EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Una interpretación de la vida rural

Silvestre Pacheco León

Julio 08, 2006

(Segunda y última parte)


En la reflexión colectiva que los dirigentes y líderes ejidales de San Ignacio, Mineral Real de Guadalupe, Barranca de la Bandera, Las Ollas, Pantla y Agua de Correa, del municipio de Zihuatanejo, hicieron sobre la vida en el medio rural, ellos mismos descubrieron de sus recuerdos los puntos de comparación con la situación que actualmente viven.
El hecho de que la mayoría de los campesinos quiera para sus hijos una vida alejada del campo, refleja no sólo el fracaso de las políticas públicas dirigidas al medio rural, sino también la falta de alternativas que los propios pobladores pudieran ir construyendo.
Los hijos de los campesinos no quieren repetir la vida de sus padres. El trabajo extenuante y mal pagado no tiene que ser el destino manifiesto de nadie. Por eso la tendencia a la descampesinización es constante.
Por ello también pocos campesinos sienten remordimientos por la destrucción de su hábitat, aunque tengan plenamente identificadas dentro de sus actividades aquellas que constituyen una amenaza a la biodiversidad. Se trata de vivir el presente, en la inmediatez, sin pensar el futuro.
En el caso que tratamos, los ejidos en mención suman una superficie de poco más de 80 mil hectáreas que comprenden la franja costera del municipio, la sierra baja, y la alta sierra.
Es cierto que por sus características económico sociales diversas, en esta parte del territorio municipal, los ejidos costeros se han terciarizado en sus actividades debido a la influencia del turismo. Es el caso de Pantla, Agua de Correa y El Coacoyul, por no hablar de los demás ejidos costeros del municipio, como el propio Zihuatanejo, La Salitrera y los dos barrios, el Viejo y el Nuevo, cuyas poblaciones forman parte del fenómeno de conurbación, originado por el desarrollo turístico de Ixtapa y Zihuatanejo, las estadísticas muestran al sector más importante de la PEA ocupado en los servicios.
Los jóvenes del medio rural que viven en la franja costera son los que tienen más fácil acceso a la educación y como tendencia natural buscan siempre incorporarse al sector de los servicios. Eso sucede también con muchos campesinos ejidatarios que buscan y encuentran acomodo como jardineros, veladores, y guardias de seguridad en la zona turística. No así los jóvenes de la sierra quienes, en cambio, toman el más riesgoso de los caminos para acceder al medio urbano, buscando en el país vecino lo que no encuentran en el suyo.
La mayoría de los jóvenes del medio rural prefiere el riesgo de morir en la empresa de cruzar la frontera en busca de trabajo bien pagado, antes de resignarse al rudo y mal pagado trabajo del campo mexicano. Ese es el drama que por sabido la gente del medio rural no le gusta contar.
En el Taller de Fortalecimiento de las Instituciones Ejidales del proyecto Coinbio, vivimos la experiencia de la emoción con que los campesinos recordaban su vida pasada, de 30 a 50 años antes.
Resulta curioso pero fueron siempre más las experiencias positivas que las negativas lo que los participantes recordaron. La solidaridad, el respeto, la seguridad, los convivios y la vida sana, constituyeron los elementos más recordados de la vida que se fue.
De la actual y aún frente a los adelantos tan incuestionables como los que observa la infraestructura de comunicaciones, la de salud y educación, servicios que están prácticamente al alcance de todos, poco se valoran. Un hospital de segundo nivel como el recientemente inaugurado en Vallecitos de Zaragoza, capital de la zona serrana, no es, desde luego, la respuesta más inteligente para atender los problemas más frecuentes como las picaduras de alacrán, las enfermedades gastrointestinales y virales, y mucho menos para dar respuesta a las demandas más sentidas de la población.
Los pobladores de la sierra piensan en un futuro donde los servicios médicos sean suficientes y accesibles todo el tiempo.
La conservación y mantenimiento de los caminos es lo prioritario, pues piensan que eso constituye un aliciente para la producción y comercialización.
La baja calidad de la educación en el campo y la baja inversión en su infraestructura y equipamiento, es vista como migajas del Estado frente a su gratuidad y obligatoriedad consignadas en la Constitución. Sueñan en que la demanda educativa, hasta el nivel medio y medio superior, sea atendida por las autoridades.
En la producción, el campo ha sucumbido al avance del neoliberalismo. Las fuerzas del mercado no tienen a los campesinos, con su economía de temporal, en la lista de sobrevivientes. Ya han sido expulsados de la arena donde se dirime el valor de los productos. Hasta en el mercado de los estupefacientes, donde ellos son el factor clave como productores, su participación en los beneficios del mercado resulta marginal.
Los campesinos ahora no producen ni siquiera lo que consumen, pero el cambio más notable es que casi toda su producción va encaminada al mercado, aunque en él su derrota esté anunciada de antemano.
El autoconsumo pasó a la historia desde que los caminos estuvieron disponibles para el tránsito de los vehículos que llevan los productos de las empresas trasnacionales que han cambiado ya la cultura alimenticia en el medio rural. Los refrescos y toda clase de comida chatarra son los únicos productos que nunca faltan en las tiendas, aunque se trate de los poblados más alejados del municipio.
En la convivencia de los pueblos, la gran variedad de las bebidas alcohólicas compite también con las distintas drogas que están ahora al alcance de la mano.
Las diferencias que suelen suceder, en cualquier baile o jugada de gallos o corrida de toros, boda o cumpleaños, se dirimen igual que antes, pero ahora con armas más modernas y mortíferas. La ausencia de autoridades para aplicar la justicia es igual que antes y eso explica parte de la violencia que se ha incrementado, pues la costumbre de hacerse justicia por propia mano sigue vigente, porque las políticas públicas aún no toman en cuenta esta realidad nefasta.
Cómo sueñan su futuro.
Que el agua vuelva a ser abundante y limpia de contaminación. Que el patrón de cultivos sea diversificado; que el suelo vuelva a regenerarse y sea fértil para que las plantas no sucumban frente a las plagas y enfermedades; que se reponga la capa vegetal para que vuelva la biodiversidad ahora menguada.
Que los precios de los productos sean garantía para recuperar los gastos invertidos. Que los pobladores del medio rural cuenten con financiamiento y asesoría de modo que puedan aprovechar los recursos naturales y la mano de obra local para participar con ventaja en el mercado global.
Aprender el funcionamiento del mercado y construir los canales de comercialización que les permitan aprovechar las ventajas del turismo y de la exportación.
Que los pueblos del medio rural tengan acceso a otros servicios que eleven su nivel de vida como drenaje, agua potable con tomas domiciliarias, pavimentación y alumbrado; que la policía vele realmente por la seguridad de los habitantes; que los maestros destinados al medio rural tengan la capacitación suficiente para garantizar educación de calidad y que la infraestructura educativa se mejore.
Los líderes ejidales sueñan con que los jóvenes en el campo tengan lo necesario para practicar sus deportes favoritos y con una política que tome en cuenta la organización de torneos y concursos que sean aliciente para su desarrollo sano y el mejor incentivo que los aleje de los vicios.
Si bien las drogas y los vicios han contaminado también a la juventud del medio rural, sus autoridades sueñan con la existencia de organismos públicos que sirvan de apoyo y orientación a las familias que padecen esos problemas y también para prevenirlos