EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

AGENDA CIUDADANA

Una agenda para la nación

Lorenzo Meyer

Diciembre 10, 2015

El mapa para saber dónde estamos como nación y a dónde deberíamos ir, es relativamente simple y claro, pero los obstáculos para cambiar de ruta –los intereses creados– son formidables.

Temario. Los 95 puntos del llamado Pacto por México de diciembre de 2012 ya se desgastaron. Es necesario replantear lo qué queremos ser como nación. Para ello no se necesita una enciclopedia, todo se puede presentar en unas cuantas páginas y un puñado de grandes temas.
Punto de partida. México cuenta con un buen punto de partida: su sentido de nación. Costó sangre crearlo pero se logró. Y esto se refleja en la quinta y última Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP) de 2012. Pese a todas nuestras fallas, el 94% de los mexicanos están muy orgullosos o simplemente orgullosos de su nacionalidad. El contrapunto es la enorme desconfianza frente a nosotros mismos; si en 1990 el 34% dijo confiar “en la mayoría de la gente” para 2012 esa proporción había bajado a 12%. (Alejandro Moreno, Este País, septiembre, 2015). Y aquí está el meollo del problema: hay que recuperar la confianza en nosotros mismos.
Oligarquía y pobreza. Si en 1813 Morelos propuso que el sentido de la lucha por la nación que se proponía crear era disminuir la brecha entre la miseria y la abundancia, entonces ese objetivo sigue vigente. Hoy, el escaso crecimiento de la economía –0.6% como promedio anual per cápita desde 1982– explica en parte que el 46.2% de los mexicanos vivan en la pobreza (Coneval). Sin embargo, son básicamente decisiones de carácter político lo que explica que el 1% de los mexicanos se queden con el 22% del ingreso total. En un país de casi 120 millones de habitantes, cuatro personajes –Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailleres y Ricardo Salinas Pliego– concentran una riqueza equivalente al 8.4% del PIB. (Gerardo Esquivel, Desigualdad extrema en México, Oxfam, 2015). Crecer y reducir la distancia entre los extremos sociales tienen que ser el núcleo de una verdadera agenda nacional.
Un instrumento clave para disminuir la inequidad social es la política fiscal. Sin embargo, desde la independencia nuestra Hacienda se ha caracterizado por su penuria (Bárbara Tennenbaum dixit). Hoy, mientras el promedio de lo recaudado por el fisco de los países de la OCDE es el 34% de su PIB, el de México apenas si llega al 19%. Y un fisco tan débil sólo se explica porque Hacienda no recauda lo que debería en el ámbito de las altas concentraciones de capital ni tampoco en la multiforme y creciente economía informal.
Desencanto. México es un país desencantado consigo mismo. La corrupción, consustancial al sistema político mexicano desde sus inicios, se ha acentuado en los últimos tiempos. En la ENCUP ya citada, se preguntó a los encuestados que usando una escala de 0 (ausencia de corrupción) a 5 (corrupción total) evaluaran la situación del país. ¡El resultado fue de 4.54! es decir, casi la corrupción total.
En el inicio, la elección del 2000 fue interpretada como la entrada de México a la vida democrática. Sin embargo, en fechas recientes sólo el 34% de los mexicanos consideraban que efectivamente vivían en la democracia, el 31% lo negaba y el 33% no estaba seguro (ENCUP). Por otro lado, la institución clave para garantizar la autenticidad de las elecciones –el IFE, hoy INE– sólo es confiable para un tercio de los electores- (Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México, 2014, IFE-El Colegio de México). Se supone que los partidos políticos y los legisladores son elementos insustituibles para el buen funcionamiento de una democracia, pero en México se encuentran entre las instituciones más desacreditadas: la confianza en ellos es menor al 20%. (Informe país, op. cit.). Revertir este desencanto con el sistema es una tarea tan enorme como indispensable.
Estado de inseguridad. Un México viable no puede mantener una “cifra negra” de delitos del 99.7%. Hoy se calcula que en el país se cometen 33 millones de actos delictivos al año pero que sólo se denuncian 1.7 millones y apenas 108 mil terminan en sentencias. (María Amparo Casar, México: anatomía de la corrupción, CIDE, 2015, p. 56). Para el 60% de las víctimas el formular una denuncia no tiene caso ya que simplemente no confían en las estructuras legales. (Informe país…, op. cit).
México vivió a merced del bandidaje en buena parte del siglo XIX e inicios del siguiente. Ese problema disminuyó al consolidarse el régimen de la Revolución Mexicana, pero la combinación de narcotráfico, corrupción e ineficiencia institucional han regresado a México al pasado y hoy el 79% de los ciudadanos considera al crimen como el principal problema nacional, según la encuesta del Pew Research Center de 2014. En 2001 las muertes atribuidas al crimen organizado fueron poco más de mil pero en 2012 se acercaron a las 17 mil. (Andrea Schendler, Journal of Democracy, enero, 2014, p. 6). El salto es cualitativo.
Finalmente. De cara a su futuro México debe enfrentar dos grandes retos más, uno es la educación. Simplemente es suicida que en esta era tecnológica el 65.4% de los estudiantes que concluyen la secundaria lo hagan quedando en el nivel más bajo en matemáticas y apenas el 3.1% en el más alto. (Reforma, 7 de noviembre). El otro es nuestra relación con el mundo externo, México debe volver a luchar por ensanchar su espacio de independencia y soberanía. No debe conformarse, como es hoy el caso, con ser una simple ficha en el tablero norteamericano.
Un proyecto de nación no tiene que ser muy complejo, lo que necesita es ciudadanía y liderazgo.

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