EL-SUR

Miércoles 22 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

POZOLE VERDE

Una copa con Jorge Zubillaga

José Gómez Sandoval

Marzo 21, 2018

Antesala

Jorge se enteró de que Ian Malaj ya había entregado la acuarela para la portada y que su tercer libro de relatos estaba por salir de los talleres gráficos. La muerte lo sorprendió sin que viera su obra impresa. Autopsia del cadáver de una mujer que murió de amor (2017) fue presentada el pasado noviembre, en Chilpancingo, ante un público condolido por el inesperado y reciente fallecimiento del autor. El interés por lo que va a decir Jorge en su libro, a unas semanas de su muerte, recreó en la sala el ambiente que antecede a la lectura de un testamento. Después, con la emotiva rememoración de su hija Alejandra y del auditorio, caeríamos en la cuenta de que se trataba de un espontáneo homenaje al familiar querido, al maestro especial, al buen amigo. Ahí leí lo que sigue:

Los relatos de Zubillaga

Hace rato que los relatos de Jorge Zubillaga Lacayo me resultan familiares. En 1989 o quizá 1990 incluí tres de ellos en Nueva Narrativa de Guerrero, separata de la Revista de la Universidad Autónoma de Guerrero. Muchísimo antes de dedicarle una de estas verdes columnas en El Sur (25-2-2015), incluí uno de sus textos en la muestra de relatos breves escritos por autores guerrerenses que publiqué en esta misma página (29-11-2015).
Los tres libros narrativos de Jorge conforman un amplio y jolgorioso conjunto de textos ligados por su línea temática y su estilo peculiar. Son relatos breves; su formato, aparentemente tradicional, suele sufrir fracturas surrealistas o desplazarse, a la menor oportunidad, hacia la crónica testimonial, con poderosos ribetes personales. Esto es obvio en “Una copa con Marilyn Monroe”, la tercera historia de Autopsia del cadáver de una mujer que murió de amor, donde el misterio cantinero y sarcástico del título es rudamente anulado por el hecho de que uno de los amigos del narrador (que, a las vistas, resulta ser el mismo autor) se llama Rogelio (¡Ortega!, exclama uno) y “va a ser gobernador”. En “Un re-Cuento jubiloso”, Zubillaga transparenta –sabia y relajientamente- su larga experiencia académica. Dos ejemplos de anécdotas afinadas por la literatura que se leen mejor si conocemos sus referentes reales. Ah: los personajes de Jorge suelen beber mezcal de Almolonga y té de toronjil, y terminar sus caminatas chilpancingueñas en Ciudad Universitaria…
A Jorge le atraía conjugar mitos y realidades, sueños y deseos, personajes y conocidos. No es de ahora su tendencia a establecer o restablecer en sus libros un ámbito familiar. Hijo de perra (1999) y El beso de la mariposa (2015) están sembrados de dedicatorias a familiares y amigos. Luego, amigos y familiares resultan ser los personajes principales, o el motivo de la inspiración. Autopsia del cadáver de una mujer que murió de amor no es la excepción. Jorge dispone sus referencias sentimentales como si colocara un florero en la sala de su casa familiar. En “El seminarista de los ojos azules” va en busca de su abuelo paterno y sus andanzas peninsulares y tropicales. En “El amor se canta, a los 93…”, dedicado A mi madre, desde luego, contiene el párrafo más delicado y enternecedor que, creo, escribió Jorge:
Sin proponérmelo, aquella noche de agosto, sorprendí a una anciana, en la sala de su casa, sentada en su mecedora, cantando en voz baja, una canción de amor que tocaba una estación de radio local. Seguía la entonación y la letra de la canción suspirando con los ojos entrecerrados. Mi presencia súbita la sorprendió y apenada guardó silencio, sin saber dónde esconder su vergüenza y ocultar su mirada, que huía por toda la sala sin saber dónde detener sus tristes ojos grises”…
