ya ha cobrado la vida de 2.6 millones de personas a nivel mundial y casi 200 mil a nivel nacional.
Definir al SAR-CoV-2 como un peligro para la seguridad de la nación mexicana implica dar forma a un gran sistema público de salud y a un complejo industrial capaz de surtirlo de equipo a la altura de nuestras capacidades tecnológicas –los ventiladores que por un tiempo se buscaron con desesperación en el exterior, por ejemplo–, de laboratorios que puedan elaborar aquí el tipo de medicamentos que hoy se tienen que andar “pepenando” en el mercado mundial y pidiéndole a “los grandes” que nos pongan en lista de espera mientras sus laboratorios surten a los suyos –conducta muy comprensible– para luego esperar a que lleguen del exterior y a cuenta gotas los “biológicos” para poder librar nuestra propia batalla.
Y en este caso, el tiempo perdido significa vidas perdidas y retraso en revertir una economía en declive y robustecer el esfuerzo por hacer retroceder un mal histórico: la pobreza.
El “extraño enemigo” hoy es efectivamente extraño y sin duda él y sus variantes deben ser incluidos entre los enemigos de nuestra SN. Por tanto, la salud pública demanda más inversiones en capital humano e instalaciones y de un respaldo industrial que disminuya nuestra dependencia de un exterior que en momentos críticos siempre dará prioridad a su propia SN y luego, si puede y si quiere, a la nuestra. Y eso es continuar viviendo en la Inseguridad Nacional.