EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Una misma historia: realidad y ficción

Florencio Salazar

Noviembre 21, 2022

Sólo hay una aristocracia verdadera: la de los buenos amantes. Enrique Serna.

Se atribuye a Jorge Luis Borges haber dicho: “Después de los griegos todo es plagio”. La vida de las naciones y las personas tienen similitudes sorprendentes. Abundan los hechos parecidos porque el ser humano, en términos generales, es el mismo. Lo que habré de comentar en seguida es la coincidencia entre vida y ficción literaria: La vida de Annie Ernaux, la Nobel de Literatura 2022, y el cuento de Enrique Serna La abuela en brama, contenido en su reciente libro Lealtad fantasma (Alfaguara).
Guadalupe Loaeza, en su colaboración en el diario Reforma (20-10-22), señala la vida de la Nobel, una mujer de izquierda a la que no ha leído, pues en la fecha de su escrito no estaban disponibles en nuestro país ninguna de sus 25 novelas. Y aunque mi lectura de la narrativa de Enrique Serna se limita a El seductor de la Patria, La sangre erguida, Giros negros y a su reciente libro, también soy lector de sus artículos en Milenio. Disfruto su prosa.
Obviamente, la narrativa de Ernaux y Serna son distantes en tiempo y espacio. Annie Ernaux (1940), escribe en su diario íntimo a los 22 años: “¿Por qué mi padre era un obrero tan resentido cuyos padres no podían leer? ¿Por qué mi madre dejó de estudiar debido a la pobreza de su familia?”. Si sus padres hubiesen tenido la oportunidad de estudiar sus perspectivas de vida habrían sido otras. Ernaux decide estudiar y leer, lo cual la cambió “por completo”. Se aburguesa al casarse con un hombre pudiente, tiene hijos y se divorcia. La vida proletaria ya es agua bajo el puente.
Delfina Tamez, la abuela, es una mujer pudiente desde su nacimiento. Estudia en París, en donde tiene un romance lésbico, y vuelve a México. Aquí se matrimonia con un hombre de su clase, tiene hijos y nietos. Enviuda en la madurez de sus 57. “Cuando la carne me reclamaba con impaciencia los placeres que le había quedado a deber”, ella decide entrar a Facebook con un nombre falso e imágenes provocadoras. Empieza a chatear y así conoce a Efraín Pimentel, un joven profesor de 28 años.
Las personajes Ernaux y La abuela tienen parejas con edades coincidentes, hombres treintañeros. La diferencia es la siguiente: ese periodo biográfico de la Nobel Serna la asigna a la protagonista y el coprotagonista. Ernaux, de izquierda, asciende de la pobreza extrema hacia la alta clase social. En cambio La abuela es parte de la burguesía y se involucra con un joven quien, igual que la autora francesa, abandona su familia pobre buscando otros horizontes.
“A diferencia de sus hermanos mayores, que desertaron pronto de la escuela y ahora trabajan de albañiles o vendedores ambulantes, él se había matado estudiando para no sucumbir a la fatalidad: En el cuarto semestre de la carrera, cuando al fin pudo conseguir trabajo de profesor tomó la difícil decisión de independizarse”. Esta separación de la tribu va a permitir conocer a Delfina, cuya corta relación cambiará su suerte, aunque ellos rompen obnubilados por sus fuertes caracteres. En el incendio de las sábanas puede más el orgullo herido.
Annie Ernaux: ¿tránsfuga de clase? Así se sentía la gala al alejarse de los bajos estratos sociales y tener pareja “como un deal, él me daba mucho placer sexual, y yo le pagaba viajes y le daba dinero. Y eso me daba la impresión de una cierta superioridad. Él me recordaba cuando yo era joven, igual de proletaria”. Pero no podía evitar “las miradas en la calle, la crítica social y la censura a su alrededor”, lo cual no les impedía convivir “sin vergüenza ni remordimiento”. Igual que a Delfina y Efraín.
Concluyo que Enrique Serna leyó la biografía o también se enteró de Ernaux por YouTube. Él deja pistas de esas posibilidades: Delfina estudió en México en el Liceo Francés de Polanco y va a París a continuar sus estudios. Con esos datos, afirma –si es el caso– su honestidad intelectual, ya que su talento narrativo es indudable. Con cambios que no lo alejan de la historia de la francesa, sigue la misma línea narrativa con diferentes tensiones, incluyendo parte de los conflictos entre las clases sociales polarizadas en el México actual.
Lo significativo de la Ernaux de carne y hueso y La abuela de la ficción, es que ambos personajes tienen la valentía de decidir su vida sin miramiento al entorno, teniendo claro que enfrentarán cargas hipócritas impuestos por las tradiciones y el deber ser de una sociedad que aún niega a las mujeres –maduras o no– decidir la condición de sus amoríos, como si fuera potestad exclusiva de los varones. En el centro de cada una de estas vidas está una mujer decidida.
En el artículo La tránsfuga de Loaeza y el cuento La abuela en brama de Serna quedan, como telón de fondo, las posiciones políticas de los aspiracionistas y los pudientes. En el caso de México, al incrustarse un marginado en la clase social de la abundancia y el lujo, por el mínimo motivo, surge la actitud indignada de los chairos de corazón.
Espero la oportunidad de leer alguna de las novelas de la primera francesa que obtiene el Nobel. Advierto que La abuela en brama es la recreación de Annie Ernaux. Dejan una lección estas lecturas: la 4T no tendría su amplia base de apoyo si el nuestro fuera un país justo.
La verdad está ahí y “no existe la verdad inferior”.