Y eso que la principal veta narrativa de Zubillaga proviene de la ironía, la paradoja y el humor inteligente y negro que en vida solía repartir a granel, recordando, ocasional mente, con sus asertos aventados e intrigantes, a sus interlocutores, a la Gioconda y su pálida, entendida y misteriosa sonrisa. Sus primeros textos, ese en que un individuo lucha en sueños contra un alacrán azul, aquel donde un mosco preña poro por poro la piel de una mujer, o el de alcances legendarios que plantea un cruel castigo para las mujeres concupiscentes y concluye afirmando que “los ostiones que sacamos del mar son restos de aquellas membranas placenteras [los clítoris] en proceso de petrificación, que aún no alcanzan la eternidad”, eran particularmente atractivos. Supuse que Jorge tenía las condenadas intenciones de recontar el mundo a partir de una formación psicoanalítica retorcida por gracia y obra de la imaginación y la literatura. Restos de aquel inicio son, en Autopsia…, “La advertencia Zubillaga sobre el orgasmo” y “El piquete de culo más caro del mundo”. Le gusta, a Jorge, retorcerle la cola a ciertos misterios mitológicos, pero también sabe contarlos de modo más tradicional. Es el caso de la “Leyenda de la princesa que se convirtió en lagartija”. El único relato del libro en que la marca Jorge Zubillaga no aparece en ningún lugar.
Lo demás son cuentos para niños, ternuras literarias escritas para no olvidar, flores del alma que no se cansan de decir: los amo, instrucciones espirituales adobadas en recuerdos y anécdotas para descubrir el meollo del universo mientras se lavan trastes y recuerdos y se saluda a la vida que pasa.
No faltará quien crea advertir, en “La insólita y extraña historia del hombre que asistió a su propio entierro” un insólito texto premonitorio. Acusa, al personaje, su garcíamarquiana afición por las flores amarillas (que aparecen en otros relatos jorgianos) y su fantasmal (re)encuentro con “antiguos colegas” muertos, las referencias reales que a Jorge le encantaba meter en sus ficciones: Leoncio (Domínguez, aventuro), Andrea (Radilla, especulo), Jesús (Samper), José Trinidad (Memije), y algunas circunstancias conyugales. Los que creen en premoniciones creerán que están viviendo otro cuento fantástico, el último, de Jorge. Aun los escépticos podrán sentir la fuerte presencia del agudo escritor en esta sala; ubicuo, como “el hombre que asistió a su propio entierro”, hace rato está escuchando zorruna y divertidamente lo que estamos platicando sobre sus fabulaciones.
“…Si tan sólo supieran, como yo lo sé, que me la pasé a toda madre en esta vida”, susurra a mis espaldas, en este mismo instante, Jorge Zubillaga, o quizá sólo su personaje.
Hasta aquí lo que leí. Luego Víctor Palacios leyó dos cuentos con su espléndida voz de cavernas. Uno fue, justamente, la insólita historia del hombre que asistió a su propio homenaje público –es decir, a su velorio, a su propio sepelio-. Ahí dice: “Llegaron sus ocho hermanos, cuñados y cuñadas, sobrinos y nietos. También estaban ahí sus cinco hijos. Vio a su madre triste, compungida pero serena, como siempre… No vio a ninguna de sus ex mujeres. ´Mejor –pensó-. Que nadie reclame que a una la quise más que a otra´. Porque así fue. A cada quien y en su tiempo”… Y bueno, cuando tocó al público participar, una joven señora levantó la mano. Rápidamente contó su relación romántica con Jorge, de quien fue alumna, con quien tuvo una niña (que llevaba con ella). Quizá se refería al párrafo citado cuando con aire nostálgico y orgulloso manifestó que ella no sabía a quién había querido más (Jorge), o quién era la más inteligente, pero que ella estaba en ese libro, y me pareció que dijo “en la portada”, como si aún estuviéramos en el cuento.

