Lorenzo Meyer
Marzo 23, 2020
AGENDA CIUDADANA
Emmanuel Macron, presidente de Francia, definió al tiempo del Covid-19 como uno de guerra. Se trata de una batalla global contra un invasor minúsculo pero agresivo en extremo.
La nueva lid sorprende a México en una coyuntura muy difícil pues el país ya es campo de otras tres batallas. La primera es el cruento choque entre el gobierno y un crimen organizado brutal, con bases sociales y ligas internacionales; la segunda es el combate político, duro, entre un gobierno de centro izquierda que busca dar forma a un nuevo régimen y los que por múltiples razones no aceptan el cambio; la tercera es la pugna entre modelos e intereses empeñados en determinar el rumbo a seguir para dinamizar un PIB estancado.
La guerra contra el Covid-19 no hay manera de evitarla, pudiera no ser muy prolongada, pero será costosa. El nuevo virus se detectó en noviembre de 2019 en China y a partir de ahí, y en un contexto global, se ha expandido a más de 166 países, ha infectado ya a más de un cuarto de millón de personas, sigue avanzando y su centro de irradiación pasó de Asia a Europa. En México, el primer caso se detectó el 27 de febrero en un viajero procedente de Italia y para el 20 de marzo el número de infectados detectados ascendía a 203 con dos fallecidos; algunos de los casos recientes habían dejado de ser importados y su contagio ya se había producido en México.
Según lo acontecido en China y Europa, el aumento de contaminaciones es exponencial, aún no hay vacuna contra el virus ni medicamentos que le ataque cuando ya se contaminó. Hasta hoy, cada víctima depende para su defensa última de su propio sistema inmunológico. A nivel mundial, se calcula que más de 11 mil personas ya perdieron su batalla, alrededor de cien mil la ganaron y en torno a 150 mil están en la lucha.
Un marco de referencia de esta guerra lo ofrece la gran epidemia de influenza de 1918, que coincidió con una gran guerra global: la I Guerra Mundial. El virus empezó en un campamento militar en Kansas y según cálculos gruesos de John M. Barry (The great influenza, Penguin, 2004) la pandemia quizá cobró la vida de hasta cien millones de personas. En contraste hoy contamos con mejores defensas, ya que a diferencia de 1918 sólo se requirieron días y no meses para que el stablishment médico pudiera detectar al enemigo, descifrarlo y descubrir sus vulnerabilidades. La otra ventaja es que, si bien en México tenemos que librar varias batallas simultáneas, el grueso de los países afectados, empezando por China, pueden concentrar toda su energía científica y política en el combate a la pandemia. Es más, hoy la comunidad internacional puede unirse en el empeño e incluso, si se tuviera voluntad, pudiera darle mayor fuerza a esa especie de estado mayor mundial sanitario: la Organización Mundial de la Salud. En contraste, en 1918 y mientras el virus se expandía, los principales afectados –las grandes potencias– se concentraron en destruirse mutuamente. Hace 98 años las decisiones políticas de las potencias siempre pusieron las prioridades militares por sobre las sanitarias. En Estados Unidos, por ejemplo, la primacía fue hacer mítines, reclutar, hacinar y embarcar a millares de jóvenes ya contagiados al frente europeo, multiplicando la fuerza del virus.
Hoy, en México, la dura guerra política entre la 4T y sus adversarios ya se hizo forma de vida y ya se trasladó al tema del Covid-19, lo cual impide e impedirá crear el frente común efectivo que la emergencia nacional exige. Por ahora la disputa se da en torno a la velocidad y respuesta del gobierno al reto. El equipo médico gubernamental insiste en dividir en tres etapas las fases de la epidemia y no disparar hasta tener al enemigo en la mira, lo que ocurrirá en la 2ª y 3ª etapas. Sin embargo, los adversarios del gobierno y los simplemente alarmados ante lo por venir, insisten en que es irresponsable e incluso criminal no haber iniciado ya un bombardeo de saturación contra el mal –pruebas masivas como en Corea del Sur, cerrar fronteras, minimizar contactos parando actividades, etc.– aunque la posible zona de enfrentamiento con ese mal aún este casi vacía y el costo para una sociedad con una economía ya en problemas, puede ser devastador, especialmente para esa mayoría que está en la informalidad.
En suma, México va a tener que librar la guerra contra el Covid-19 como las potencias enfrentaron a la influenza en 1918: en medio de otros conflictos y con una división política profunda, lo que puede complicar más una situación ya de suyo complicada.