Erratas con detalle

Antes de entregar el micrófono, lamenté que las erratas del libro empezaran en el título y festejé la espléndida acuarela de la portada que firma Ian Malaj, cuyos dibujos interiores no fueron debidamente destacados (sino “metidos” donde cabían) por un diseño editorial apretujado y convencional. El libro de Jorge fue publicado por Florencio Salazar, ignoro si como secretario general de Gobierno, ya que la edición no trae escudos del estado de Guerrero, lemas ni directorios de página completa –lo que es buen detalle (más en tiempos prelectorales).
El detalle de este Pozole es que los lectores podrán leer un texto de Jorge Luis Zubillaga Lacayo:

Leyenda de la princesa que se convirtió en lagartija

Está la negra Bashira, recostada en la hamaca, allá en su casa de troncos y palmas en el pueblo de Cuajinicuilapa, considerado “la capital de los negros en México”, por la cantidad la cantidad de afromexicanos que lo habitan y por ser uno de los primeros pueblos que en el siglo XVI formaron sus propias comunidades.
Bashira es una mujer negra de obvio origen africano, por su intenso negro color de piel, pelo chino ya encanecido, labios gruesos, cuerpo corpulento y nalgas prominentes. Bashira tiene 115 años pero tiene el sentido del humor festivo de una quinceañera y la lucidez mental de una mujer sana. Nuestra negra centenaria se limpia el sudor de la frente y escupe sobre el piso de tierra en el patio de su casa, como preparándose y preparándonos para contar la historia mágica y legendaria de los cholencos, que dice: “le gusta a mis niños pero los grandes no me lo creen”.
E inicia su historia. “Como ven yo soy negra, negra de origen africano y esto que voy a contarles me lo pasaron mis padres y a ellos mis abuelos y a mis abuelos mis bisabuelos, hasta irnos hasta allá atrás en la historia; y llegamos a las Islas Canarias, que originalmente fueron habitadas por africanos, hasta que los españoles del Reino de Castilla los conquistaron en julio de 1402; pero antes sucedió algo muy importante en una de esas Islas Canarias, llamada Isla Lanzarote. Resulta que un barco español al mando de un capitán vizcaíno de nombre Martín Ruiz de Avendaño encalló en 1377, a causa de una tormenta, en Lanzarote, y mientras reparaba su barco y se abastecía de agua y comida, el Rey de las islas Zonzamas le ofreció hospitalidad de lecho o tálamo (permitiendo que se acostara con su bella esposa, la Reina Fayna), que es una costumbre de algunos pueblos.
Pero al parecer esa costumbre de buena hospitalidad, es nada más para la primera noche. Pero el capitán Martín y la Reina Fayna se las arreglaron para verse otras noches, ya que él permaneció seis meses en la isla. Así que al caer la noche, la Reina Fayna dejaba una luz de antorcha encendida en su alcoba y emitía siete chirridos besucones, como si lo hiciera un animal nocturno, para no despertar sospechas en el Rey y como señal para hacer saber al capitán que ya estaba dispuesta y sola, esperándolo.
A los seis mesas el capitán tuvo que partir de regreso a España, pero como producto de esa relación nació en 1378 una niña, una princesa a la que llamaron Ico, y su pelo rubio y piel blanca contrastó con los rasgos morenos africanos de los reyes y habitantes majos de la isla. El dios de los majos habitantes de las Canarias es Magec (que significa el que es brillante, era el dios del sol y la luz), y los colonizadores de 1402 los llamaron despectivamente “magos”. Al principio Zonzamas aceptó a su falsa hija Ico como enviada por su “rubio y brillante” dios: el sol. Pero más tarde, al cumplir Ico sus 24 años la rechaza y la condena a abandonar la vida, pues los colonizadores de Castilla ya están en las Canarias, abusando de las mujeres y tomándolas como esclavas.
Entonces se reúne Fayna con su hija Ico y su matrona, niñera y curandera Uga. En esa reunión la reina le dice a Ico que se vaya para salvar su vida y que busque a su verdadero padre, un marinero vizcaíno llamado Martín Ruiz de Avendaño y que él la protegerá. Le dice que para buscarlo se oriente por su Dios Magec, que es representado por el sol, y que siempre busque la luz, porque eso la llevará a su padre. También le informa que él la reconocerá por los siete chirridos-besuquitos seguidos unos de otros, porque esa era la señal vocalizada que Fayna usaba como señal de que ya esperaba al capitán.
Entonces, interviene la hechicera y curandera de la familia, Uga, para tranquilizar a Fayna diciéndole que transformará con magia a Ico en Geco, llamada tutecas, lagartijas, salamanquesas o cuijas. Que le dará un brebaje hecho con insectos nocturnos hervidos en agua de mar, que primero le hará perder todos el pelo y el vello de su cuerpo, y en unas horas se transformará en una lagartija blanca, casi transparente, dotada de gran visión nocturna y siempre orientada por la luz, a la que nunca faltará alimento y que jamás tendrá sexo con macho alguno para reproducirse, pues tendrá la increíble capacidad de autorreproducirse-multiplicarse en decenas y centenas de otras Icos-cuijas que se esparcerían por todo elmundo para cumplir la misión de encontrar al padre ausente.
Y se cree que han sido dos los viajes que permitieron a Ico transformada en lagartija llegar a todo el mundo para encontrar al padre:
Primero en 1402, cuando llegaron los conquistadores de Castillas, cuyos barcos son abordados por Ico y su ejército de lagartijas transparente, y se van a España de barco en barco, de casa en casa, e inundan con su presencia y sus chirridos besucones todo espacio que se proponen, pero privilegian los barcos españoles pporque es un capitán marinero al que buscan. Pero los barcos recorren otros países de África y Europa llevando consigo a la princesa lagartija, que parece seguir tirándole besos a la luna.
Segundo, en 1490, las carabelas de Cristóbal Colón, que, buscando la India, sin saber descubre, dos años después, otro continente: América; y llega como última parada para abastecerse de provisiones al Puerto de San Sebastián de la Isla La Gomera, la más pequeña de las Canarias. Y mientras Colón realiza su última oración en la Iglesia de la Asunción ante el vieja incierto que está por realizar, una gran cantidad de lagartijas transparentes se trepan e invaden sus tres famosas carabelas.
Así estas princesas-largartijas llegaron a este continente, buscando al padre que nunca encontraron, pero cuya misión genéticamente se transmite de hembra a hembra, de casa en casa, de la pared al techo y de éste a las paredes, y buscan focos, antorchas, velas y todo objeto brillante que irradie luz mientras se alimentan de los insectos nocturnos que también son atraídos por la luz…